Tercer capítulo

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¡Lo mató! Ha matado a mi gato—, gritó Candy asustada.

—Le aseguro que no, todavía está respirando, es mejor que aprovechemos que está desmayado para que el veterinario le ponga todas sus vacunas. Me siento tan avergonzado con usted que yo pagaré lo que se gaste con... ¿Cómo se llama su gato? —, Albert quería tranquilizarla de alguna forma.

—Flofy —, respondió Candy

—¿Flofy? Como le dije pagaré la cuenta del veterinario.

Entraron a la clínica, Albert sostuvo a Flofy mientras lo inyectaban, también lo desparasitaron.

—Quisiera compensarla de otra manera por casi matar a Flofy, ya sé, puedo llevarla a su casa.

—No es necesario, con que haya pagado la consulta es más que suficiente, además el veterinario me garantizó que flofy se recuperará.

—Insisto.

—Está bien, se ve usted confiable, pero le advierto que tengo gas pimienta en mi bolso por si se atreve a secuestrarme y tomé clases de defensa personal con el mejor maestro de artes marciales.

—Señorita... ¿Cómo se llama?

—Candy.

—Mi nombre es Albert y ha sido gato conocerla, que diga, grato, aunque sea en esta penosa situación. Candy quiero hacerle una observación, jamás le diga a un desconocido que tiene como defenderse de él porque le está avisando y el tomará sus precauciones.

—Tiene razón ¿acaso no le parecí amenazadora?

—No al contrario, usted me parece una mujer dulce y hermosa.

Albert le abrió la puerta de su mercedes benz para que ella lo abordara y puso a Flofy en el asiento de atrás, el gato estaba en su caja de plástico en que lo transportaba su dueña. En el camino sus intestinos le jugaron una mala pasada a ella, pues hicieron un ruido alertando a Albert que su hermosa acompañante tenía hambre. Candy para disimular que de ella provenía aquel vergonzoso sonido comentó —, Este flofy ya tiene hambre, cuándo lleguemos al departamento le daré su alimento.

Albert sonrió y para pasar más tiempo con ella le dijo—Hablando de comida ¿No le gustaría almorzar? Por aquí hay un Italiannis.

—No, ya ha hecho bastante por nosotros, por otra parte, no creo que me dejen entrar con flofy.

—El está en su cajita, lo podemos dejar en la recepción. Anímese así podrá achechar a su gato todo lo que resta de la tarde.

—Me ha convencido, vamos —aceptó con una sonrisa.

Albert se estacionó y entraron al restaurante, esa tarde el se enamoró de Candy.

Fin de la retrospección

—¿En qué estás pensando Flofy?

Albert se acercó a Candy y con sus garritas le masajeó la barriga. Ella mientras lo acariciaba por todo su pelaje hasta llegar a la cola, el se entusiasmó tanto que le pasó la lengua, a ella le desagradó el contacto.

—¡No Flofy! No me gusta sentir tu lengua rasposa.

«Si tuviera mi cuerpo de humano, te aseguro que no te quejarías de mi lengua» pensó Albert, después de eso puso su naricita fría en la mejilla de ella.

—Sabes Flofy, tus ojos me recuerdan mucho a Albert.

Albert se puso atento a lo que diría.

—Te platicaré quien es Albert, es un paciente que me gusta mucho. El quedó en estado vegetativo por un accidente en un laboratorio, lo conocí cuando llevé a flofy 1 al veterinario, se portó excelente con nosotros, durante el almuerzo en el restaurante italiano me dijo que también tenía un gato. El día del accidente habíamos quedado de acuerdo en juntar a nuestros mininos, el no llegó a la cita, pensé que me dejó plantada, esa noche me tocó guardia y fue cuando vi que lo llevaban inconsciente, al parecer su sobrino estaba experimentando con su gato y el quiso impedirlo; en el momento que se acercó para liberarlo fue la explosión, al pobre gato no lo encontraron por lo que se deduce que se desintegró. Lo que te platico me lo contó su sobrino Stear, el pobre tiene tantos remordimientos que llega a visitarlo todos los días al hospital.

«Pobre Stear, iré al hospital para que vea que estoy vivo, ¿pero a quien se le ocurre querer demostrarle al mundo que tenemos alma? Es obvio que la tenemos, el pensó capturar el alma del gato, pero no se puso a pensar que sacándole el alma a un ser vivo ese ser moriría, como el gato no tiene alma pues no hay nada que sostenga mi cuerpo y es por eso que estoy como muerto, sino me estaría comportando como un gato, suena loco, bueno algo bueno está saliendo de esto, ahora sé que no le soy indiferente a Candy» meditaba Albert.

Mi mínino en navidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora