"Asesinato"

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Preciosas criaturas he vuelto para poder terminar de publicar por fin esta historia que para mí es una de las mejores que he escrito, lamento mucho haberla dejado de lado, la vida no me sonrió por mucho tiempo, hoy lo hace un poquito. 

Perdonen todos mis errores.

Disfruten de su lectura.

Advertencia de contenido.

Este capítulo es crudo, contiene tortura, asesinato e intento de suicidio. Si eres sensibles a estos temas, por favor abstente de leer esta historia. 


Makoto se encontraba en la oficina del doctor Anami, quien se la había facilitado al detective, luego de ver la determinación del chico, era contraproducente como dijo el psicólogo, era aterrador como lo vio en los ojos azules del otro adolescente, pero alguien debía creer en el chico, pasase lo que pasase, el tomaría toda la responsabilidad, ahora sólo quedaba esperar, palmeó el hombro del pelinegro, notaba su temblar y su ansiedad, tenía la mirada fija en la puerta de su oficina, no podían hacer nada por el momento. Los orbes esmeraldas se encontraron con los miel, respiró profundo, no iba a mentir y decir que no estaba nervioso, porque sí lo estaba, pero aquel hombre frente a él pidió su ayuda y era tiempo de devolverle la mano, y no sólo lo ayudaba a él, sino que a sí mismo, al querer capturar al segundo asesino.

—Lamento ponerte en esta situación, pero a estas alturas eres mi única opción —Iba a sacar un cigarrillo, pero se arrepintió, por lo que sólo sacó su libreta y un lápiz.

—Lo entiendo... —Suspiró empuñando sus manos, tenía que hacer ese esfuerzo por el bien de todos— Trataré de recordar todo lo que pueda.

—Muy bien, entonces volvamos a aquella noche —Miró al muchacho, estaba tenso, sí le preocupaba, pero esto era su último recurso— ¿Puedes relatarme lo que sucedió? —Makoto asintió a la pregunta de Ozaki; cerró los ojos, comenzando a recordar.

Estaba caminando devuelta a casa junto a Haruka, después de haber apreciado el mar por un tiempo, todo tranquilo, todo como siempre. Llegaron a las escaleras que los separaban, Makoto se detuvo un momento y miró a su mejor amigo quien había subido un escalón más.

¿No te quieres quedar a cenar? —Esa pregunta, esa pregunta le resonaba todo el tiempo, ¿Haruka habría muerto si hubiera aceptado?

Tal vez en otra ocasión —Respondió el pelinegro, sin saber que con esa simple respuesta salvó su vida.

Está bien —Sonrió dulcemente aquel Makoto de ese entonces— Nos vemos mañana, que descanses Haru-chan.

Deja el chan —Le dio la espalda, sin mirar por última vez aquella hermosa y perdida sonrisa— Buenas noches.

Makoto sólo sonrió, caminó hasta su casa, entrando como de costumbre, un ambiente cálido lo recibió, sus hermanitos corrieron mientras se colgaban de sus brazos, ambos preguntando por Haruka a lo que el de hebras olivas negó dulcemente, en la cocina se encontraba su madre preparando la cena, mientras que en la sala de estar estaba su padre leyendo el periódico tranquilamente. Se disculpó con sus hermanos para dirigirse a su habitación a cambiarse el uniforme, recordaba estar preocupado por el futuro de Haruka, le gustaría hablar más del tema, decirle sobre su decisión de ir a estudiar a Tokio, pero el pelinegro lo evitaba olímpicamente, miró desde su ventana, podía ver la casa de su amigo, no le gustaba que se aislara tanto. Bajó para ayudar a poner la mesa, sus dos pequeños hermanos lo ayudaban entusiastas, de pronto, el sonido del timbre llamó su atención, apostaría que era un Haruka arrepentido de haberse negado.

Haruka suspiró levantándose de su asiento, no podía soportar la espera, necesitaba saber si Makoto se encontraba bien, el doctor lo calmó dándole un poco de té, pero nada podía apaciguar su ansiedad, sólo quería estar con su mejor amigo y no separarse de él.

Dolor de PérdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora