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[Jeongin]

¿Por qué seguía temblando? ¿Por qué, aún estando sentado frente al director esperando que aumentaran mis horas de castigo, seguía viendo el rostro de Seungmin frente a mí? ¿Por qué también lo único que oía eran sus palabras?

"¿Fue una declaración? Sonó como una declaración, al menos"

Mi mente estaba inundada de él, no podía escuchar o sentir nada más que su recuerdo. Me sentía flotando, rozando la verdadera felicidad en mucho tiempo. Ni siquiera cuando el director y la amargada de literatura decidieron extenderme el castigo a lo que quedaba de semana, pudieron borrar la estúpida sonrisa que se había anclado a mi cara.

— ¿Un castigo te parece motivo suficiente para reírte?

— ...

— ¡Yang, te estoy hablando a ti!

— Tranquilícese, profesora –intervino el director, intentando calmar los humos de la mujer que tanto odio me guardaba, y más aún al ver que el aumento del castigo no había tenido ningún efecto negativo en mí.

— ¡Este niño me pone de los nervios! –exclamó al tiempo que se levantaba y abría la puerta. Yo hice lo mismo, ansioso por encontrarme de nuevo a Seungmin, y mis plegarias tuvieron su recompensa, encontrándome con mi persona favorita en el mundo tras la puerta, apoyado en la pared con el móvil en la mano, más no fui yo quien le habló primero. – ¡Oh, hola encanto!

— ¿Eh? –levantó la vista y ahí sí que me convertí en la primera persona a la que miró. Dio un paso, parecía dispuesto a agarrarme o decirme algo, pero de nuevo la maldita profesora se interpuso entre ambos. Juro que sentí ganas de cogerla del pelo y tirarla por la ventana.

— El señorito Yang ya recibió su correspondiente castigo, no tienes nada de lo que preocuparte, tranquilo.

— N-no es eso, yo quería hablar co-

— ¿Kim Seungmin? –ahora era una cuarta voz muy reconocible, la del director, quien se asomaba tras la puerta. Al parecer, por como miraba al moreno, sentía el mismo afecto por él que la profesora por mí. – ¿Qué haces aquí?

— Director, venía a explicar que Jeongin no tuvo la culpa de nada, fue un malentendido...

— ¡Yo lo vi todo, vi como este niño maleducado de aquí empujaba a una chica!

— ¡Pero fue mi culpa, no la suya! –intentó explicar Seungmin, casi tan desesperado como frustrado, y he de admitir que me encantó verle de esa forma, concretamente verle así por mí, solo por mí.

— Kim Seungmin, entre a mi despacho.

Y ahora fue él quien me sonrió antes de entrar por la gruesa puerta de madera. La profesora también entró, alegando que no iba a dejar que castigaran a alguien inocente solo porque quisiera proteger a un amigo. Un amigo.

¿Yo era amigo de Seungmin?

De hecho nunca me había parado a pensarlo. Jamás puse nombre a lo que fuera que teníamos, yo simplemente era de él, no tenía mayor complicaciones, él era mi todo y yo era completamente suyo, lo demás se me escapaba de las manos y no sabía de ello.

Esperé varios minutos tras la puerta, queriendo verle una última vez antes de volver a casa, queriendo aclarar las cosas y que me explicara qué narices significó todo lo de antes. Pero por desgracia, al rato salió la profesora por la puerta y prácticamente me echó a patadas del colegio, alegando que estaba en una conversación muy complicada y yo ya no tenía nada más que hacer ahí, sin saber que el asunto por el cual yo esperaba era más importante que mi propia vida.

Pero lo hice, decidí no causar más problemas y salir del recinto. Ya hablaría por móvil o mañana iría a buscarle a su casa, porque estaba claro que acababa de suceder algo, deseaba con toda mi alma que las cosas hubieran cambiado.

— ¡Jeongin!

Levanté la vista a la voz que me acababa de sacar de mis ensoñaciones, y para mi mayor sorpresa me encontré con Beomgyu apoyado en el muro, con esa perfecta sonrisa digna de cuento de hadas. No sé porque, pero fue la primera vez que al verle no me sentí tan aliviado y reconfortado como otras veces, ahora su situación había pasado de ser un soporte, a ser una carga.

— ¿No te llegó el mensaje que te envié? –pregunté extrañado, mirando mi móvil para comprobar que yo lo hubiera enviado. Pero no me hizo falta encontrarlo, pues su respuesta solucionó todas mis dudas.

— Sí, pero decidí esperarte.

— ¿Llevas esperando casi dos horas? –pregunté atónito.

— Tampoco tenía nada mejor que hacer –se encogió de hombros y sonrió, acercándose para plantar un beso en mis labios. Pero me aparté, me alejé unos pasos y él me miró con extrañeza. – ¿Pasa algo?

— ...

— ¿Qué ocurre Jeongin?

— Seungmin...

Y le conté todo. Le conté cada detalle, cada palabra y como sentí cada segundo. Él era mi novio, sí, pero mejor que nadie sabía todo lo que yo quería a Seungmin. Él podría comprenderlo mejor que cualquier persona en el universo.

Pero no lo hizo.

Me miró con el ceño fruncido, y para mi sorpresa golpeó un cubo de basura que se encontraba cerca de nosotros. No fue una escena muy violenta o atemorizante, pero fue el momento que más me asustó de lo que llevaba junto a él, principalmente porque era completamente inesperado.

— ¿Te dijo en algún momento que le gustas? –preguntó acercándose de nuevo, mirándome fijamente.

Y dando donde más dolía, porque una vez me puse a recordar, no encontré esas palabras en ningún momento de la conversación.

— N-no...

—¿Entonces por qué das cosas por hecho?

— Pe-pero parecía que...

— ¡Deja de engañarte a ti mismo, Jeongin! –pegué un pequeño brinco por el grito, mirándole asustado y con los ojos completamente abiertos, incapaz de reconocer a la persona que se plantaba frente a mí. Ya no había formalidad y encanto en Beomgyu, ahora era todo frustración y enfado. – No le gustas, solo ha jugado contigo y nunca le vas a gustar. ¡Solo has sido un maldito culo con el que se ha divertido, te ha utilizado, Jeongin, y lo seguirá haciendo si caes tan fácilmente ante él! No te quiere, joder, ¿por qué no puedes verlo?

— N-no... y-yo...

Y ahí supe que hacía unos momentos estaba flotando, porque en ese segundo, cuando terminó de hablar, caí. Caí de lleno contra el suelo, dándome de bruces y rompiéndome el alma con la caída. Me quedé quieto, estático, mirando al suelo e intentando procesar todas las palabras de Beomgyu y la verdad que traían con ellas.

— No llores, bebé...

Pero yo lloraba.

— Siento haberme puesto así, solo quiero lo mejor para ti...

Ni yo sabía que era lo mejor para mí.

— No me gusta ver cómo juega contigo, te quiero demasiado...

Yo solo era un juguete.

— A Seungmin no le importas, deberías haberte dado cuenta a estas alturas.

— A Seungmin no le importo... –murmuré, repitiendo sus propias palabras y percatándome de ellas por primera vez en mi vida.

— Venga, te acompañaré a casa –volvió a mostrar esa sonrisa que llevaba tanto rato sin salir y me cogió la mano, limpiándome con el dorso de la contraria las lágrimas que seguían descendiendo por mis mejillas. – No te merece, Jeongin.

— ...

— ¿Quieres que te lleve en brazos?

— ...

— Vas a olvidarle, hazme caso.

Y volvió a acercarse para besarme, con la diferencia de que en estos momentos no le aparté, no lo vi necesario.

Nada había cambiado.

Descubierto- SEUNGINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora