VIII. Lluvia Prendida en Fuego.

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La luna iluminaba el rostro del joven rey, bañándolo en una bendita luz que procuraba saciar todas las preocupaciones de su ceño fruncido, sus hebras rubias desparramadas como cascadas sobre la almohada, bajando poco a poco hasta su semblante, donde algunos singulares cabellos se atrevían a interferir con su vista hacia la ventana aun sin cerrar. El viento con libertad se tomaba el amplio lugar, recorriendo todos los libros en las estanterías, enfriando la silueta hambrienta de quietud, figura noble que descansaba sobre las suaves sabanas de las que gozaban en su castillo, en el espacioso dormitorio compartido con su esposo. Las estrellas algo preocupadas espiaban desde las nubes a esos tristes ojos, curiosas se apilaban una junto a otra con vista a el reino de Anica, en el único ventanal donde aún el espíritu de la libertad se escabullía admirar a el descendiente del agua, los orbes del monarca seguían abiertos, sin dejar espacio a una tregua consigo mismo esa noche. No era de sorprender que el rey Park se mantuviese preocupado por su amante, quien en otra habitación se hallaba descubriendo estrategias de defensa que los ayudasen a combatir lo aún desconocido por sí mismo, y, quizás, con algo de suerte, encontrar aquel sendero que los librase de todo dolor y guerra.

Pero, ¿Quién es capaz de conciliar el sosiego cuando el que está al mando de tantos reclutas es quien más quieres? Ese a quien delineas con tus dedos su espalda esperando que sus heridas curen con tus roces indefensos, con tus yemas mágicas pasas una y otra vez sobre su parpado, buscando que la rota melodía que lo dañó, se cure con tu sinfonía de mariposas, pero Min era aclamado por las espadas, pertenecía a las cicatrices y al dolor, y a Park las flores le aplaudían, los árboles aleteaban con sus hojas ante su llegada, mientras las medicinas eran creadas por sus hábiles manos. Tejedor de vida y un destructor de cuerpos mortales, ¿Qué romance forjan los polos opuestos? Y es que, el dolor desgarra el alma de Jimin todos los días al darse cuenta de las diferencias que eran planeadas por el destino, y que apartaban sus figuras en un campo de batalla sin rosas ni árboles, solo flechas y escudos destrozados que embarrados con agonía del oponente coloreaban un agresivo paisaje. Se preparaba para todos los escenarios posibles, donde la piel de porcelana que tanto admiraba cuando dormía, se encontrase manchada de muerte, con unos ojos apagados, deshidratados, como cenizas volaría y no lo percibiría en el aire cuando este soplase, ¿El amor dolía así? ¿Por qué hay un pinchazo continuo en su corazón que lo hace sentir tan mal y culpable al no ayudar? Sabía que, en muchos cuentos, los dos enamorados sufrían tantos percances más crueles que los propios, sin embargo, siempre había una luz incandescente sobre ellos, como un halo que los protegía de la guadaña que a los nobles persigue, y es que, el romance jamás sale mal, o quizás no en los cuentos que Yoongi le recomendaba de la biblioteca.

Aquellos de pieles suaves y caminatas sobre campos floreados. No sobre espinas y metales deslustrados.

De qué me sirve leer sangre perfecta en libros románticos, si mi realidad consume un inhumano aire a su alrededor, donde ambos somos protagonistas de una masacre sin victoria aparente. Donde nuestros dos cuerpos pueden perecer.

Flores Ciegas para un Rey Roto. [YM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora