〔:🍓:〕「 21 」 ༄˚⁎⁺˳✧༚

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Había más gente de la que habían pensado. Sin embargo, tuvieron suerte y hubo una mesa disponible para ellos.

La comida del Restaurante Uyuu sí era comida de verdad y no como la del TFC. Las opciones eran mucho más variadas y los precios eran razonables, además de que existía la certeza de que la gran mayoría de sus platos eran caseros.

Después de pedir las bebidas y estar un buen rato leyendo y releyendo el menú para ver qué plato se le hacía más apetecible a cada uno, el camarero se alejó de su mesa con su comanda anotada.

Mientras esperaban que la comida llegara, charlaron animadamente. Yoimiya les recordó que tenía sus bengalas de fuego frío, a lo que Kokomi sugirió que fueran a la playa para encenderlas, donde no había mucha luz y podrían ver bien las chispas saltando.

Y justo eso, el tema de las bengalas de fuego frío, hizo que Kazuha recordara que una vez había escrito un poema que pensó que a Yoimiya podría gustarle. Ellos dos no eran especialmente cercanos, pero cada vez que la chica lo veía escribiendo en el instituto le preguntaba qué estaba haciendo. Ella siempre le sonreía con entusiasmo cuando el peliblanco le respondía que estaba escribiendo poesía, pero nunca le había enseñado ninguna de sus obras.

Por eso, Kazuha abrió la aplicación de Notas de su móvil para enseñarle el poema en cuestión a Yoimiya. Lo había escrito mientras miraba el fuego chisporroteando en la chimenea en la casa de Gorou hacía ya un tiempo. Ver las llamas bailando delante de sus ojos había sido suficiente para despertar su inspiración aquel día. Pensó que tal vez podría gustarle a la chica por sus versos animados y cantarines, haciendo que pareciera una canción, y se lo quería mostrar.

Pero qué mala idea fue abrir la aplicación en aquel momento. Justo había abierto la boca para llamarla cuando sus ojos carmesís se detuvieron sobre un poema en concreto que no era el que buscaba, un poema que le traía muy malos recuerdos y, aunque a su alrededor todo era animado, todos estaban pasando un buen rato y el entusiasmo era contagioso; él sintió cómo las lágrimas le anegaban los ojos y las manos le temblaban.

Rápidamente cerró la aplicación, apagó el móvil y se levantó de forma brusca de su silla, aunque conservando sus buenas maneras y sin levantar sospecha alguna. Con los labios temblorosos y las lágrimas a punto de rodarle por las mejillas, se dispuso a ir al baño.

—¿Adónde vas, Kazu? —le preguntó Heizou.

—Al baño.

Heizou frunció los labios al darse cuenta. Fue el único que se llegó a percatar de lo débil que sonó la voz de Kazuha, a punto de quebrarse. El peliblanco lo disimuló bastante bien; no era nada raro que solo Heizou se diera cuenta de que algo iba mal.

—Voy contigo —dijo, levantándose de su silla y estando a la par de su novio en un abrir y cerrar de ojos.

* * *

—¿Adónde dijeron Heizou y Kazuha que iban? —preguntó Gorou al percatarse de que ya llevaban casi diez minutos desaparecidos.

—Al baño —respondió Kokomi.

—Juntos —añadió Yoimiya, con una sonrisa traviesa.

—Siendo novios —apuntó Aether, recordando experiencias propias muy parecidas en Liyue con cierto azabache gruñón.

—Uh —soltó Gorou, viendo por dónde iban los tiros.

—O sea, que esperemos que Kazuha no regrese en silla de ruedas —concluyó Lumine entre risas.

Sin embargo, muy lejos de lo que sus amigos pensaban y nada que ver las ideas indecentes que tenían, Heizou y Kazuha no estaban pasando un buen rato en el baño. El de ojos verdes notaba el corazón acelerado y la angustiosa sensación de ver al peliblanco derramando lágrimas le formó un nudo en la garganta.

Kazuha temblaba entre sus brazos, llorando sin poder hacer nada para evitarlo. Llevaba ya unos largos minutos, pero las lágrimas no parecían llegar a su fin y ni siquiera hacían el amago de cesar. Intentaba aferrarse a Heizou para calmarse, pero sentía que no tenía fuerzas en los brazos para conseguirlo. No esperaba que ver de casualidad el poema que jamás pudo llegar a enseñarle aquel día a Tomo fuera a afectarle tanto.

No se había olvidado de él, ni de que ya no estaba, ni del vacío que había quedado en su pecho. Lo recordaba cada día, pero había asimilado que se había ido. Había aceptado que ya no estaba con él. Le había costado acostumbrarse a no ir en tren a Ritou cada tarde y a no poder volver a leer las impresionantes historias del rubio. Kazuha no se había olvidado de Tomo, por supuesto que no. Era su mejor amigo, jamás lo podría olvidar, por Los Siete.

Pero cuando por fin sentía que había logrado encontrar esa paz después de la pérdida, cuando su corazón por fin estaba recomponiéndose después de haberse hecho añicos, la impotencia y la idea de haberle fallado a su mejor amigo en su último día volvieron a atacarlo. Y tan solo por haber leído los primeros versos de ese poema que nunca pudo mostrarle.

Heizou susurraba, tratando de consolarlo como podía. Le quemaba el pecho sentir cómo las lágrimas de Kazuha le humedecían la sudadera y lo devastaba notar los sollozos que ahogaba contra su hombro. Le acariciaba el pelo, le dedicaba palabras de aliento y trataba de calmarlo. Sin meterle prisa, sin presionarlo, dejando que se desahogara todo lo que necesitara, pero haciéndole saber que no dejaría de abrazarlo hasta que se encontrara mejor y recordándole que permanecería junto a él todo el tiempo que hiciera falta.

—Joder... Es que he visto un poema que... Y no se lo pude enseñar a Tomo y... Lo siento... Siento ponerme así, lo siento... —logró decir Kazuha con un hilo de voz.

—Shh —lo interrumpió Heizou, su voz sonando como la de un ángel para Kazuha—. Tranquilo, Kazu... No tienes que disculparte por nada de eso.

El peliblanco sintió cómo sus brazos lo sostenían con más fuerza, cómo el calor corporal de Heizou de alguna forma lo calmaba. El mayor lo siguió estrechando sin rechistar, sin moverse ni un ápice, dejando que fuera Kazuha quien decidiera cuánto iba a durar el abrazo.

Serendipia [Heikazu] (High School AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora