Pista 14

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Harry miró asqueado el desayuno que tenía enfrente, la señora Flamel se había disculpado por no tener té, pero el auror creía que incluso si le hubiesen servido un banquete, no habría comido nada. Pasó una mala noche por haber estado dándole vueltas al papel de Malfoy dentro de aquel retorcido juego y ahora su estómago se negaba a la idea de ingerir algo.

—Estuvimos hablando con Perenela y concluimos que tenemos algo de culpa sobre lo que está pasando —habló Flamel.

El Gryffindor observó al viejo hombre sacar un manuscrito amarillento y dejarlo sobre la mesa. Una nube de polvo se elevó y la anciana pareció regañarlo en francés, pero el alquimista simplemente empezó a pasar las páginas.

—A lo largo de los siglos mi investigación ha sido robada, se ha quemado o perdido. Lo que queda de lo que escribí es muy poco y nada sobre la piedra filosofal.

—Al menos sabemos que la información no salió de acá —murmuró Harry.

—De eso puede estar seguro, señor Potter —el anciano lo miró fijamente—. Ni siquiera al joven Malfoy le entregué mis secretos.

Harry entendió lo que estaba haciendo, quería limpiar el nombre de Malfoy. Tal vez el Slytherin era una especie de discípulo o alguna mierda así, de alguna forma se había ganado el favor de Nicolas Flamel. El auror suspiró y asintió. Si Malfoy hubiese robado la información de esa casa, nunca habría llevado a Harry hasta allí.

—Pero puedo ayudarle a entender los principios de la alquimia, el propósito de la piedra filosofal es saltarse esos principios.

—¿Se refiere al principio de equivalencia?

—En parte, pero no es lo único. Y como principio es mucho más complejo que dar y recibir.

El mago le indicó algo en francés a su esposa y ella abrió una de las ventanas e hizo sonar un silbato con una bella melodía. Unos cuantos pájaros entraron y Flamel atrapó uno con un encantamiento, lo dejó sobre la mesa y le tiró un hechizo para que tomara la forma de una taza. De inmediato lo volvió a su forma original y lo soltó. Después señaló su propia taza con la varita y susurró el mismo hechizo, un pájaro apareció y salió volando, pero antes de lograr salir por la ventana se desintegró, dejando solo un par de plumas.

—¿Sabe por qué el pájaro que venía de la taza desapareció, señor Potter?

—Porque vino de un hechizo.

—Eso es correcto, pero la taza que venía del pájaro no habría desaparecido.

Probablemente Harry había estudiado eso en la escuela, McGonagall seguramente les había hecho hacer un ensayo. Pero el joven no recordaba, solo había asumido que las cosas eran así.

—Según la alquimia, para recibir algo hay que entregar algo del mismo valor ¿cierto? Sin embargo, ponerle valor a una vida no es tan fácil. Todo ser vivo que provenga de una transformación desaparecerá eventualmente y si surgen de un encantamiento, nunca serán reales.

—-Es decir que con la piedra filosofal se podría lograr, ¿no? Porque rompe los principios de la alquimia.

—Correcto, pero la piedra no los rompe, se moldea para cubrir lo que no se ofrece, por eso la piedra se rompe o acaba luego de un tiempo... ¿Recuerda cómo la guardó Albus?

Harry asintió, había sido su primer enfrentamiento con Voldemort. Recordaba el espejo de Erised y el mecanismo de desear la piedra, pero no tener deseos de usarla.

—No habría sido posible ocultar la piedra en un espejo de no ser por la misma piedra —continuó el alquimista—. Un espejo debe reflejar exactamente la realidad. Los espejos mágicos se basan en ilusiones, pero lo que ves nunca podrás tenerlo... A menos que se use la piedra.

El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora