En el Reino II

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Capitulo. - Reino del Este.

-Ryuichi, ¡hola!... ¿puedo acompañarte a caminar un rato?...

Una luz brillante se puede notar alrededor de aquella pequeña silueta que se encuentra enfrente de aquel fornido hombre, sus ojos miran con asombro aquel joven bien parecido, su sonrisa calma su sed, con su calidez que desprende su aura calma su hambre.

Comienza a cercarse aquel joven sonriente, estira su mano para alcanzarlo, pero se desvanece cuando la punta de su dedo rosa aquel pequeño flequillo que cubre su hermoso rostro.

-n-no... e-espera... n-no te vayas...

El sudor corre por su frente cayendo a la fría sabana que cubre su cuerpo desnudo.

- ¿Qué rayos fue eso...?

Fue un largo camino para llegar al reino del Este, ya que hicieron parada en el campamento de la frontera del noreste y pidió la ayuda del General Renzo quien se unió a la caravana, ahí perdieron tiempo mientras se organizaban.

Eso pensó el rey Asami que no veía para cuando llegar, aunque cabalgaron lo más rápido y acortaron paso entre llanuras y atajos para llegar pronto sintió que llego muy tarde.

Los ojos del Rey Asami se movían de un lado a otro observando las ruinas de lo que un día fue el reino del Este.

Parecía un pueblo fantasma mientras pasaban por los escombros de chozas, puestos ambulantes hechos cenizas, cavernas y posadas destruidas por el fuego.

Mientras más avanzaban más grande es la desolación, el silbido del viento susurrando los lamentos de los muertos.

Era un escalofrío que carcomía hasta los huesos.

El general Renzo y sus soldados se estremecían a cada paso quedan. Mirando por todos los alrededores en espera de ver un alma en pena.

Cuando llegaron al palacio real sus ojos se hicieron más grandes por ver que no quedo nada en pie.

Sabía que son bárbaros, pero destruir por completo sin dejar nada de pie eso sino es normal. Ya que conocía a los dos tipos de bárbaros que hay, los bárbaros que atacan para sobrevivir y los que atacaron está vez son los más sanguinarios, arrasando todo a su paso.

Malhumorado el Rey Asami se bajó del caballo. Con fría mirada observó las ruinas del palacio real, no podía creer que todo esté completamente destruido, desde la entrada al territorio hasta llegar al palacio real; eso quería decir que los bárbaros son dueños del territorio.

Pero no había ningún bárbaro por alrededor ni mucho menos se topó con uno en el camino. Lo más extraño que no había ningún campamento de barbaros por ningún lado.

Desmontaron de sus caballos, el Rey Asami no podía creer los que sus ojos veían.

Los contados pobladores que quedaron con vida llevan tratando de sobrevivir con lo poco que tiene para comer ahora que ha pasado el tiempo todo sea terminado no queda nada para comer.

Con ojos cansados y abatidos tratan de ver por pequeños orificios que hay entre la madera que los cubre quién es el desalmado que acaba de poner un pie en la desolada ciudad.

Después de aquel cruel y desbastador masacre. No se atreven a moverse ni respirar.

Al escuchar casquillos del caballo y bajos susurro en el aire. Decidieron asomar sus pequeñas cabezas entre los pedazos de madera con los cuales se resguardan de un ataque nuevamente.

Los aldeanos están muy aterrados que no son capaces de salir de su escondite. Cuando un aldeano decidió dar el primer paso al ver que eran gente que provenía del reino vecino del Norte.

Antiguo Dolor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora