Descubriendo que guardaba en el corazón, me di cuenta que las viejas heridas que tenía mi alma no habían sanado, sino que estaban enterradas y ahora resurgían con fuerza, ya no convertidas en aquel dolor, sino en algo peor, en odio, rencor, veneno para el alma.
Viendo la predica del Pastor Itiel Arroyo, Enemigos Íntimos, y Perdonar duele, me di cuenta que no solo era más difícil perdonar a alguien cercano que a alguien que no fuera familia, sino que el perdón te libera. Como él lo dijo, esas personas que te hicieron daño, jamás van a disculparse porque no quieren ni les interesa, pero tú siendo cristiano debes perdonar, no olvidando lo que pasó, sino recordando la Cruz.
Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios. (Lucas 23:35)
Perdonar no significa salvarse a sí mismo, es interceder por los otros, es crucificarte con el Señor Jesús. No diciéndoles "te perdono" porque ni siquiera entenderían el por qué, sería como arrojar perlas a los cerdos.
Me costó, pero el Señor me ayudó a sacar todo ese veneno, hoy gracias a él, a su ayuda, puedo decir que puedo mirar y hablar con esa persona en específico sin sentir ningún sentimiento de odio hacia ella.
El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas. (Salmos 147:3)
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En Tres
Non-FictionEsta historia es una pequeña narración de lo vivido en una tienda de autoservicio con enseñanzas bíblicas.