Harry no quería estar en San Mungo, realmente odiaba el lugar, pero trabajo era trabajo.
Cuando había entrado al cuerpo de aurores les había tocado seguir el caso de un asesino serial. Todas las víctimas habían sido esposas de mortífagos convictos, por lo que nadie había puesto real empeño en encontrar al criminal. Harry había escuchado los testimonios, visto las pruebas y las escenas, y había deducido quién era el culpable. Luego de eso, Robards lo había mandado a Estados Unidos por tres meses para que siguiera un curso de perfilación de criminales. Desde ese momento todos y cada uno de los casos consistían en asesinatos, violaciones, secuestros y abusos sistemáticos.
Sentado en la escalera de emergencia, Harry suspiró y tiró la cabeza hacia atrás, observando la escalera del piso superior.
Ahora tenía en sus manos el caso de algún pervertido sexual. Ya ni siquiera se sorprendía de la depravación humana, trabajar como auror lo había vuelto un cínico. Había tenido que ir a San Mungo porque una mujer había colapsado luego de encontrar el cadáver de su nieta en horribles condiciones, Harry había tenido que ir al hospital para interrogarla. Era realmente agotador tratar con civiles, quizás por eso era tan buen auror, porque normalmente tenía que ver cadáveres y víctimas, solo debía seguir la violencia, no consolar.
Se levantó y terminó de bajar las escaleras, saliendo del hospital sin mirar a nadie. Dio la vuelta a la manzana y entró a un café que no se veía demasiado lleno. Lo mejor era tomar algo caliente y comenzar a escribir su informe. Pidió a la mesera un café y sacó del bolsillo de su abrigo su libreta de notas y un bolígrafo.
—¿Estás segura que no quieres más?
Harry levantó la vista de inmediato al escuchar la voz. A un par de mesas más allá había una pareja, el hombre le daba la espalda, pero podía ver su cabello castaño y la chaqueta color vino, al frente había una joven de unos veinte años, muy guapa, rubia y de ojos azules. Sobre la mesa había un par de tazas y unos platos, seguramente habían estado compartiendo un desayuno tardío, las manos de ambos estaban entrelazadas y el hombre acariciaba el dorso de la mano de ella con el pulgar. Incluso para un inexperto era claro que había algo romántico entre ellos, la joven tenía una mirada llena de anhelo y una sonrisa coqueta. Harry incluso podría decir que esa era la tercera cita que tenían sin temor a equivocarse.
—Tengo que volver a San Mungo en un rato, pero aún tengo tiempo para ti —continuó el tipo.
—Ay, Roger —soltó la chica con un suspiro enamorado, marcaba la "r" con demasiada fuerza, debía ser extranjera—. No quiero molestarte, debes estar ocupado con el trabajo.
La mesera trajo el café de Harry, lo que lo distrajo unos segundos. Al volver a mirar a la pareja dedujo que la chica había convencido al tipo de volver al trabajo, el hombre estaba pagando la comida y ambos se pusieron de pie para retirarse. Harry solo necesitó un pequeño movimiento de varita para camuflar su imagen, ni Roger Davies ni la joven se fijaron en él cuando pasaron a su lado.
Harry tomó su café, sopló y dio un sorbo. Repitió aquello tres veces antes de que su teléfono comenzara a sonar. Era un aparato útil para alguien como él, que estaba lejos de la oficina y en constantes casos, Hermione lo había ajustado para soportar la magia y lo había obligado a llevarlo para poder comunicarse con él ante cualquier emergencia. Harry ni siquiera miró el nombre cuando contestó, no lo necesitaba.
—¿Harry? ¿Cómo estás? ¿Te fue bien? No te veías muy bien cuando saliste en la mañana —aunque el aparato distorsionaba la voz, Harry no tuvo problemas en identificarla.
—Estoy bien, todo fue bien —respondió de forma monótona.
—Uh. Eso no suena convincente, amor. ¿Por qué no vienes por mí a San Mungo y vamos juntos a almorzar?
ESTÁS LEYENDO
El precio del amor
FanfictionHarry es un auror en un caso difícil que tiene un amoroso novio... o eso creía. Un día le ve con otra y en vez de hacer una escena decide vengarse, para ello le pide ayuda a Draco Malfoy. [Drarry]