XXIII 🎀 La Pesadilla Comienza

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Era de mañana, Anya lo sabía, pese a que el sol aún estaba oculto en el horizonte. Miraba con amor la cama en la que yacía dormido Damian desnudo, apenas tapado por una delgada sábana blanca. Aquella cama era testigo de todas las veces que ellos dos se habían demostrado cuánto se amaban y la noche anterior, después de regresar del teatro, no fue la excepción.

Anya no sabía cómo cambiaría su vida después de ese día. Si bien le pudo haber preguntado a Bond, se rehusó a hacerlo, negándose a la idea de perder todo lo que había conseguido al lado de Damian en tan poco tiempo. Ella había construido una nueva vida en ese palacio, en esas escaleras, en esos pasillos, en esa habitación, y ese día amenazaba con quitárselo todo.

Se tocó su vientre aún plano. Era el amargo recordatorio de que, de desertar, tendría asegurada su familia con Damian y que, de seguir con el plan, la probabilidad de que solo se volviera un recuerdo agridulce aumentaba.

Suspiró. Tenía que arreglarse y preparar todo.

Se puso el atuendo que el rey le ordenó vestir. No era muy distinto a su uniforme usual, solo que ahora tenía menos armadura, era básicamente un atuendo de ropa casual con unas pequeñas insignias en el lado izquierdo del pecho.

Anya se miró en el espejo, nerviosa. Ese día definiría todo su futuro. Esperaba encontrar la respuesta a su dilema antes de que estuviera parada frente a Demetrius. Tenía que verse impecable y decidida para engañar mejor a todos, por lo que se intentó animar un poco.

De repente sintió que Damian la abrazaba por la espalda.

—¿Tan temprano...?

Anya se giró y le dio un casto beso.

—A diferencia de... otros, yo tengo que asegurarme que todo esté en orden. Puedes regresar a dormir un rato más.

Damian no respondió. En su lugar, preguntó sobre otra cosa.

—¿No te han crecido los senos estos días?

Anya se sintió sumamente avergonzada al escuchar eso. Era cierto, ella lo había notado, pero que él lo preguntara tan abiertamente...

—¡Pervertido!

Lo alejó de un movimiento y caminó lo más rápido que pudo a la puerta.

—Me voy, nos vemos al rato.

Salió de la habitación sin esperar respuesta y se dirigió a donde se llevaría a cabo la boda, era el mismo lugar donde se llevó a cabo el banquete en que Franky murió. Era el mejor lugar considerando que se podía ver todo el patio trasero del palacio y este estaba repleto de flores hermosas, especialmente adornado para ese día.

Lo primero que hizo fue ir a comprobar que todos los caballeros estuvieran en posición. Formación 17 tenía que ser perfecta para que el plan funcionara.

El último que visitó fue Yuri, a quien le había tocado estar cerca de la torre de caballeros. En opinión de Anya, ese era el lugar más peligroso para que se infiltraran sus aliados, por lo que puso a una de las dos mayores amenazas ahí. A Henry, por otro lado, lo puso en el patio donde se llevaría a cabo la boda diciendo que tener dos caballeros imperiales en el evento era importante en caso de que algo pasara y se tuviera que proteger a la familia real.

La formación 17 combinaba con el plan 82 por un sencillo motivo: la infiltración sería dada por el este a la hora que los invitados terminaran de llegar, más o menos cuando casi toda la seguridad se concentraría en el evento. Seria más fácil infiltrarse sin ser vistos con el palacio medio vació y seguir los pasos necesarios para el asesinato 183.

Los tres planes convergían de una manera tan ideal que le aterraba.

Una vez todo estaba en su lugar, se quedó esperando a que iniciaran a llegar los invitados. Su turno de actuar no sería hasta después del caos provocado por el ataque. El día era nublado y parecía que en cualquier instante iniciaría a llover, como si el cielo supiera qué es lo que pasaría.

Vio cómo llegaban las familias de nobles de todo el reino que habían sido invitadas a la boda. Había muchas figuras importantes que ella no reconocería si no fuera por el viaje que tuvo con Damian poco después de llegar al palacio.

Los miró a todos atentamente, sabiendo a la perfección lo que pasaría con todos en unas horas. Lo sabía, pero prefería ignorarlo, prefería ignorarlo cuando vio a Damian llegar y buscarla con la mirada, cuando él se acercó a ella y cuando él se detuvo frente a ella.

—Hay... muchas personas.

—Es una boda real, su alteza. Aunque este sea el festejo privado y después se vaya a hacer el público junto a la coronación, sigue siendo de la realeza.

—Me pone un poco nervioso...

Lo entendía, ella se sentía igual.

—Su alteza, debería irse a su asiento.

—La estúpida etiqueta real no me dirá qué hacer, además, eres mi acompañante.

A veces le costaba creer que ese Damian era el mismo que se negaba a decirle las cosas de frente cuando estaban los dos solos.

—Pero eso dará mala imagen no solo de usted sino también de toda la familia real.

—Tch. Lo haré solo porque tú me lo pediste.

Anya sonrió al ver a Damian integrarse a los demás nobles. Sabía que ella aceptó ser su acompañante, pero nadie ahí estaría feliz de ver a un príncipe—aunque sea el que no hace "nada" por el reino—con una caballera de origen incierto.

Prefería omitir la parte en que él revelaba que eran pareja, pues no iba a pasar ese día al menos. No era bueno, no cuando todos pensaban que era una simple mujer fuerte, prefería esperar a después de que su plan tuviera éxito, cuando todos se enteraran de que, gracias a ella, todos los nobles salieron ilesos de esa celebración y que solo hubo una víctima a la que ella intentó proteger...

Aunque nadie supiera que fue ella la causa de ese incidente.

Estuvo vigilando que todo estuviera en orden hasta que fue la hora de iniciar la boda, cerca del mediodía. No faltaba ningún invitado, todos estaban en sus lugares, los caballeros se encontraban justo donde ella especificó y nada parecía ir mal.

Sabía lo volátil que el futuro podía llegar a ser y le aterraba que algo hubiera cambiado, pese a que checó el futuro un millón de veces con Bond. Aunque ella no cambiara nada, sabía que cualquier cosa, como el simple aleteo de una mariposa, podía cambiar todos los sucesos dentro del castillo.

Cuando Demetrius llegó utilizando su mejor traje hasta la fecha, la atención de todos se puso en él. Esa era la clave para iniciar, el evento que daría inicio a la boda, pues el representante de la Iglesia ya se encontraba en el altar dedicado solo a la familia real. Era la hora adecuada, las campanadas del mediodía sonaron, dando inicio al evento.

Era su momento, el momento por el que tanto había esperado desde hacía años. La señal que daría inicio a su plan se suscitó justo cuando las campanadas terminaron. Y ese era...

Bang.

El sonido de una pistola se escuchó cerca de donde estaban los invitados. Se escucharon algunos gritos de miedo, más ella los ignoró. Sabía que los nobles eran egoístas y cobardes, pero eso no era lo importante en ese momento.

Iniciaron a aparecer muchas personas cubiertas de cuerpo completo, excepto ojos, con una ropa negra oscura, de varios lugares de los alrededores del evento. Los caballeros que se encontraban presentes rodearon a los invitados para defenderlos de los agresores y ella no actuó de manera distinta.

Todas esas personas vestidas de negro trabajaban con el mismo propósito que ella, los mismos ideales, la misma misión, pero había una diferencia enorme entre ella y todos los demás. Ella no quería morir ese día, todos ellos se habían ofrecido para morir.

Por lo que, sin dudarlo, desenfundó su espada y se puso frente a los demás caballeros.

—¡Defiendan a los invitados! ¡Maten a todos los que vean!

Y así fue como comenzó.

Era el inicio de su sueño.

Lo que nadie le había dicho era que las pesadillas también son sueños.

Operación NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora