Richelle Márquez
Mis dedos entumecidos hacen que me siente de nuevo en el borde de la cama, mi cuello dolía, mis ojos se cierran y solo quería llorar, porque me había dado cuenta que él seguía siendo tan importante para mí, y me había deprimido cuando me quede sola.
Porque lo necesitaba a él, y era estúpido que me hiciera la fuerte porque él me conocía, conocía tan bien mi aspecto, mi maldita actitud.
Juraba que se sentía complementada con Diego Lainez, pero la verdad era que una depresión cayo en ella cuando se quedo sola, con el encantador Kevin Álvarez la había dejado sola. Dejándola a su maldita suerte.
—Mami, la abuela dejo un muy rico desayuno pero la abuela Norma la necesitaba y no puede comer con nosotras.
Camino hasta el espejo para tomar una pequeña toalla para quitar las lagrimas que amenazaban con salir, sonrío para voltear a ver a mi pequeña.
—Desayunaremos tú y yo entonces.
Me acerco a ella para tomar su manos, ella asiente para apretar su agarre a mi mano.
—¿Estas bien? Miro a mi hija para cerrar la puerta detrás de nosotras.
—Por supuesto, ¿Tú estas bien?—Ella ríe— Mucho, mis tíos llamaron y dijeron que vendrían hoy. — Ella arruga su nariz, yo empiezo a reír y coloco mi dedo en su pequeña nariz.— Estás muy hermosa hoy mami.
Keira hace a un lado la silla para sentarse, miro a mi hija para dedicarle una sonrisa y empezar a servir nuestro desayuno.
—Por favor Keira, ¿No te has visto tú? Estás demasiado perfecta.
El color carmesí aparece en las mejillas de mi pequeña hija, yo coloco su desayuno enfrente de ella, ella sonrío y espera a que yo me siente junto a ella para empezar su desayuno.
—¿El tío Diego vendrá más tarde?
—Si amor, tuvo algunas cosas que hacer e iba a saludar a sus padres, pasará navidad con nosotras y les deseara una bonita navidad desde hoy.
—Estoy tan emocionada que mañana sea navidad mami, ¿Podrán venir mis tíos?
—A saludarte por supuesto, pero a cenar lo dudo amor, tienen que estar con sus padres.
—Oh, ¿y ellos podrán venir?
Keira estira su mano para tomar de su jugo de naranja, yo agarro la mermelada para colocarle a mi desayuno.
—No lo creo, pero cenaremos Diego, tú y yo, ¿No es grandioso? Mi mamá y papá no podrán según lo que entendí ellos tendrán su cena.
—Pero los podremos ver en la mañana de navidad ¿verdad mami?
—Claro que sí mi amor — pellizco su pequeña nariz —¿Qué quieres hacer luego de desayunar?
—¿Podemos jugar en el patio?
Empiezo a reír al ver el entusiasmo de mi niña, asiento a todo lo que acababa de decir mi hija.
Porque lo que importaba era su hija.
—Lavaré los platos, tu colócate un abrigo y sal al patio trasero, yo te alcanzo.