Pista 9

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—Esto es lo que han mandado los franceses.

Harry dejó una caja llena de papeles y fotografías sobre el escritorio. Sentado en la silla y observando el chivatoscopio estaba Farrell. No era la primera vez que traía al detective muggle a su oficina, pero siempre se veía curioso por los distintos objetos mágicos.

—¿Qué tantas desapariciones tienen? —cuestionó asombrado por el tamaño de la caja.

—133 desapariciones en cinco años, han encontrado el cuerpo de 28, y ahora se les suma nuestras víctimas... de algunas de ellas.

Farrell hojeó los papeles, sacó su libreta y comenzó a comparar la información con sus propia notas. Harry lo dejó trabajar y en su lugar siguió llenando su pared con los nuevos datos que habían propiciado los franceses. Se suponía que iba a viajar, pero luego de la escena con Roger, Robards se lo había prohibido, incluso le había ofrecido unos días de vacaciones. Así que para demostrar que la ruptura y la infidelidad no le habían afectado, seguía con el caso.

—Creo estamos lidiando con un grupo organizado —habló el muggle—. Y creo que todas nuestras víctimas fueron asesinadas por este grupo.

—¿También lo crees? Sé que estamos trabajando con parámetros muy amplios, pero estoy seguro de que son los mismos secuestradores. Al menos son del mismo grupo, puede que tengan personas aquí y en Francia.

—¿Pero por qué? No es trata de personas, no es ajuste de cuentas, tampoco es venta de órganos... Es casi como si lo hicieran por morbo —Farrell se giró hacia las fotografías en la pared e hizo una mueca—. Lo que no cuadra con una mafia.

Harry no respondió. Se giró a buscar más post-it y se quedó viendo el estuche con pociones que Malfoy le había dado. Lo abrió y extrajo la botellita del líquido rojo, analizando el contenido; era bastante acuoso y un tanto transparente.

—No para una mafia, pero sí para una organización. Los nazis para los muggles, mortífagos para nosotros —el mago dejó la poción en su lugar—. Asesinarlos porque representan algo malo, es un motivo que encaja incluso con la tortura y las escenas arregladas.

—Pero fueron secuestradas. Quitando a Émile, todas las chicas estuvieron al menos unos días secuestradas, sin tortura ni abuso, toda la violencia física empezó a las pocas horas de morir. Hay algo que no estamos viendo.

Para el auror todo el caso se les estaba yendo de las manos. Las pistas creaban más dudas y debían involucrar a más personas e instituciones, el lío burocrático ya lo tenía agotado.

Farrell siguió revisando los papeles y anotando, buscando puntos en común. Harry, por otro lado, se puso a hacer café, esperando que el moverse le sirviera para encontrar la respuesta correcta. Estaba en ello cuando llamaron a la puerta, de forma distraída el auror otorgó el permiso para entrar y se arrepintió apenas Draco Malfoy pisó su despacho.

—No sabía que estabas ocupado —ni siquiera saludó—. Creí que te habían dado vacaciones luego de que tu exnovio ventilara todas sus infidelidades.

—¿Por qué viniste a mi oficina si pensabas que estaba de vacaciones? —Harry lo observó con el ceño fruncido.

El alquimista caminó por el despacho como si se tratara del suyo y tomó asiento en la silla libre. Le hizo un pequeño cabeceo a Farrell a modo de saludo antes de dignarse a responder.

—La respuesta corta sería porque eres Harry Potter —el Slytherin se encogió de hombros—. Una más elaborada sería que tienes la mala costumbre de saltarte las reglas, un complejo de salvador, estás obsesionado con tu trabajo y lidias con cualquier sentimiento negativo evadiéndote. Aparte, todavía están las fotos turbias de cuerpos y escenas de crímenes, así que aún no cierras el caso y te gusta dejar un trabajo a medias... Lo que no esperaba es que tuvieras compañía.

El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora