XVII 🎀 Invitación

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Damian no se lo creyó cuando Anya le dijo que alguien iba a matarlo, de hecho se lo tomó como que era muy tímida para decirle de frente que quería dormir con él. Cuando escuchó a Anya pelear, se despertó y palideció al ver que ella había dicho la verdad.

Un asesino entró por su ventana.

Ni siquiera su habitación era segura.

Mentiría si dijera que no le aterraba pensar que podría volver a suceder, pero había una diferencia muy importante entre el ayer y el hoy. Ayer estaba solo, hoy tenía a Anya a su lado. Con ella, no tenía nada que temer, Anya siempre sería su lugar seguro.

Siempre.

Por eso pensó en algo que hacer con ella, pero no tenía ideas. ¿Ayudarla en su trabajo? Verla sentada en su oficina todos los días le hacía pensar que era aburrido y hartante, más ella actuaba como si fuera lo más relevante del mundo. ¿Regalarle algo? Ya le dio un perro y no sabía qué más hacer. ¿Escribirle un poema? Nunca fue bueno con las palabras. Si ni puede decirle que la quiere, ¿cómo va a escribir algo?

Lo pensó. Todos los días que la acompañó voluntariamente—a fuerzas—a su oficina a verla trabajar, fingía leer libros, pero en realidad estaba pensando qué hacer. Claro, él no sabía que Anya podía leer cada uno de sus pensamientos y que se divertía mucho al verlo tan confundido.

Pasó mucho tiempo antes de que Anya decidiera actuar. Claro, tenía que hacer muchas cosas antes de sugerirle algo a Damian, tenía que terminar de arreglar las rutas, leer los reportes de Yuri, ver el entrenamiento de Henry y finalmente hacer espacio para un día libre.

Le tomó mucho, mucho tiempo hacer espacio en su agenda para hacer algo con Damian. Fueron al menos dos semanas de estar todo el día en su oficina y solo salir para comer y dormir. Gracioso fue que a veces Damian salía a traerle cosas, como maní, para que no tuviera que ir a traerlas ella, o a acompañar a Bond para que no se sintiera solo. Más gracioso fue que, en todas y cada una de las veces, él intentaba decirle algo—que ella sabía a la perfección qué era—pero siempre terminaba cambiando la conversación.

Como ese día.

Había terminado de arreglar todos los cambios que quería hacer dentro del palacio con la nueva seguridad que impuso y el entrenamiento a cargo de Henry iba bien. Solo le faltaba el reporte de Yuri, pero era tan corto que sabía lo terminaría antes del atardecer.

Entonces entró Damian con la bolsa de maní. Él sabía que ella lo amaba, por eso le traía tan a seguido.

—¿Es para mí?

La emoción en el rostro de Anya nunca dejaba de hacer feliz a Damian.

—Solo si quieres —musitó. Anya sabía que eso era un "sí", más no se atrevía a decirlo—. Y bueno, también que...

Y otra vez sucedió.

—Que...

Lo escuchó en sus pensamientos.

"Que si quieres que hagamos algo... juntos".

Pero no de su boca.

—¿Q-que si mañana también quieres?

Anya no pudo evitar soltar una carcajada al escucharlo. Era torpe y tímido, nunca se cansaba de escucharlo... aunque a veces se preguntaba cómo terminó aceptando ser su novia.

—¡Tengo una mejor idea! —dijo Anya ante la mirada de un muy apenado Damian—. ¡Tengamos una cita!

Damian se confundió al escucharla. ¿Una cita? ¿Los dos?

¿Una cita...?

A Damian nunca se le ocurrió.

—¿Una cita? ¿Tú y yo?

—¡Sí! ¡Mañana!

—No sé...

En realidad, quería decir que sí.

—Y tú pagas todo, principito. Mi salario no me da para invitarte a comer...

—¡Claro que yo pago! ¿Qué clase de hombre sería yo si no invito a mi mujer a...?

Entonces se dio cuenta de lo que estaba diciendo.

En la misma oración, aceptó ir con ella, dijo que pagaría todo y la llamó "su" mujer.

No era que no lo pensara, pero decirlo y pensarlo eran dos cosas... ¡completamente diferentes!

—Entonces está decidido, mañana a las once tenemos una cita.

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Anya no pensó a dónde ir, dejaría que las cosas se dieran naturalmente. También pensó en invitar a Bond a la cita, pero ¿qué clase de cita sería si invitaba a su perro? Parecería más una salida familiar, lo que ella quería era algo íntimo, así que en cuanto salió el sol salió a caminar acompañada de Bond.

Y, cuando regresó... tocó el martirio. ¿Qué ropa se pondría?

Quería ponerse algo femenino, como uno de esos vestidos largos que suelen usar las mujeres de su edad, esos tan grandes y anchos que a veces pensaba que parecían paraguas. Y tenía uno, pero no se sentía capaz de pelear en algo como eso. Ella, antes que nada, era la caballera de Damian, su trabajo era protegerlo. No podía hacer eso en un vestido lujoso.

Un vestido, por mucho que le gustara, solo le estorbaría en caso de emergencias. Debería usar algo como un pantalón, pero su uniforme de caballera no era apropiado para una cita...

No, tal vez lo estaba pensando mal, estaba pensando de más.

Sus ojos se detuvieron en un vestido negro que su madre le regaló. Era parecido al que ella usaba para asesinar, excepto que tenía unos pocos más detalles y no tenía mangas.

"Este... este es el vestido".

Era perfecto para una cita. No solo era hermoso, sino que también podía defenderse de cualquier ataque con ese vestido y ocultar unas cuantas dagas en la parte oculta de sus piernas. Ya pensó el outfit, usaría unas zapatillas y unas medias oscuras.

Se vería preciosa, sería la mejor cita de su vida.

Aunque también sería la primera...

Operación NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora