Capítulo 9

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    Sentado en mi pupitre, resonaba la voz del profesor Ricardo, quien nos narraba la historia de un hombre, que tras volver de la guerra había conseguido incorporarse nuevamente en la escuela a la que enseñaba clases de filosofía. Desgraciadamente dos semanas más tarde se había abierto la sien de un balazo frente a sus alumnos, después haber oído el sonido de un borrador impactar contra el suelo.

Vi a Joaquín de reojo anotar algo en un pequeño papel y entregárselo a Manuel, que después de anotar algo debajo, me la pasó a mí.

"Vaya forma finalizar un jueves" anotó Joaquín.

"La parte favorita del día de Bruno, son las historias de Ricardo" contestó Manuel.

Meneé la cabeza y sonreí.

"Estimulan mi creatividad. Podría escribir un libro con sus historias"

Le devolví la nota a Manuel y volvió a anotar algo debajo, lo siguió Joaquín. Pero antes de que la nota llegara a mis manos nuevamente noté que el profesor había dejado de hablar. Me encontré con su mirada y quedé helado.

-¿Me podría mostrar sus apuntes señor Cortés? - dijo caminando hacia Joaquín.

Él obedeció y abrió su cuadernillo con apuntes del día anterior, pero el profesor ni lo miró. Noté que aún llevaba la nota en la mano y la escondía bajo sus piernas.

-No me refiero a esos apuntes... sino al que lleva en la mano.- sonrió.
Joaquín negó con la cabeza en silencio. Mientras que Manuel se cubrió la cara con una mano.

-¿Cómo dice?- cuestionó el profesor ante la negativa de Joaquín.

-Es privado... señor- contestó con voz temblorosa.
El hombre soltó una carcajada y extendió una mano. Pero para su sorpresa, Joaquín metió la nota en su boca y luego de masticarla un poco se la tragó.

-Virgen Santísima...- suspiré.

Manuel logró soltar todo el aire que había contenido por medio minuto.

-Créeme... hubiera sido peor.

En ese momento comprendí que lo que habían escrito luego de mi respuesta, no podía ser nada bueno.

El profesor palideció y acto seguido soltó un golpe sobre la mesa de Joaquín, tumbando todo lo que había encima.

-Fue mi culpa- Asumió Manuel

-La mía también- me uní yo.
Joaquín seguía mirando al suelo pero pude notar una leve sonrisa en su rostro. Todo el salón permaneció en completo silencio a la espera de que el profesor reaccionara y nos expulsara de la clase. Sin embargo, tomó a Joaquín del brazo y lo arrastró hasta la pared más cercana, junto a la pizarra. Yo comenzaba a levantarme para hacer lo mismo pero el profesor me ordenó que volviera a sentarme.

-¿Qué cree que hace?

No contesté.

-A veces, solo basta con castigar a uno. No se preocupe, cuando pase las siguientes tres horas sentado cómodamente y su amigo allí, lo comprenderá.

Volvió dictar la clase con normalidad, ignorando por completo la presencia de Joaquín.

Pasadas tres horas, el profesor comenzaba a retirarse. Todos formamos la fila para salir y Joaquín que no había movido ni un solo músculo hasta ese momento, hizo amago de reunirse con nosotros en la fila.

-¡Eh! ...¡eh! - exclamó el profesor - ¿A dónde piensa usted que va?

-Debemos asistir a la clase de filosofía señor.

Tras los muros del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora