VII. Máscaras Vestidas de Girasoles.

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«— ¿Cómo se supone que me comporte como un rey?

— Haz saber que tu corona se encuentra en tus cabellos, mi amado. — Respondió Min al inocente chico que se recostaba a su lado con miles de flores naciendo en una enredadera de incógnitas, se manifestaban con un polen que le generaba alergias al pobre Jimin, quien lagrimeaba de incertidumbre y molestia. — Nadie puede hacerte nada, porque tú eres el máximo juez de este reinado, junto a mí.

— ¿Y cómo les hago saber que tengo este puesto?

— Habla con fuerza, porque tu voz lleva la razón, camina con seguridad, porque en tus pasos florece la vida, actúa con esa fragilidad que tienes, aprovecha esos ojos que el espíritu del agua te ha brindado para endulzar a cada persona en tu camino, pero jamás de ablandes ante ellos. — Los dedos largos de Min pasaron por la mandíbula de Park quien sollozó en silencio esta vez, sus ojos se suavizaron brillando junto a la pena de perlas que caían sobre sus mejillas hasta las sábanas. Pestañeó una vez para aclarar su vista. Dos veces para enamorarse otra vez. Y tres para comenzar a explicar. — Eres fuerte, eres mi esposo y rey, Jimin. Todos deben respetar tu puesto, hasta yo, mi rey.

— ¿Cómo podrías?... Solo soy un joven que debe ser rey y no tiene idea de cómo serlo.

— Eres tan fértil como un árbol, tan frágil como un lago, tan esplendido como un paraíso de flores. Eres vida, Jimin y ese es tu don.

— ¡No, no! Yo quiero ser como tú, quiero poder luchar contigo, quiero cuidar de ti. — Sollozó con fuerza, a la vez que con sus manos cubrían el rostro que sentía indigno. Algunas veces tus propios pensamientos suelen ser crueles, moldeando la cárcel en la que pasarás de forma voluntaria el resto de tu vida, si no te aventuras a capturar aquellos destellos de esperanza que a tu lado se encuentran. El rey de piel como miel, era el único capaz de deshacerse de tales sentimientos, sin embargo, aún no comprendía cómo.

— Luchas conmigo cada vez que curas mis heridas, delineando con tus dedos mi espalda, viéndome a los ojos esperando entenderme. Luchas conmigo de forma indirecta. Eres mi pilar y sin ti, me hubiese perdido en las llamas de la ira.

— No lo entiendes. — Susurró casi para sí mismo, sin embargo, Min no dejaba escapar ni un solo eco de aquella habitación compartida, no dejaría que la voz de su amado saliese en vano de sus carnosos labios. Tomó una de sus palmas con delicadeza, tal vez sin querer alejarla de su rostro.

— No lo terminaré de hacer nunca, Jimin. — Con una expresión preocupada besó el dorso de su mano, depositando todo el amor que su alma ferviente guardaba sobre las plumas de su piel, no se permitía ir más allá que en inocentes roces de cerezos en lugares generales de su piel. — Pero, hasta entonces, haré todo lo que esté en mis manos para complacerte, mi rey.

— Entonces, llévame a la guerra. Llévame a luchar contigo, Yoongi.


Y el silencio ahogó a Min con una hoja afilada en su garganta.

Flores Ciegas para un Rey Roto. [YM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora