II. Laberinto de Emociones.

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La noche se ceñía en ese lejano reino, el manto tupido de estrellas adormecía a todo el pueblo y al castillo, todos cansados del día buscaban paz entre las suaves sabanas de sus camas, perseguían el sueño para escapar de la realidad y otros se man...

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La noche se ceñía en ese lejano reino, el manto tupido de estrellas adormecía a todo el pueblo y al castillo, todos cansados del día buscaban paz entre las suaves sabanas de sus camas, perseguían el sueño para escapar de la realidad y otros se mantenían despiertos por la ansiedad, con velas puestas en los distintos rincones oscurecidos por la luna, quien observaba esa figura tan delicada caminar entre el frondoso bosque detrás del palacio al que pertenecía como rey, curiosa la luna le seguía la pista a Jimin que se aseguraba de no tener a ningún alma o molestara en su retaguardia, con la bendición de un par de árboles se camuflaba en busca de un poco de privacidad, algo de calma, de silencio, las cosas en el reino no iban de lo mejor y todas las miradas eran puestas en su esposo, Min Yoongi, su dinastía se caracterizaba por lo agresiva y terca, con ese semblante frío y facciones felinas. Esa encantadora sonrisa solo era mostrada en ocasiones, la mayoría de veces para sus ojos, para calmar sus pensamientos intrusivos acerca de la guerra, se sentía tan inútil al no servir como un buen soldado, maldecía sus manos por ineficaces ante la guerra.

Solo servía para crear flores, raíces, para crear la vida, no para quitarla.

El agua sólo servía para nutrirse y sentirse tan liviano dentro de ella, era un recurso delicado, no ofensivo.

Un par de lágrimas salieron de sus ojos, en un lugar tan amplio se sentía tan atrapado, ahogado en la luz de la luna, como si los árboles lo juzgaran por sus acciones, si tan solo supieran lo que era sentirse tan inservible en un lugar tan difícil de manejar, teniendo que ser el pilar de miles de personas, esas que confiaban en tu juicio, comprenderían el porqué de esas finas hijas de la tristeza que marchaban por sus pómulos rompiendo sus hermosos e inocentes ojos, Jimin intentaba verse fuerte para no darle más problemas a Yoongi, pero nadie jamás se había tomado el tiempo de entender los sollozos de Park, porque él representaba la sensibilidad con el don del agua, ninguna persona lo tomaría en serio, su naturaleza era sentirse mal con un par de palabras ajenas. La gente era cruel con Jimin.

Una vez sus piernas se detuvieron, comprendió que estaba ciertamente perdido, pues nunca había ido a parar a un hermoso lago detrás de su palacio, uno donde la cristalina agua reflejaba la luna y ese firmamento de estrellas, era como un espejo. Robó su aire esa hermosa escena del agua formando una silueta, como la de una mujer — o parecida —, sus ojos eran como perlas observándolo, brillantes lo escaneaban deteniéndose en tantos puntos de su anatomía, entonces el espíritu del agua supo que había hecho bien en elegir a Jimin como un portador de sus poderes. Esas hebras doradas cayendo por sobre su frente tan frágiles dejaban ver sus ojos rotos en lágrimas, sus labios gruesos y brillantes que más de alguno intentó besar, sus mejillas ruborizadas por la vergüenza que sentía al mostrarse vulnerable, con una figura digna de envidiar para cualquier dama o joven.

Vestía con un hermoso vestido de color blanco, con detalles elegidos por él y su esposo, se veía totalmente maravilloso con aquellas telas, que el espíritu del agua decidió hacerle una reverencia en forma de saludo.

Flores Ciegas para un Rey Roto. [YM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora