Conviviendo con las cajeras, noté cierto descontento con la mayoría, era raro ver una fuera de aquel tumulto de tonterías, como "el favorito" "por qué a él sí y a mí no" "porque este hace y este no" entre intrigas y boberías, la tensión subió de nivel, al punto de quedar embarrada entre ellas, en dimes y diretes. Las amé, como a prójimos, no quería verlas dividas pero hay personitas que les encantaba la división, "y él dijo, y ella dijo, y aquel me contó, que tu dijiste, etc." Vi, tristemente que no podía ayudar a una, sin que otra se sintiera, me hacía sentir mal, hasta que me molesto, un compañero le falto un mínimo de efectivo, para que no se le hiciera cargo, buscamos por el piso y el supervisor hallo moneditas, el compañerito se salvó, pero este acto de compasión a uno de ellos, molesto a otros, y esa actitud me molesto a mí.Y como si hubiese pensado en eso, recordé:
Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. (Romanos 9:15)
No teníamos que darle explicación alguna a nadie, les pareciera o no, pues lo bueno que ves en mí no es mío, sino de Dios, si ves algo malo en mí, ese soy yo. Uno decide a quién ayudar y a quién no, no pueden hacerte sentir mal por sentir compasión por unos y no por otros.
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En Tres
Kurgu OlmayanEsta historia es una pequeña narración de lo vivido en una tienda de autoservicio con enseñanzas bíblicas.