Pista 5

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En un principio, Harry había pensado no asistir a la cita con Malfoy. No se sentía capaz de enfrentar sus burlas. Lamentablemente, su mente no dejaba de recordarle que debía ir y apenas logró concentrarse en su trabajo. Así que juntó todo el valor que tenía y se apareció a las afueras de la mansión.

—¿Quién llama?

La verja negra no era acogedora con el tono seco y la voz inhumana.

—Harry Potter, vengo a ver a Draco Malfoy.

Apenas pasaron unos segundos antes de que las rejas se abrieran. Al otro lado esperaba un elfo enfurruñado que lo invitó a pasar y le guió por el camino hacia la mansión. Harry reprimió cualquier recuerdo de la guerra y avanzó.

—Tiene que haber una buena iluminación, pero no debe llegarle el sol directamente —se escuchó una voz femenina—. También se debe evitar las habitaciones del ala sur que den a los jardines, no podemos permitir que el aroma de las flores entre.

El elfo lo había hecho entrar por la puerta principal y caminar hacia el fondo. Cerca de las escaleras había otro elfo detenido, recibiendo instrucciones de alguien a quién no podía ver.

—¡Gill! —la figura desconocida se movió y surgió.

Era una mujer joven, con el cabello rubio recogido en una coleta alta y de ojos verde claro. Llevaba ropas simples y cómodas, pero Harry había aprendido a identificar detalles, la calidad de las prendas como las pocas joyas de la dama indicaban que era alguien con dinero.

—¡Señorita Astoria! ¡Gill está llevando al auror Potter con el amo! —el elfo chilló, cambiando su actitud huraña por una casi reverencial.

—Buenas tardes, auror Potter —la joven sonrió de forma angelical—. Gill, cuando termines de guiarlo, acompáñame a hacer las compras. Pregúntale a Draco si necesita algo más.

Harry apenas hizo un cabeceo y esperó que la bruja terminara de dar las instrucciones. No estaba seguro por qué, pero verla le había amargado el ánimo. ¿Quizás porque era una chica guapa como con las que Roger lo engañaba? ¿O era porque parecía tan feliz aún cuando su pareja era Malfoy? Probablemente era un poco de ambas. Lo peor es que no podía odiarla, ella parecía genuinamente amable.

El elfo lo guió hasta el final del pasillo y lo hizo detenerse frente a unas grandes puertas de madera. Le indicó que esperara y desapareció. A los pocos segundos abrió y le indicó que entrara.

—En un momento estoy contigo, Potter. No rompas nada —saludó Malfoy.

Apenas Harry entró las puertas se cerraron tras suyo y la penumbra invadió el lugar. Todas las paredes estaban cubiertas por estanterías con ingredientes para pociones, extraños objetos y libros. Hacia la derecha había un escritorio lleno de papeles, un par de sillas y un gran sofá, todo a juego. Malfoy se movía por el lado izquierdo entre un mesón, un enorme caldero encendido y un pizarrón con complicadas fórmulas.

—Si estabas ocupado, ¿para qué me llamaste?

El auror avanzó hacia las estanterías, mirando los artículos y los títulos de los tomos. Había varios instrumentos para pociones y de astronomía, algunos adornos curiosos además de objetos que no lograba identificar. Malfoy siguió con lo suyo, sin prestarle atención. Aunque se veía como el sangre pura millonario que era, su imagen no era pulcra. Los mechones le caían sobre el rostro y se había quitado varias capas de su traje para quedar solo con la camisa blanca. Había arremangado las mangas y sobre la blanca piel era visible la Marca Tenebrosa.

—Estoy ocupado, Malfoy —dijo impaciente.

El Slytherin tiró algo al caldero y la habitación se iluminó por un segundo. Harry pestañeó rápido, encandilado, y apenas logró ver al rubio ir a la pizarra a anotar algo. El auror suspiró y avanzó hacia el otro lado para tomar asiento en una de las sillas, sus ojos fueron al escritorio donde había varias piedras transparentes.

El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora