Pista 7

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Uno de los aurores se alejó para vomitar en cuanto vio la escena, el otro se había tenido que apoyar en una de las paredes y miraba horrorizado el cuerpo mutilado. Harry entendía esas reacciones, pero no tenía tiempo para consolar a los pobres novatos.

—¿Qué sabemos?

El lugar olía a animales y a encierro. Bajo el cuerpo y la paja había un charco de sangre, las paredes y el techo tenían rastros carmesí, como si hubiesen desmembrado al hombre en el lugar. Las moscas se posaban sobre el cadáver, llenando el granero con sus zumbidos. Harry habría querido espantarlas con un hechizo, pero si los muggles aún no analizaban la escena, tenía que aguantarse.

—El dueño vio luces extrañas y vino a revisar, alcanzó a escuchar voces, pero al entrar solo estaba el cuerpo. Llamó a la policía y ellos me avisaron —el detective señaló hacia los aurores—. Hablé a la línea directa y me deshice de los investigadores, volverán en unos 10 minutos.

Harry se acercó al cuerpo. Tenía la boca tan abierta que le habían destrozado la mandíbula, usándolo como un jarrón habían colocado los brazos y las piernas en una especie de macabro arreglo floral. El rostro del hombre estaba sucio y había rastros de lágrimas, sudor y sangre, al parecer no se habían preocupado de limpiarlo cuando lo instalaron allí. El auror observó una de las manos que estaba en una posición demasiado forzada, el índice apuntaba hacia un costado, Harry se acercó un poco más y distinguió pequeñas letras de sangre pintadas sobre las tablas del suelo que formaban la palabra "Blasfemo". Ese había sido el pecado de la víctima.

—¿Ya lo revisaron?

—La forense dice que murió a eso de las 11 de la mañana, al parecer la causa fue la hemorragia. Lo desmembraron vivo —el detective suspiró—. No tenemos información personal, pero encontraron esto.

Farrell sacó unas bolsitas de plástico transparente. En una había una colilla de cigarro, en la otra un boleto de tren y en la tercera fibras de algo.

—Esto es del tren de París de hace dos días, puede ser uno de los asesinos o la víctima —explicó el muggle.

—Hablaré con los aurores franceses —Harry señaló la tercera bolsita—. ¿Y eso?

—Para ti, para que hagas tus trucos. Puedes llevártela, la forense tomó más muestras.

—¿De dónde salieron?

Farrell señaló sus propios dientes y luego le mostró las uñas.

—Se defendió antes de morir, si hay rastros de piel te avisaré, pero lo que sabemos es qué debió rasguñar y morder a uno de sus atacantes.

Era una pista concreta. Harry guardó la bolsita en su bolsillo y asintió, luego se giró hacia los novatos para ordenarles volver al ministerio. Ellos no se hicieron de rogar y desaparecieron en un pestañeo.

—¿No vas a agitar tu palito mágico?

—No es necesario, me pondré a investigar sobre las fibras y a hacer contacto con los franceses.

—Toma, estas son las fotos que tomaron. Luego puedo darte un informe con el testimonio del dueño, pero no sé qué tal útil sea —el detective le entregó un sobre con las fotos, luego señaló el cadáver—. Aún está tibio...

—Avísame cualquier nueva información —Harry guardó las cosas y se apartó—. Voy a volver.

El muggle apenas movió una mano para despacharlo, saliendo del granero y cerrando las puertas. Harry le dio un último vistazo al cuerpo antes de volver al cuartel.

Se perdió el almuerzo y parte de la tarde por estar esperando los resultados del laboratorio. El pocionista encargado lo había mirado mal, pero de todos modos se había puesto a trabajar sobre la muestra. Harry se había sumergido tanto en el caso que incluso se había olvidado que había dejado a Malfoy en su oficina.

El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora