Pista 12

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Bueno, copio y pego lo que puse en mi otra historia: La verdad es que he estado muy mal anímicamente, he tenido varios ataques de pánico y episodios disociativos, así que mi estrés, ansiedad y angustia están al límite de mi aguante. Aunque me gusta mucho escribir y me ayuda a distraerme, creo que lo que saldrá no tendrá sentido con el tono de la historia, así que no actualizaré hasta diciembre (claro que si me siento mejor antes, volveré antes). Lamento la pausa, sé que vienen acá a leer una historia y no mis problemas, pero quería contextualizar un poco el por qué de esta pausa...

En fin, acá les traje el capítulo de esta semana. Gracias por leer, disfruten la lectura :)

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Harry regresó a Inglaterra al día siguiente, había recolectado toda la información posible sobre el viaje que había hecho Malfoy y obtenido los datos del departamento de Zabini. Su primer destino fue el ministerio, tenía la intención de averiguar a qué hora sería su viaje a Francia. No había previsto tener a la auror Latour esperando en su oficina.

—¿Qué pasa? —preguntó en cuanto entró.

—¡Señor! —ella se enderezó—. Lo estuve buscando... Ah, ¿qué le pasó en las manos?

El mago la miró confundido por el repentino cambio de tema, bajó la vista y se miró las palmas. Con los días parecía que el tono se había hecho más intenso, pero como no era un problema, Harry lo había dejado muy por debajo en su lista de prioridades. ¿Qué importaba que de repente sus manos se hubieran teñido? Luego de encontrar a Malfoy y asegurarse de que estaba bien, averiguaría qué estúpida prenda seguía manchándole la piel. Mientras, podía vivir con ello.

—¿Por qué estás aquí, Latour?

La auror abrió la boca sorprendida y sonrió avergonzada.

—Lo siento, señor, pensé que estaría en el mundo muggle, así que no le envié una lechuza o un patronus...

—Ve al punto —bufó Harry—. Todavía tengo que ir a hablar con el jefe.

—¡Justo eso! El jefe me mandó a llamarlo, al parecer el viaje a Francia se aplazará hasta mañana... —ella bajó la cabeza y habló más bajo—: Al caso se le han sumado los inefables.

Harry frunció el ceño, iba a cuestionar a la chica, no obstante cambió de opinión y se dirigió al despacho del jefe. La secretaria trató de detenerlo, pero Harry entró a la oficina sin siquiera tocar, como siempre lo hacía, seguramente aquella bruja debía odiarlo. Robards levantó la mirada de unos papeles que estaba revisando y soltó un suspiro, en un acto inconsciente empezó a frotarse las sienes.

—No tengo la autoridad para evitar que los inefables se metan, Potter.

—Señor, es mi caso —el auror se acercó al escritorio y apoyó las manos sobre la madera—. Usted sabe que los inefables nunca cooperan y les interesa más la magia que las personas.

—Son órdenes de arriba.

Harry tuvo que morderse el interior de la mejilla y concentrarse en el dolor, empezaba a notar su magia chispear y no sería bueno tener un arrebato con su jefe. Tenía que calmarse.

—Escucha, Potter —continuó el hombre—. Creo que no es tan malo que trabajes con ellos, al parecer tu caso es el mismo que el de ellos.

El auror recordó a la única víctima que había sobrevivido, aquella chica que luchaba por su vida en un hospital muggle. Cho Chang había llegado antes que él y había mandado a llamar a un auror francés. Harry había estado tan ocupado intentando seguir las pistas que no se había detenido a pensar que el francés había llegado demasiado rápido.

El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora