Capítulo 22

2 0 0
                                    


Agosto 1919

Siete meses después

   Corría el mes más caluroso en todo el pueblo y sus alrededores, la casa de Elián y las dos mujeres, que de costumbre era tibia, lo fue esa tarde aún más. El sol brillaba sobre sus cabezas, quemándoles el cabello y dándoles un color casi rojizo al final del día. Elián se tapaba el sol con una mano sobre los ojos, sentado en una manta sobre el césped. Sobre sus piernas, descansaba Alma y su enorme panza. Un poco más alejada, pero no demasiado, la joven Julia tomaba también el sol junto a la criatura que llevaba bajo el vientre. Con los ojos cerrados y absorbiendo toda la luz que necesitaba para calentar su corazón ya no tan vacío. Comenzaba a acostumbrarse con la idea de vivir allí, conseguir un trabajo, y criar a su niño junto al de Alma.

Alma por su parte, quien esperaba la llegada de una niña, no pensaba en otra cosa que no fuera el sol y la combinación perfecta que hacían junto a una brisa fresca. Los ojos turquesas de Elián mirándola desde las alturas y las pequeñas arrugas que sus veintiséis años le habían ido dejando de a poco. Como un recuerdo que le otorgaba la vida, de los momentos ya vividos... momentos de mucha felicidad o de agonizante tristeza, pero lo suficientemente fuertes como para dejarle una marca en el rostro.

-¿Qué miras?- soltó el joven con una sonrisa divertida.

-A ti.

-¿Y que ves?

-Calma...

-¿Eso es un elogio? - Cuestionó Elián ente risas - Quiero imaginar que esa no es una forma piadosa de decir que soy un aburrido.

Alma rio también y negó repetidas veces.

-Veo a un hombre apuesto.

-Hmm...

-¿Qué? ¿No me crees?

-Por supuesto que te creo...- bromeó el hombre.

-Oh por Dios... apuesto pero arrogante...

Alma rio de nuevo, hasta que su rostro pasó de la felicidad a una mueca de dolor. Se sujetó el  vientre con ambas manos y se incorporó de golpe.

-Mi bebé- exclamó.

Julia se acercó con toda la rapidez que su cuerpo le permitía.

-Llamaré a un doctor- dijo Elián al momento que la ayudaba a levantarse.

-No podemos llamar a un doctor- replicó Julia.

-Tiene razón, nadie puede saber que estamos aquí.

-No te dejaré aquí, sin ayuda alguna, conozco a alguien de confianza- la tranquilizó él - No dirá nada.

    Pasadas las dos horas, el sol irradiaba sobre la casa emanando calor, al menos Alma así lo sintió. Elián llegó tarde, y junto a un doctor que las reconoció apenas verlas. Para cuando atravesaron la puerta, los recibió el sonido de un llanto. Dos, para ser justos. El de un niño y el de su madre.

-Míralo - dijo Alma, invitándolo a acercarse.

-Es precioso...- confesó frente al niño que en nada se parecía a él, pero sin embargo, ya comenzaba a querer. -Hola pequeño... ¿tu madre ya te ha dado un nombre?

-Se llamará Bruno... Bruno Sardá. - Manifestó su madre y el pequeño Bruno le ofreció su primera sonrisa.

****

Tras los muros del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora