Capítulo 13

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    El frío atravesó mi piel y comencé a reconocer de dónde provenía. Vi una ventana abierta en medio de aquella penumbra, la luna oculta por un manto blanco que se asomaba con lentitud. Abrí los ojos con dificultad, no lograba ver nada más que el camino de luz que se proyectaba a través de la ventana. Froté mis parpados con los dedos y en cuestión de segundos, oí algo.

Un golpe seco, como el sonido de una rama quebrándose, crujiente.

Otro golpe... un cuerpo impactando contra el suelo, luego... el silencio. Volteé rápidamente y pude reconocer algo al final del camino de luz.

Manuel...

Manuel tendido en el suelo y una figura corriendo entre las sombras. Me paralicé y sentí que no podía avanzar, me aterró ver su rostro pegado a la piedra, inmóvil.

¿Qué sentimientos vencían al miedo? ¿El amor o quizá el desespero? No lo sabía. Tardé varios segundos en advertir que aquello era real y en mi mente la voz de mi madre apareció casi como un fantasma, podía jurar que lo que oía estaba allí conmigo en medio de la penumbra.

"Deshazte de la niebla... y camina"

Recogí a Manuel en brazos, tenía el rostro más blanco que había visto nunca, el pelo ensangrentado pegado a la frente sobre la herida. Di un paso al frente, sintiendo que todo el peso de su cuerpo me anclaba a aquella habitación. Poco a poco recuperé el equilibrio y mis ojos se acostumbraron a la penumbra.

Cuando logré salir al exterior, rompí a llorar, sintiendo el cuerpo inmóvil de Manuel entre mis brazos. Llegué a la puerta principal del Internado con Manuel aún más pegado a mi pecho y en ese momento noté que ya no pesaba. O quizá era yo, que había sacado fuerzas de donde no me quedaban.

No sabía de dónde, ni tampoco cómo había logrado salir, pero allí me encontraba de nuevo, en Santa María del Mar. Giré la cabeza sobre mi hombro y poco a poco percibí que a mis espaldas se alzaba la Iglesia.

   Dentro del edificio principal había luz y por el pasillo cruzaba la hermana Francisca de camino a su habitación, llevaba una rosario en la mano. En cuanto me vio, el rosario se deslizo por sus dedos y cayó al suelo. Se llevó ambas manos a la boca y corrió hacia nosotros.

-Ayúdeme... por favor...- Balbuceé

La mujer con las manos temblorosas no supo que hacer, apoyó una mano sobre la frente de Manuel y luego echó a correr hacia su habitación. La seguí con Manuel en brazos y temblando entré a la habitación, lo dejé sobre la cama y me miré las manos con sangre. Permanecí de pie al lado del cuerpo de Manuel y desde ese instante todo parecía cruzar frente a mis ojos a cámara lenta y en silencio. Las hermanas entraban y salían de la habitación con desespero, hasta que de pronto sentí una mano tomar mi brazo y sacarme fuera. Nadie parecía notar mi presencia y no me resistí en salir al pasillo, o mejor dicho, no lo logré. Aquellas manos me sujetaron el rostro y me hicieron voltear hacia el frente, la miré aturdido como si de un sueño se tratara.

-Sor Angélica...- murmuré sin dejar de mirarla, me rodeó con sus brazos y no me dio tiempo a preguntar absolutamente nada, recosté mi cabeza sobre su pecho y dejé que mi mente se perdiera en el largo pasillo a oscuras, ella acarició mi cabello en un acto de consuelo y poco a poco percibí que sus manos ya no eran las mismas que me habían sacado de la habitación, reconocí en aquel tacto las manos de mi madre y lloré.

-¿Quién pudo hacerle algo así mamá?- sollocé. No alcé la vista, creía que si lo hacía mi madre desaparecería una vez más.

-Tú sabes quien fue hijo mío, tan solo debes ver...

No fui consciente del tiempo que permanecimos abrazados, pero cuando entré en razón ya era tarde. La mujer me soltó y se alejó nuevamente, llevaba puesto el hábito y supe con seguridad que era ella, era Sor Angélica y mi madre un producto de mi mente aturdida. Quise detenerla pero la puerta de la habitación se abrió una vez más y la hermana Francisca salió a mi encuentro.

Tras los muros del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora