"Inconsciencia"

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Advertencias: Este fic contiene descripciones explícitas de tortura, ideaciones suicidas, depresión, entre otros temas. Si eres sensible a algunos de estos, por favor, abstente de leer esta historia.

Buenas tardes! Espero que todos esten alegres por el estreno de la tercera temporada, yo aún no veo el primer capítulo, y no lo haré hasta el sabado. 

Muchas gracias por leer, votar y comentar este fic! son unos amores hermosos. 

Disfruten de su lectura!

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Makoto dormitaba tranquilamente gracias a los efectos de los calmantes, Haruka estaba a su lado sin soltar su mano; las lágrimas que habían caído de sus ojos ya estaban secas, y ahora sólo se encontraba observando a su amigo, no tenía idea de la hora, ni mucho menos de lo que estaba pasando a su alrededor, su mundo se había reducido a aquel chico que tenía adelante, Makoto se veía hermoso mientras dormía, pero bien sabía que detrás de esos párpados sólo había belleza muerta y sin gracia. El pelinegro cerró los ojos por un momento, estaba cansado, muchas emociones vividas en tan corto tiempo, habían hecho estragos en él ¿Qué pasaría ahora? ¿Makoto volvería a ser el mismo? La incertidumbre lo invadía y lo carcomía por dentro, como le gustaría poder poseer los engranajes del tiempo y manipularlos para que retrocediera, tal vez la muerte de su familia era inevitable, pero podría haber evitado que el menor presenciara tal asqueroso y sangriento festín.

—Deberías descansar —El joven doctor encargado de Makoto entró a la habitación con una humeante taza. Haruka abrió lentamente los ojos, estaban hinchados y el brillo en ellos era opaco— Sé que no te quieres separar de tu amigo —Le entregó la taza, que contenía leche caliente— Dicen que una taza de leche caliente por las noches te ayuda a relajarte y dormir.

—Gracias... —Susurró mientras sostenía la taza con ambas manos, la calidez de la taza le daba una pequeña sensación agradable que hacía minimizar sólo un poco el congelamiento que sentía en su interior.

—Sólo puedo ofrecerte la comida del hospital si tienes hambre —Se acercó al chico durmiente y comenzó a revisar sus signos vitales, dirigió su anaranjada mirada hacia el pelinegro, sólo para recibir un movimiento de cabeza negativo, sonrió comprensivo, nadie tendría hambre en un momento como este.

— ¿Estará bien? —El doctor podía sentir el anhelo detrás de esa pregunta, soltó un gran suspiro mientras ponía una mano sobre la frente de Makoto para comprobar si no tenía fiebre.

—No me gusta mentir —El menor estaba algo afiebrado pero no era nada de lo que preocuparse, acarició las hebras oliva buscando las palabras exactas para poder explicarle la difícil situación al adolescente de orbes oceánicos— Él... No va a estar bien.

Haruka no volvió a preguntar ni a hablar, no quería saber la realidad con la que se encontraría cuando Makoto despertara. Decidió beberse la leche antes de que enfriara, el mayor sólo miraba desde su lugar, sentía lástima por el pelinegro y mucha más por el de orbes esmeralda, él sabía cuáles eran las consecuencias que sufrían las personas en este tipo de casos, y también sabía que la recuperación era lenta y dolorosa, incluso habían veces en que la persona jamás se recuperaba y caía en una profunda depresión de la cual no se podía sacar, pero de algo que estaba seguro, era que todas las víctimas quedaban con secuelas, y algunas eran muy graves.

Cuando el adolescente de profundos mares abrió los ojos, se preguntó en qué momento se quedó dormido y en qué momento le habían puesto una manta encima; una luz tenue lograba traspasar las persianas cerradas que colgaban de las ventanas, un silencio puro inundaba la habitación que sólo se veía ensuciado por el constante pitido del electrocardiógrafo que enunciaba los latidos de un corazón destrozado, y por último, una tranquilidad inquietante que lo atemorizaba porque no sabía qué hacer además de esperar, y lo peor de todo es que no sabía tampoco qué esperar. En un vago pensamiento recordó su celular, lo había tenido apagado desde que la llamada de sus padres concurrió en el peor momento de su vida, se preguntó si estarían molesto con él por no haberles contestado, en sí, la respuesta no le importaba, pero aun así le daba curiosidad. Cuando lo volvió a encender, se sorprendió de la cantidad de llamadas perdidas que tenía; unas tres eran de sus padres, y el resto eran de Nagisa, Rei y Rin, siendo este último el que más había llamado, no entendía por qué lo habían llamado tantas veces, pero sospechaba que era por lo que había ocurrido; no devolvió ninguna llamada, no tenía ánimos para hacerlo, en cambio sólo apoyó su cabeza sobre el colchón donde descansaba el menor, y se quedó hipnotizado viendo cómo el diafragma del nadador subía y bajaba armoniosamente, sin percatarse de la feroz tormenta que estaba arremetiendo su endeble mundo que no estaba preparado para catástrofes de esas magnitudes. Después de entrar en relativa calma al observar la respiración de su amigo, orientó sus mares a su rostro, carecía de su bella sonrisa, y eso para él era algo que no quería perder, porque Makoto sin su sonrisa no era Makoto.

Dolor de PérdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora