Capitulo 1

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Sus párpados se sentían pesados y la luz del techo le hizo doler los ojos

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Sus párpados se sentían pesados y la luz del techo le hizo doler los ojos. Oía murmullos que le resultaron inteligibles y unas manos tocando su cuerpo por lo que con el corazón desbocado agarró aquellas manos.

—¡Wow que reflejos! ¡Ojalá mi hijo fuese como tú!—exclamó un pelinegro con exageración mientras le salían lágrimas a borbotones para terminar dejando el estetoscopio a un lado y volver a su postura seria—Por lo visto está en perfecto estado. No hay de qué preocuparse.

La respiración agitada de Hinatsuru comenzó a normalizarse al darse cuenta en donde estaba y quienes la acompañaban.

—Me alegra que esté bien doctor Kurosaki.—la castaña se acercó a la rubia quien a ese punto aún no había podido formular ninguna palabra.

—¿Qué me pasó?—interrogó confundida. No recordaba cómo había terminado así.

—¡Te atropelló un auto por cruzar mal la calle!

Ante lo dicho por su madre, recuerdos borrosos terminaron nublando la mente de Hinatsuru, a duras penas recordando un niño albino.

—¿¡Y el niño cómo está!?—saltó de la cama arrepiendose de inmediato debido a que unas punzadas fuertes atacaron sus pobres músculos carentes de fibra. Se quejó ante ello.

El doctor se acercó a la menor y la acomodó en la cama.

—En lo que resta del día trata de reposar. Si bien no tienes nada grave, tus músculos estarán algo resentidos debido al golpe.—le aconsejó el pelinegro terminando de tapar con las mantas a la rubia.

—¿Pero y el niño?—insistió en preguntar.—El muy idiota cruzó la calle sin mirar.

Lauren suspiró.

—No había nadie Hinatsuru. Según los testigos, corriste directo al auto... Tuvimos suerte de que el conductor no presentara quejas.

El silencio reinó la habitación. Hinatsuru no podía creer aquello.

—No puede ser...—logró formular.—¡Mamá yo lo...!—la rubia se detuvo abruptamente debido a que sí lo vio y, posiblemente fuera un espíritu.

«Se sintió tan real... No lucía como cualquier otro espíritu. » observó sus manos llenas de raspones y arrugó las sabanas de la frustración.
«Ahora me mandarán a un psiquiátrico.»

—L–Las dejaré solas.—con nerviosismo dijo el Kurosaki marchándose rápidamente de la habitación dejando al dúo de féminas con su enfrentamiento.

Una vez que todo quedo en silencio, tomó la iniciativa Hinatsuru.

— Mamá... — balbuceo. Ninguna buena excusa podía salir de sus resecos labios. Ese momento era crucial, sin embargo no se le ocurría nada, además sabía perfectamente que no le creería y le dolía tan solo verla. Odiaba sentirse de esa manera.

Totsuka | Toshiro HitsugayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora