XVIII 🎀 Cima

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Cuando terminó de arreglarse, Anya se puso el vestido y se dirigió al lugar donde quedaron en verse.

¿Su habitación? Eso no sería especial.

¿La entrada de la torre? Eso es lo mismo de siempre.

Tenía que ser un lugar distinto a lo normal, un lugar adecuado para la ocasión, perfecto para simbolizar la magia de una cita, por eso sugirió verse en la plaza de la ciudad, justo en la fuente. Anya la miró, estaba más linda que como la recordaba, ahora tenía unas cuantas flores a su alrededor.

Su mirada se posó en una rosa rosa y se inclinó a olerla. Olía dulce, le gustaba.

—¿Te hice esperar?

Damian apareció detrás de ella. Traía puesto un traje que gritaba "mírame, soy un príncipe", pero este era diferente a todos los demás. No se lo había visto

—Para nada.

Damian se sonrojó cuando la vio de frente. Estaba costumbrado a verla en su uniforme de caballera, pero con ese vestido se veía tan...

—¿... Damian?

Él no reaccionó, solo supo que la sostenía con fuera entre sus brazos mientras la besaba profundamente. Ella no se negó, se dejó llevar, solo se aferró a la tela en la espalda ajena con más fuerza conforme pasaban los segundos.

Damian fue quien se separó primero en busca de aire, sonrojado, y fue hasta entonces que se dio cuenta de que todos los veían. Nadie solía hacer algo como eso en público. Se sintió apenado y se alejó de ella, sonrojado. A Anya le pareció lindo.

—¿Pensaste en algo que hacer?

La pregunta tomó por sorpresa a Damian.

—Yo... no...

Se sintió un poco decepcionado de sí mismo. Sabía que debió siquiera ver opciones, pero su mente quedaba en blanco cada que pensaba a dónde quería ir con ella.

Entonces Anya tuvo una buena idea

—Dijiste que no te dejan salir de la ciudad, ¿verdad?

Damian negó. Anya se acercó y le susurró en el oído.

—¿Te gustaría salir solo por hoy?

Se le había ocurrido algo al ver las flores de la fuente. Tal vez no era la idea más romántica, pero sí le agradaba.

—No sé... si Demetrius se entera...

—Oh vamos, yo estoy contigo, no pasará nada.

Damian se rindió al escucharla. Mentiría si dijera que no quería una aventura como esa.

—Está bien, ¿a dónde?

—Sor-pre-sa~ —cantó Anya—. Espero te guste caminar.

—La verdad es que no, pero... —sonrió—. Contigo voy a donde sea.

Anya se sonrojó un poco al escucharlo.

—¿T-traes dinero?

—¿Para qué? Si siempre me dan lo que...

Entonces recordó que él, al ser un príncipe, no manejaba sus propias finanzas. Le había dicho a Anya que él pagaría, pero se le olvidó ese pequeño detalle. Nunca cargaba ni un centavo consigo.

Anya lo notó. Sabía que no podía confiar en él para pagar, pese a que hubiera una fortuna a su nombre.

—Olvídalo, lo haré yo.

La siguiente hora fue comprar muchas cosas que Anya guardó en una canasta. Damian no entendió para qué, solo supo que Anya parecía querer comerse todo eso en lugar de guardarlo para después.

Operación NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora