La noche se hizo día. Los rayos del sol volvieron a colarse a través de las cortinas, bañando a Jimin y a Yoongi de ese aire matutino que los instaba a levantarse. Por suerte, Jimin ya tenía los ojos bien abiertos desde hacía horas. Desafortunadamente, Yoongi aún seguía cabeceando, caía en el sueño por segundos y despertaba exaltado cuando el otro lo llamaba. Los días de otoño solían ser los más duros debido a las cadenas del sueño convertidas en sábanas, las pocas ganas de caminar a través del clima frío y la sequedad en los labios debido a la gelidez del viento. Esa era la razón por la cual Jimin tenía el cuerpo cubierto de mantas y se abrazaba a la pálida anatomía de Yoongi, enredando las piernas en las suyas, descansando la pomposa mejilla en su pecho y oyendo a su corazón latir con la serenidad de un verano.
Había estado despierto desde que el sol comenzó a deslizarse, partiendo en el horizonte hasta que cayó rodando en su ventana. Apreció cómo la noche se derretía en un maravilloso amanecer de colores únicos, que le recordaron a distintos cuadros del castillo. Se distrajo tanto en los rayos de luz que impregnaban sus aposentos con total gracia, que olvidó volverse a dormir. Para su infortunio, ya era tarde, pues, la mañana dio inicio hacía horas atrás. Pese a que había recopilado unas horas de sueño, no serían suficientes para aguantar todo el día con una sonrisa rostro, pretendiendo no tener una jaqueca. Realmente quería creer que eso era suficiente para aguantar el viaje desde el castillo hacia el norte. Sin embargo, era difícil mentirse a sí mismo.
Entonces un ligero ronquido lo despertó de sus inquietudes. Con una risa atrapada en la garganta volteó a mirarlo; ahí estaba, con sus cabellos lacios cayendo por la almohada, sus párpados cerrados y sus finos labios entreabiertos, dejando salir los suaves ronquidos. Un semblante imperturbable. Yoongi se había vuelto a dormir, aún tenía el brazo alrededor de su cintura, que se colaba por debajo de su vestido de noche con un fuerte agarre que sería difícil de retirar sin su consentimiento.
Jimin se quedó algo pensativo al observarlo. Los largos dedos de Yoongi se sentían tan distintos en comparación a la madrugada, hoy eran mucho más ligeros. Hoy, la comodidad de sus llamas, le imploraban que cerrara sus ojos y descansara los pocos minutos que quedaban de calma en el castillo, pues pronto vendría uno de sus criados a buscar la presencia de Yoongi y se lo llevaría a la sala de reuniones para ponerlo al día con la situación en el sur.
—Mi rey. —El susurro de Jimin fue suficiente para estremecerlo. Abrió sus orbes marrones, sobresaltado, indagó en el cuarto con ellos, todas las pesadillas que se había imaginado se hicieron realidad, hasta que observó la deshecha cabellera rubia a su lado. Su ilustre piel brillaba con la débil luz proyectada por el sol y su sonrisa que calmó toda recóndita pena. — Debemos levantarnos —repitió las mismas palas de hacía unos minutos, en un tono tan dócil que parecía pedir que se quedaran en la cama.
—Sí... —Arrastró la voz como pudo para responderle. Volvió a cerrar los ojos y se quejó por lo bajo al estirar su brazo libre.
—Me has respondido lo mismo durante media hora, amado. —Dejó salir una risita suave, que empapó al Yoongi de aquel cálido sentimiento que llenaba sus mañanas.
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Flores Ciegas para un Rey Roto. [YM]
Hayran KurguLos príncipes Jimin y Yoongi son comprometidos a la fuerza, viéndose obligados a unir sus naciones, se transforman en un solo reino, Anica. Esto con el fin de salir victoriosos en una guerra que envuelve a las mentiras y el amor en nudos imposibles...