Kevin Álvarez
Tenía en la mano mi quinta taza de café e iría por la sexta. Nada funcionaba para disminuir el estrés.
Si las paredes pudieran hablar, él ya estaría bajo tierra rogando regresar y pedir perdón por sus pecados.
No estaba bien lo que estaba haciendo y estaba consciente de esto, Nailea dormía plácidamente mientras yo tenía mis pensamientos ocupado, no en ella, sino en Richelle, Richelle Márquez.
Mi Richelle.
Era de madrugada y yo lo único que deseaba es poder recibir un maldito mensaje de Richelle, mientras ambos recuperábamos nuestras bellas madrugadas, porque mis favoritas eran con ella.
—Café, ¿Afectado por tu familia?— Cierro los ojos al escucharla, me giro a ella mientras daba el último sorbo, y lo alejaba de mí.
—Algo así, lo siento si te desperté.
—Descuida, ve a tomar un baño, quítate ese horrendo olor a café —Nailea se acerca a mi para pasar sus brazos al rededor de mi cuello, besa la comisura de mis labios. —Te espero en la cama.
Ella se aleja y lo único que puedo seguir pensando era en ella. Debía de hacer algo al respecto era horrible estar pensando en ella teniendo una hermosa esposa, pero era imposible borrar esa sonrisa de mi mente, una hermosa sonrisa que no había causado yo, sino que el maldito de Lainez.
—Demasiado jóvenes y tontos para saber algo del amor—susurro.
(...)
—¿Y como están los Márquez- Pregunto y mamá me mira con una sonrisa — Saludamelos cuando puedas.
—Por supuesto cariño, ellos están de maravilla a decir verdad, de hecho pensé en ir a pasar unos días con Samantha y su esposo.
—Fabuloso mamá.
—¿Quiénes son? — Pregunta Nailea mientras tomaba un sorbo de café que mamá le había servido.
—Una familia encantadora debo admitir Nailea, nos conocemos hace ocho años si mi calculo no me falla.
—Espero poder conocerlos.
—Tres de la tarde y hace un frío horrendo.—Mónica entra con muchas bolsas a la cocina junto a Lau y Liz. — Lo que nos pediste.
— Surtimos más la despensa Señora.
Lau deja unas bolsas en el suelo y camina a saludar a Felipe y a mamá.
—Siempre un encanto.
Lau nos mira a nosotros y sonríe.
—¿Qué tal la estadía en México? —Lau se acerca a mi y me saludo, le sonrío, ella camina hasta mi esposa y la abraza levemente.
Y me sorprendo.
Lau estaba muy feliz.
—Muy buena, extrañaba México.
—¿Y quién no? — Dice Óscar ayudando a mamá a arreglar el refrigerador.
—Vamos arriba chicas— Lau toma sus bolsas y sale de la cocina.