〔:🍓:〕「 13 」 ༄˚⁎⁺˳✧༚

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A Kazuha le daba vergüenza volver a llenar su plato; había devorado ya tres raciones, pero la cena que Heizou había preparado estaba deliciosa y quería más. La carne estaba en su punto ideal y la cama de huevos acompañaba espectacularmente a los filetes. Tenía ganas de comer de aquello hasta aborrecerlo.

—¿Lo has hecho tú? —inquirió, conteniéndose las ganas de rellenar su plato—. Está delicioso.

—Gracias —sonrió Heizou—. Es lo único que sé cocinar en realidad.

Kazuha dirigió un momento la mirada a la funda negra de su guitarra, que descansaba sobre el sofá mientras ellos cenaban.

—¿Podemos cantar un poco después de comer? —preguntó.

—Oh, claro. Qué bien que lo sugieras; no sabía cómo pedirte que tocaras un poco para mí —rio.

A Heizou le hacía una ilusión genuina escuchar a Kazuha. Sabía que tenía una habilidad impresionante e intuía además que sabía cantar. La voz de Kazuha le resultaba muy bonita; estaba más que convencido de que cantaba bien.

El peliblanco volvió a llenar su plato después de que Heizou insistiera en que lo hiciera. El mayor se había percatado de las miradas que Kazuha le echaba a la carne y entendió que le daba corte apartarse una poca más de nuevo, así que se lo propuso disimuladamente diciendo que sería una lástima que no se la comieran toda.

Terminaron de cenar y recogieron la mesa entre los dos a pesar de que Heizou le había asegurado a Kazuha que no era necesario que él moviera ni un dedo. Pero el peliblanco, siempre tan servicial, ni siquiera consideró la opción de no ayudar.

—Vamos a mi cuarto —dijo Heizou.

—Vale.

Y diciendo eso, agarró su guitarra y la cargó hasta el dormitorio de su amigo. Al entrar, a punto estuvo de tropezarse con el colchón en el suelo. Miró a todos lados, curioso, sintiendo que conocía más a Heizou con tan solo ver cómo era su habitación. Lo que más le llamó la atención fue la televisión y la consola que la acompañaba, que contrastaban con la fila de libros gruesos que había en la estantería.

Kazuha sacó con cuidado la guitarra de su funda, una guitarra que todavía brillaba como el primer día, muy bien cuidada y tratada. Era probablemente su posesión más valiosa porque se la había regalado su padre en su decimoquinto cumpleaños después de que la anterior guitarra se le hubiera roto.

Los dos chicos se sentaron con las piernas cruzadas en el colchón sobre el suelo. Heizou se cubrió los hombros con las sábanas y miró con entusiasmo a Kazuha, que seguía afinando su guitarra.

—¿Desde cuando tocas? —se interesó el mayor, admirando cómo trataba su amigo al instrumento, tocándolo con el cuidado con el que debería tocar un jarrón de porcelana.

—Desde que me acuerdo —sonrió Kazuha—. Llevo toda la vida con una guitarra en las manos.

—¿Y tocas algo más?

—La flauta travesera y el piano. Y quiero aprender violín también.

Todavía tocaba la flauta de vez en cuando, pero echaba de menos el piano. Se había visto obligado a vender el que tenía para llegar a fin de mes al poco tiempo de fallecer su padre. Sabía que tardaría una eternidad en volver a reunir el dinero suficiente para comprarse otro. A veces se sentaba frente a su escritorio del hostal y simulaba que tocaba una melodía en el piano, ahogándose en la melancolía de la nostalgia y de los recuerdos.

—¡Qué guay! Y estoy seguro de que también cantas, ¿verdad?

—Asumes bien —rio.

—Es mi intuición. A ver, canta algo.

—¿Así de sopetón? —titubeó Kazuha, terminando justo de afinar.

—¡Improvisa!

Al peliblanco se le escaparon más balbuceos. Era muy repentino que Heizou le pidiera que cantara. Él esperaba que lo hicieran juntos, no que el mayor se lo quedara mirando con expectación en silencio, ansioso por escucharlo cantar. A Kazuha le daba algo de vergüenza, sobre todo así de golpe. No estaba acostumbrado a cantar para nadie en privado. Era una sensación muy diferente de hacerlo para un público en medio de la calle, con el aire arrastrando sus palabras y llevándose su melodía. Allí, los versos que cantara se quedarían estancados entre esas cuatro paredes.

Entonces, empezó a acariciar las cuerdas de la guitarra mientras se calmaba y pronto comenzó a entonar unos versos que él mismo había escrito, esperando que fueran del agrado de Heizou. Era un poema de amor, pero no se le ocurría nada más y era tan metafórico que no creía que el de ojos verdes fuera a entender palabra alguna. No pudo reprimir una sonrisa al sentirse como un bobo cantando esos versos de enamorado para Heizou. Esperaba que el mayor no se diera cuenta de que los entonaba como si de verdad los sintiera.

Heizou escuchó a Kazuha encandilado, maravillado. Su voz era preciosa, tan preciosa que se le aceleró el corazón de la emoción. Una voz dulce que le abrazaba los oídos, que lo invitaba a cerrar los ojos y dejarse llevar con la música; así la habría descrito. Incluso tuvo que obligarse a cerrar la boca cuando se dio cuenta de que la tenía abierta.

Kazuha se calló tan solo unos segundos después, por desgracia para Heizou, que quería seguir escuchándolo. El peliblanco sentía que se había puesto rojo y que se le iba a salir el corazón.

—¡Por Los Siete! ¿Y el disco para cuándo? —exclamó Heizou, haciendo que Kazuha soltara unas carcajadas que por alguna razón al de ojos verdes le resultaron tan agradables como los versos que acababa de cantar—. Cantas como los ángeles...

—Gracias, gracias —sonrió el peliblanco, agachando la cabeza.

Heizou alzó los brazos y dio palmadas al ritmo de sus palabras.

—¡Oootra, oootra! —pidió con una sonrisa.

Kazuha estalló entre risas.

—Cantemos ahora los dos —sugirió en su lugar.

—Yo no sé cantar —advirtió el mayor.

—Da igual. No hace falta saber para pasarlo bien.

Y así, Kazuha volvió a tocar su guitarra, esta vez una melodía de una canción de la popular ídolo juvenil Bárbara. Sus sencillos eran muy conocidos y ese que estaba tocando era especialmente famoso porque fue parte de la banda sonora de una película, así que estuvo seguro de que Heizou se la sabría. Supo que había dado en el clavo cuando solo tuvo que entonar el primer verso antes de que el de ojos verdes se le uniera.

Heizou no cantaba especialmente bien aunque tuviera una voz bonita. Sin embargo, era bastante menos vergonzoso que Kazuha en ese asunto, cantando y casi gritando los versos, dándolo todo como si estuviera en un concierto. Al peliblanco incluso le costaba cantar bien porque no paraba de entrarle la risa al escuchar a su amigo.

Serendipia [Heikazu] (High School AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora