¡Qué digan, lo que digan!

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Pasaron varios días sin que Isabela tuviera respuesta a sus cartas, aunque no lo esperaba realmente dolía. La presentación de Laura con la familia había salido a la perfección, ahora los veía pacear libremente por el pueblo, estaba feliz por su tío, él si podía vivir ahora su amor sin que nadie los juzagara o sin grandes obstáculos. Por la noche fue hasta el techo para mirar las estrellas, a pesar de que sentía un vacío quería aceptar su derrota, si ahora Camilo quería estar lejos lo entendería. Sintió el frío hasta los huesos, el viento que había jugaba con su cabello, sus ojos brillaban como si anunciarán que algo bueno estaba por venir.

Camilo salió de su habitación, iba a bajar por algún bocadillo pero la vio ahí sentada, por primera vez en muchos días estaba sola, era su momento así que subió hasta ahí.

— Pensé que estarías de nuevo con el tío Bruno aquí — se sentó a su lado sin voltearla a ver

— ¿Nos haz estado espiando? — abrazo sus piernas tratando de darse calor y evito voltear a verlo

— No exactamente, solo han sido casualidades — respondió algo indiferente

— Respondiendo…solo está cansado, han sido grandiosos días para él, logro lo que hace mucho hubiera querido, es libre de vivir su amor, ahora más que nunca necesita descansar para poder salir a pasear con la señorita Laura

— Oh vaya quien lo diría, el si es libre de vivir su amor con la persona que ama sin tener que esconderse ¡o sufrir un rechazo! — dijo con algo de dramatismo

— No siempre fue así…el verdadero amor sabe esperar…perdonar…luchar — trato de esconder su cabeza entre sus piernas y brazos

— Justamente eso — por fin volteo a verla

— Como sea, estoy cansada y hace frío, buenas noches Camilo — se paró para bajar e ir a su habitación

— Isabela… — la vio caminar

— ¿Si? — detuvo el pasó

— No nada… — se paró también, una vez más se debatía entre seguirla o dejarla ir

Isabela caminó hasta su habitación y entro, justo cuando iba a cerrar sintió algo detenerla.

— Espera…¿Podemos hablar? — suplico su camaleón

— Claro — lo dejo pasar a su habitación y se sentó sobre una de las sillas que tenía

— Yo…no debería…pero si no te digo lo que siento todo seguirá como hasta ahora — se sentó frente a ella

— Te escucho — por primera vez en mucho tiempo sonrió para él

— Se que te falle en esto del amor, se que tampoco soy tú mejor opción, también se que entre nosotros ya no queda nada, pero se que hay algo que provocó esto, es justo que me digas lo que es Isabela

— No debo…me prometí que no lo sabrías — comenzó a sentirse nerviosa y las flores de a poco comenzaban a tornarse azules

— Necesito la verdad, ya no puedo con esto y se que lo haz notado, ya intenté mucho, otra mujer e incluso el alcohol y nada me ayuda — se sincero

— ¿Alcohol? — le sorprendió hasta dónde había llegado

— Me estoy perdiendo, ya no se quién soy, cometimos errores pero si enviaste esas cartas es porque hay algo que debo saber, te lo suplico, solo dime la verdad y si después de decirme me pides que me alejé lo haré — se puso en cuclillas frente a ella

— Cam…no puedo, no es bueno que tú lo sepas — intento evitar mirarlo a los ojos

— Fue el silencio que hizo que nos perdieramos, ya no me ocultes lo que sucede por favor — junto sus manos en un gesto de suplica — Te amo y por ese amor te suplico que me digas que fue lo que hizo que te alejaras

El secreto de la reina de las flores y el cambia formas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora