〔:🍓:〕「 9 」 ༄˚⁎⁺˳✧༚

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Qué ganas tenía Kazuha de contarle a Tomo lo bien que le había ido el día. No solo había sacado la máxima nota en el examen de lengua que había hecho la semana pasada, sino que además había terminado de escribir ese condenado poema para el que se le había desvanecido la inspiración.

Quería pedirle a Tomo su opinión al respecto. Aunque fueran amigos, Tomo siempre era crítico con Kazuha. Al peliblanco le gustaba esa sinceridad de su parte: siempre trataba de ser constructivo y ayudarlo a mejorar. Aunque a Tomo le gustaban casi todos los poemas y canciones para los que Kazuha le pedía su opinión, de todas formas, así que apenas hacía crítica.

El día anterior no había podido ir a visitarlo porque no se encontraba muy bien. El dolor de cabeza era insoportable, así que, a su pesar, optó por quedarse en casa. Sabía que Tomo lo entendería y que no le importaría que no fuera a verlo un día. Lo visitaba todos los días, sin excepción, así que por una vez no pasaba nada. Ahora ya estaba mejor, así que estaba preparado para pasar toda la tarde con Tomo.

Pero ese estupendo plan comenzó a derrumbarse en cuanto puso un pie en el hospital.

Se le heló la sangre al ver a los padres de su amigo llorando y sollozando sin remedio, abrazados a los que parecían ser unos familiares, acompañados del doctor de Tomo y un par de enfermeras con gesto conciliador. Kazuha intentó tragar saliva, pero el nudo que se le había formado en la garganta le impidió hacerlo. El corazón le martilleaba el pecho entre las costillas y la sangre le latía en los oídos. Aquello no presagiaba nada bueno y el aire del hospital olía a tragedia.

Tuvo el valor suficiente de acercarse a los afligidos padres de su mejor amigo, con el corazón en un puño. En cuanto la madre lo vio y reconoció, su llanto se intensificó todavía más. Tenía los ojos hinchados, las mejillas húmedas por las lágrimas. Cuando su cara rozó el cuello de Kazuha al darle un desesperado abrazo que buscaba consuelo, el chico sintió lo frío que tenía el rostro.

El peliblanco se esperaba lo peor; se esperaba la amarga noticia. No... En realidad no se la esperaba. En realidad pensaba pasar la tarde con Tomo, compartir con él las buenas noticias que le traía, enseñarle ese poema, reír y divertirse juntos hasta la hora de la cena. Por supuesto que no se esperaba encontrarse con aquel doloroso panorama.

No se esperaba ver al padre de Tomo llorando, ese hombre tan formal y tan noble, con tan buenos modales. Un hombre que parecía impasible pero de gran corazón, un hombre al que jamás pensó que vería derramando lágrima alguna. No se esperaba que la madre de su amigo rompiera a llorar en su hombro ni que sus sollozos desconsolados le taladraran los oídos. Aquella mujer tan amable y tan dulce que ahora era irreconocible con el rostro manchado por las lágrimas.

No se esperaba que Tomo hubiera fallecido.

Quiso hablar, quiso decir que lo sentía, que sentía no haber venido el día anterior, que sentía que le había dejado de latir el corazón, que se le había encogido el pecho. Quiso consolar a la madre y animar al padre. Quiso utilizar sus buenas palabras para amenizarles la situación.

Pero no podía. Sentía que le habían desgarrado el pecho y que le habían vaciado el corazón. Había perdido a Tomo; había perdido a su mejor amigo, al que con tanta sinceridad quería, al que mejor lo entendía, al que lo apoyaba de manera incondicional, al que quería ver feliz por encima de todo. Al que, en el fondo, con una inocencia propia de un niño, esperaba ver algún día fuera del hospital.

Volverás a ir a clase, ya lo verás.

Y finalmente, con sus propias palabras en la cabeza, atacándolo, haciendo que una sensación de impotencia lo llenara, no pudo aguantarlo más, se derrumbó y rompió a llorar. La angustia lo abrazó y lo obligó a llorar entre sus brazos, sollozando, mientras el remordimiento lo bombardeaba sin piedad. ¿Por qué no fue capaz de ir el día anterior? ¿Por qué un simple dolor de cabeza le impidió ir a ver a su amigo? La salud de Tomo siempre había sido más delicada y aun así él nunca le había rechazado una visita. ¿Por qué no hizo un pequeño sacrificio para ir a verlo entonces?

¿Por qué no pudo acompañar a Tomo en su último día? ¿Por qué no lo hizo reír por última vez? ¿Por qué no le recordó antes de que fuera demasiado tarde lo mucho que lo apreciaba?

¿Por qué tuvo que fallarle justo en su último día?

Kazuha lloraba, lloraba y lloraba. Le temblaban las manos y los labios, de entre los que se escapaban sollozos desconsolados que inútilmente intentaba contener. Se frotaba los ojos todo el tiempo para deshacerse de las frías lágrimas que le manchaban la cara. Respiraba de manera entrecortada y tenía el corazón acelerado, aunque la sangre en sus venas pareciera estar congelada.

Había perdido también a Tomo.

Serendipia [Heikazu] (High School AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora