Capítulo 23

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Jennie me miro con los ojos bien abiertos y se quedó unos minutos estática. De pronto empezó a balbucear cosas ilegibles.

—Dios mío. —una enorme sonrisa se formó en sus labios y de pronto sus ojos se llenaron de
lágrimas. —No sabes lo feliz que me haces Lili. —me abrazo con delicadeza. —Y si es niño por ley debe llevar tan siquiera un nombre que yo elija.

—Si es niño tú eliges el nombre, si es niña lo elijo yo.

—Trato hecho. —estrechamos nuestras manos.

—¿Cómo quieres llamarlo?

—Jae Hee — sonreí ya que tenía una pronuncian casi igual a su nombre

—¿Cómo Jennie?

Jennie asintió.

—Y tú, ¿cómo la llamarías?

—Lo estoy pensando mejor y creo que sería Jisoo

—Por tu madre. —reconocí tristeza en su voz.

—¿No te gusta?

—No es eso, solo lo que...

—¿Extrañas a mamá?

—Demasiado. —admitió.

—¿No crees que sea momento de volver?

Jennie negó entristecido.

—Jisoo nunca va perdonarme esto, lo sé.

—Pero es que ya pasaron tres años, quizá ya lo olvido.

—¿Olvidar que técnicamente me robe a su hija que en aquel entonces tenía diecisiete? No lo creo. —bufo.

Dimos ahí terminada nuestra conversación.

(•••)

9 Meses después

Estaba echando a la lavadora los abrigos más calientes de Jennie. Ya se venía diciembre, la temporada más fría y valía la pena estar bien preparados.

Cerré la puertecita transparente de la lavadora y de pronto sentí una patadita de él o ella.

Habíamos ido a varios ultrasonidos pero le pedimos al doctor que fuese una sorpresa.
Acaricie mi barriga de nueve meses bastante grande.

—Calma cariño.

Pero esta vez me pateo tan fuerte que creí que iba a caerme.

Me sostuve de la lavadora y cuando por fin me estaba recuperando sentí un nuevo golpe.

Estas no eran pataditas, al ser primeriza no las reconocí al instante pero juraría que eran contracciones.

—Maldita sea ¿Justo hoy decidiste nacer? A penas nazcas te voy a castigar. —mordí mi labio tras una nueva contracción.

Hoy, hoy que el auto se había descompuesto y Jennie estaba a mitad de un juicio sumamente importante.

—Por favor quédate en la pansita bebé. —intente sonar dulce pero mi voz salió más como en un chillido suplicante.

Camine con cuidado a la salida del cuarto de lavado. ¿Cuándo fue que se nos ocurrió instalarlo en el sótano?

—¡Santa mierda de cristo! —grite. (Por las chanclas de Moisés, hfjdhd ok no sigan leyendo)

Jamás imagine que esto doliera tanto. Y eso que aún eran las contracciones.

Como pude subí los escalones del sótano y empuje la puerta desesperadamente.
Agarrándome de las paredes y muebles llegue hasta el teléfono.

La Mejor Amiga de Mamá (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora