Una vez en su celda se dejó caer sobre el duro suelo; en el pasado eran muy contadas las veces en que había pensado en la muerte, al ser príncipe sabía que constantemente estaba en peligro, era un objetivo claro para cualquier enemigo del reino, sin embargo, al ser príncipe también había tenido la seguridad de que un ejército estaría dispuesto a morir por su seguridad. Su ejército no lo había salvado, esa había sido una verdad a medias, y egoísta de su parte.
Ahora, unas horas lo separaban del final y aunque le gustaría no sentir nada, lo sentía, sentía el peso en su corazón. Sentía el frío recorrer su cuerpo, estaba aterrado y las dudas se amontonaban en su cabeza. ¿Cómo sería? ¿La horca, una guillotina, golpes…? ¿Dolería? ¿Habría algo más allá o sólo sería nada, oscuridad?
Se sentía cansado, sucio y asqueado. Tal vez eso fuera lo mejor, no sabía si volvería a ser el príncipe que una vez fue, lo habían quebrado. Ese pensamiento no le trajo ninguna paz, por lo que lloró, lloró hasta que se quedó dormido.
Sintió una mano sobre su hombro, ésta lo movía levemente y pensó que estaba soñando, pero entonces fue sacudido con más fuerza y se vio obligado a despertar. Cuando abrió los ojos se encontró con alguien observándolo de frente, por lo que no pudo evitar empujarse hacia atrás. Lejos de esa persona.
–Lo siento, no quería asustarte –el chico lo miró, sus ojos se veían cansados, pero eran suaves, casi amables.
A pesar de ello Jeongin se mantuvo en su lugar, observándolo. El chico tenía el cabello negro y lacio, y caía sobre su frente, no sonreía y eso lo hacía ver un poco amenazador. Portaba el uniforme del ejército de Andrómeda, era un soldado, pero uno que no había visto antes.
¿Cuánto tiempo había dormido? Ese chico venía por él y todo lo que había hecho era dormir, ni siquiera sentía que había dormido demasiado, probablemente era el soldado que lo escoltaría cual ángel de la muerte.
–No, no te acerques –pidió cuando vio que el chico comenzaba a acercarse, pero no creyó que éste fuera hacerle caso, el chico se detuvo a medio camino.
–Está bien, tranquilo. No voy a hacerte daño. –Jeongin entrecerró sus ojos, preguntándose a qué estaría jugando la reina esta vez–. Te juro que solo quiero ayudarte. Pero para hacerlo tengo que acercarme. ¿Confías en mí?
Jeongin negó con la cabeza y se alejó más de él. El chico suspiró y se sentó con las piernas cruzadas. Detrás de él había varias cosas que Jeongin antes no había notado, un cuenco con agua, telas, unos pomos y comida. Comida que humeaba y olía bien… Ahora que estaba bien despierto, cayó en cuenta de que la luz que entraba por la ventana era luz de luna, así que en realidad no habrían pasado muchas horas.
–¿Están preparando al cerdo para el matadero? ¿De eso se trata todo esto? –cuestionó, un nudo en su garganta.
–¿Qué? –El chico miró detrás de él–. Ah… eso. No. Tú en serio debes estar mal si crees que la reina les daría su último festín a sus enemigos. Eso lo traje yo.
–No te creo –dijo Jeongin con recelo.
–Y no esperaba que lo hicieras, pero no tengo tiempo para explicarte o convencerte. Quiero ayudarte –el chico bajó la voz–, a escapar. Pero no llegarás muy lejos si sigues en ese estado.
La cabeza de Jeongin empezó a doler, un pulso sobre su sien. ¿Estaba alucinando? No podía permitirse creer que tenía una oportunidad. Sacudió su cabeza, pero el chico seguía ahí, moviendo su pierna, marcando un ritmo como si cada segundo que perdían fuera valioso.
–¿Por qué lo harías? –Jeongin no conocía a todos sus soldados, pero dudaba que este fuera uno de ellos.
–Definitivamente no por ti, verás, tengo instinto de supervivencia. ¿Entonces, vas a dejarme acercarme o no?
Jeongin se asombró por la honestidad en sus filosas palabras. Y de alguna manera agradeció eso, que por fin alguien le hablara con la verdad y como un igual. Así que no muy seguro de lo que hacía, asintió. Y el chico se arrastró hacia él, y después se giró para jalar las demás cosas que traía con él.
–Primero que nada, come –le pasó un tazón de caldo, con carne y verduras y un trozo de pan con queso.
No pasó mucho tiempo cuando Jeongin ya había engullido todo, estaba delicioso. Chorreó su ya bastante sucia y maltratada ropa. El chico también le dio un poco de agua que Jeongin tomó gustoso entre sus labios partidos.
–Préstame tus manos –Jeongin las extendió hacia él y el chico las limpió con agua y tela, y empezó a untar una pasta verdosa sobre sus heridas, para después envolverlas con vendas–. Ahora tus pies.
Y realizó la misma curación en ambos pies, más tarde lo hizo con las heridas en su rostro, sólo que a estas no las vendó.
–Toma, cámbiate –le dio unas cuántas prendas y un par de botas. Jeongin lo tomó y esperó, pero el chico seguía mirándolo. –Oh, quieres privacidad. Bien, me voltearé. Pero antes, ponte esto atrás, ya sabes en dónde… Bueno, creo que sabes dónde. –Y le pasó la misma pasta.
La cara de Jeongin palideció, ¿todo el reino sabía lo que le habían hecho? Pero suponía que no debía perder el tiempo así que hizo lo que el chico le pidió. No iba a mentir, estaba lastimado en su parte trasera y la pomada se sintió bien, aunque él sintió que perdía la cara mientras se agachaba para ponérsela. Se enfundó el camisón blanco y los pantalones, y cuando estaba por ponerse las botas el otro chico lo detuvo.
–Tus pies están muy mal, las botas lo van a empeorar. Es mejor esperar hasta el último momento.
–¿Qué? ¿No nos estamos yendo ya?
–No, no. Más tarde vendré por ti. Tienes que confiar en mí, ¿recuerdas? No te pongas las botas y mantente fuera de la vista de la ventanilla de la puerta. Nadie debería pasarse por aquí, y eso espero porque estaríamos muertos. Pero pueden echar un ojo así que es mejor evitar que te vean, ¿está bien?
Jeongin asintió, a pesar de que seguía esperando que de repente la reina y sus hijos atravesaran la puerta y se rieran de él por ser tan iluso, y que esto en realidad sólo era su último acto de diversión antes de matarlo. Pero no pasó. El otro chico se apresuró a tomar las cosas que había traído y se dirigió a la puerta.
–Espera –Jeongin pidió antes de que se fuera. –¿Cómo puedo confiar en alguien de quien ni siquiera sé su nombre?
El chico sonrió de lado y Jeongin pudo ver lo atractivo que era cuando sonreía.
–Me llamo Minho. Ahora solo espera por mí, y descansa. Lo vas a necesitar.
Y salió, y Jeongin se quedó de nuevo solo, pero una pequeña esperanza había vuelto a él y tal vez era todo lo que necesitaba a lo que aferrarse.
¿Que si me emocioné por la aparición de Minho aún cuando yo estoy escribiendo el fic y claramente sabía que iba a aparecer? SÍ.
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This love is full of fairytales ⊰ HyunIN
FanfictionEl príncipe heredero Jeongin despierta cuando está siendo transportado en un carruaje, por las cadenas que lo atan sabe que ha sido secuestrado. Pronto descubre que el reino enemigo es a dónde se dirige, conocerá y sufrirá a manos de la familia re...