Vestida de blanco

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El frío de noviembre no ayudaba a aquellas madres desesperadas. Los días pasaban muy rápido desde que Isabela y Camilo se habían ido.

— Tía — Dolores intento llamar su atención

— ¿Sucede algo, mi vida? — Julieta volteó, con sus sobrinos seguía siendo tan amorosa

— Me podrias dar un buñuelo es que amanecí con mareos — acaricio su vientre lentamente

— Claro cariño — tomó un buñuelo y se lo dió

— Gracias, tía — dió una mordida

— Debo preguntar ¿De verdad nunca escuchaste nada? — dijo como si fuera una suplica

— No, yo lo hubiera querido, pero jamás escuché ninguna plática y tampoco los latidos de su bebé, debieron siempre hablar en sus habitaciones o tal vez me distraje mucho con mi embarazo que…— rompió en llanto

— No, no tranquila mi vida, no quise — se acercó a abrazarla con delicadeza

— Es que fue mi culpa tía, debí escuchar aunque sea una mínima cosa — ella seguía culpandose por ello

— No fue tu culpa, en todo caso fue la mía y la de tu madre que jamás supimos darnos cuenta — suspiró

— No tia, no fue culpa de ninguna, ustedes hicieron un buen trabajo como madres, ellos fueron los que decidieron fallar de esta forma — intentaba que se reconciliaran y se apoyaran en su dolor en lugar de discutir

— ¿Crees que fuí mala madre? ¿Alguna vez les falle? ¿Acaso no les demostré mi amor? — miró a su sobrina

— Claro que no, siempre has sido buena con nosotros, nos cuidas y nos demuestras tu amor como madre y tía

Julieta y Pepa con el pasar de los días se decidían más de que no había sido su culpa, ambas pensaban que habían criado a sus hijos con principios. Ellos habían decidido hacer eso.

Camilo e Isabela avanzaron a través de los pueblos, su objetivo era llegar a la cuidad. Llevaban cerca de dos meses viajando. Isabela ahora tenía cuatro meses de embarazo,su vientre se empezaba a abultar, cada día era más cansado para ella andar a caballo por lo que se detenían varias veces al día. Pero un pueblo antes, conocerían a Misael y Lucia por un problema.

— Disculpe un…— ni siquiera lo dejaron terminar de hablar y lo empujaron

— Aquí no aceptamos visitantes — dijo tomando bruscamente de la camisa a Camilo, aquel hombre de aspecto rudo

— Solo queremos quedarnos una noche — pocas veces el camaleón sentía miedo

— Pues busquense otro pueblo, nosotros no nos arriesgaremos — dijo amenazando

— Solo es una noche, por favor, mi mujer está embarazada…— lo empujaron contra el piso

— ¿Y eso a mí que? Todo mundo sabe que es una estupidez viajar con una mujer embarazada — aquel hombre se creía superior porque veía a Camilo muy delgado

— Por favor déjelo ya nos vamos — Isabela bajo del caballo muy asustada

— Mira nadamás, una muñequita muy bonita — aquel hombre puso la mirada sobre la florecita y chifló

— Nos retiramos — la morena estaba muy asustada, vió como otros hombres con el mismo aspecto se empezaron a acercar, era cierto, ya era bastante noche y su error fue acercarse a una mala persona, pero querían solo un lugar para descansar

— No hermosa, ahora no te vas de aquí

Al escuchar esas palabras Camilo corrió para evitar que le hicieran algo a su florecita, intento quitarlo pero entre otros dos hombres lo agarraron. Isabela empezó a gritar por ayuda con desesperación. Camilo vió como aquel hombre la tomo entre sus brazos, sabía que la iba a lastimar, estaba siendo muy brusco con ella y su bebé, él forcejeaba para intentar liberarse, no sabía que hacer, por un momento pensó si su don funcionaba. Lo intentó e imitó la forma de aquellos hombres. Cuando se dió cuenta de que funcionó le gritó a Isabela y él se safo y propinó algunos golpes.

El secreto de la reina de las flores y el cambia formas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora