VI 🎀 Dorado

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Pasaron por las demás ciudades sin problema alguno.

Bahía Amarilla, un lugar que tenía un río descontrolado no muy lejos, Damian trajo los recursos suficientes para que el alcalde pudiera mandar a construir un puente que les permitiera a los ciudadanos cruzarlo.

Jungla Verde, una ciudad constantemente atacada por animales salvajes, él diseñó un sistema de trampas en los alrededores para detener las bestias y que los ciudadanos pudieran usar su carne de alimento.

Tierra Negra, un lugar conocido por su sequía, él mandó a construir una desviación del río más cercano—que está un poco lejos del lugar—para que los ciudadanos tengan agua.

Planta Rosa, un lugar que nadie conocía pese a que de ahí salía la mayor parte de alimento que consumía el reino, él creó una ley para que les regresaran mayor ingreso de la venta de sus alimentos y pudiera mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Carta Morada, un lugar que albergaba muchos criminales, él ordenó que Anya capturara la mayoría. Para sorpresa de todos menos de ella, lo hizo en menos de un día.

Punta Dorada, un lugar en la cima de una montaña que tenía falta de suministros, él creó una ruta de comercio desde la ciudad más cercana para que pudieran abastecerse rápidamente.

Todos los lugares que visitaron, excepto Puerto Esmeralda, eran lugares que a la corona no le importaba cuidar. Nunca escuchó esos nombres en el palacio, no tenían nada de especial y no estaban en un lugar estratégico. Damian sabía que ir a esos lugares no contribuiría en nada a algún aspecto económico, político o cultural del reino, pero no podía evitarlo.

Damian era un príncipe olvidado, justo como esas ciudades.

En su última noche fuera del palacio antes de iniciar su camino de regreso, se enteraron de que la ciudad no tenía una posada y ninguno de los ciudadanos se ofreció a dejarles pasar la noche con ellos. No era de sorprenderse. En la punta de esa montaña, nadie iba de visita, ni siquiera por turismo, así que un negocio como ese terminaría en quiebra.

Al pensar que ya era muy tarde para llegar al pueblo que está al pie de la montaña a buscar una posada, a Anya se le ocurrió una idea.

—¡Podemos dormir en la punta más alta del pueblo!

Damian la miró como si no se creyera lo que decía.

—¿Dormir en un lugar en el que nos pueden asesinar fácilmente? Paso.

Entonces Anya levantó los hombros y le restó importancia al asunto.

—Era la oportunidad perfecta para que acampáramos con una fogata... una lástima.

En ese momento, por la mente de Damian pasaron tantas cosas que ella prefirió ignorarlas.

—Viéndolo bien, no es tan mala idea.

Se había salido con la suya otra vez. El príncipe era un hombre muy fácil de controlar, al menos para ella. Aunque claro, así lo sería para cada persona que pudiera leer su mente.

Anya no tardó en talar algunos árboles con su espada para crear la pequeña fogata. El lugar que ella había escogido, arriba de las demás casas, pero no tan alta como la punta de la montaña, tenía una vista perfecta hacia la planicie frente a ellos, donde se podían distinguir los pueblos del reino y, a lo lejos, se veía la ciudad capital, Corrida Blanca.

Ahí, solo ellos dos, sus pertenencias detrás de ellos, una fogata que les brindaba calor en esa fría noche, un cielo lleno de estrellas arriba de ellos, una gran cantidad de árboles a sus espaldas y la cercanía entre ambos, ambos se dieron cuenta de algo importante.

Operación NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora