I. Mis Flores Ciegas.

7.7K 602 191
                                    

El rey golpeaba con fuerza los árboles que había a su alrededor, las llamas nacían ante su presencia desapareciendo en la humedad del bosque, quemaba la superficie de esa madera tan antigua que presenciaba su rabia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El rey golpeaba con fuerza los árboles que había a su alrededor, las llamas nacían ante su presencia desapareciendo en la humedad del bosque, quemaba la superficie de esa madera tan antigua que presenciaba su rabia. Sus ojos derramaban incesantes lágrimas silenciosas que bajaban por sus pálidas mejillas, enrojecidas por el esfuerzo de mantener sus sollozos dentro de su gélido corazón. Estaba vulnerable y no se permitía que nadie lo observase en tales condiciones, menos siendo el rey de una legión, no buscaría que lo viesen de esa forma tan débil y desprotegido de cualquier ataque. Debía dar el ejemplo. Así que, como era de costumbre, escondido se desahogaba en lo profundo de ese frondoso lugar, solo él con el ensordecido silencio.

Y era esa la carga que pesaba en sus hombros, esa que le asignaron cuando descubrieron los dones de destrucción y agilidad de su anatomía, Min Yoongi, nacido desde una llama perdida de un gran incendio, fue personificado por el espíritu del fuego, este se encargó de elegir a la chispa más terca de su familia y bendecido por el espíritu del viento, esperando a un progenitor digno de su nombre, noble otorgado con el poder de destruir o poner en nombre de la justicia las causas justas. Descolorida piel con un cabello oscurecido por la noche, con una contextura más bien delgada, era quien entre sus dedos manejaba una responsabilidad aún mayor, teniendo que proteger un territorio completo de atacantes ajenos. Sin embargo, no estaba solo, había gente dispuesta a pelear por su honor, por su apellido, por él.

No buscaba sangre derramada, ni si quiera quería ayuda de los demás, pero nada había funcionado esos últimos días en el campo de batalla, la realidad lo golpeaba al ver que no tenía nada que hacer frente a sus enemigos, se sentía ridículo solamente intentando pelear contra aquello que era imposible de derrotar. Mordió su labio con fuerza sosteniendo un sollozo, entre tantos, a lo lejos en su mente coreaban la inútil que era, que se quejaba por pequeñeces, que solo quería exagerar por un poco de atención, eso solo lo empeoraba.

Nadie le había enseñado mucho de lo que hacía en el trono, estudió tantas veces para que en su cabeza se grabara cada pequeño detalle, pero parecía totalmente imposible ponerlo en práctica. Tan joven sus tutores lo dejaron en ese gran trono esperando a que fuese exitoso, en consecuencia, ahora el miedo a la decepción era una fobia al mero rechazo de todos. En especial de un chico de hebras doradas como el fuego que creaba, en este se generaban pequeños rizos que le parecían encantadores, ese quien parecía ser una pequeña ninfa de jardín, era su esposo, poseedor de los dones de la fertilidad, la naturaleza o la tierra y gracilidad, el agua y la fragilidad. Siempre puesto en último lugar cuando se trataba de ofensiva, estaba enamorado de sus pequeños pasos al agua cuando temía que este lo rechazara al caminar sobre ella, cuando las flores sin querer se escondían por su presencia, amaba como sus manos hacían todo lo contrario a las propias, generaba vida con un par de movimientos y melodías de su voz, hermosa sinfonía que le encantaría escuchar siempre. Creaba vida.

Estaba sumergido en todo su ser, cada curva, cada desvío, cada pequeño detalle de esa persona que legalmente era su esposo era prácticamente todo lo que alguna vez había deseado tener, algo que proteger entre sus dedos, Jimin, Park Jimin, esa pequeña ninfa de jardín que tan hermoso podía llegar a ser físicamente, como en su corazón, uno bondadoso con cada ser vivo que encontrara, viendo en todos un pedazo de nobleza, por su contraparte, estaba el espíritu del agua, siendo egocéntrico, ciertamente narcisista a veces, pero, maldita sea, tenía todo el derecho a ser así de arrogante con una apariencia tan angelical.

Flores Ciegas para un Rey Roto. [YM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora