〔:🍓:〕「 15 」 ༄˚⁎⁺˳✧༚

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Heizou ni siquiera recordaba haberse quedado dormido. Se despertó desorientado, pero no se movió ni un milímetro a pesar de la confusión. Vio que las sábanas tan solo le cubrían hasta la cintura, lo que explicaba por qué tenía una sensación de frío a la que se apresuró a poner remedio tapándose por completo.

Delante de él, Kazuha seguía durmiendo. Todavía brillaban en su cara los rastros que las lágrimas habían dejado al deslizarse por sus mejillas, pero parecía tranquilo. Heizou se percató entonces de lo cálida que era su mano, pues la tenía encima de la suya... ¿Encima de la suya? El mayor ahogó una exclamación al darse cuenta de eso, pues no se había fijado hasta ese mismo momento.

Sintió cómo se ponía rojo de repente. Ah, por Los Siete, era demasiado temprano para que ya se le acelerara tanto el corazón. Qué nervioso se puso al ver la mano de Kazuha tocando la suya, pero aun así no la apartó. Entonces se preguntó si el peliblanco se había quedado dormido así o si fue casualidad que acabara en esa posición. Tal vez se había movido mientras dormía, pensó Heizou. ¿Pero qué relevancia tenía eso en realidad? Lo verdaderamente importante era por qué a Heizou le había dado un brinco el corazón, pero esa pregunta prefería esquivarla todo lo que pudiera, pues deducía cuál era la respuesta y hacía que se le sonrosaran las mejillas.

Kazuha se movió todavía dormido. Su mano ya no rozaba la de Heizou, que, sin querer darse cuenta del porqué, se entristeció un poco al dejar de sentir el contacto. Los dedos del peliblanco le resultaban agradables y suaves.

Intentó despejar su mente. Era demasiado temprano para que se le vinieran a la cabeza tantos adjetivos positivos con los que describir a su amigo, así que se irguió sobre el colchón y se desperezó. Sin embargo, por mucho que tratara de evitarlo, acabó girándose para mirar una vez más a Kazuha.

Con él dormido, era más fácil observarlo. Su respiración parsimoniosa hacía que el pecho se le expandiera y se le encogiera, sus ojos carmesís cerrados le daban un aspecto sereno e incluso atractivo, sus labios finos y rosados, entreabiertos, eran tan tentadores de rozar con los suyos...

Heizou volvió a ahogar una exclamación al descubrirse a sí mismo teniendo una idea así. ¿Cómo que sus labios eran tentadores de besar? Decidió levantarse por fin del colchón e incluso salir de su habitación sin hacer ruido para despejarse. ¿Qué demonios se le pasaba por la cabeza, por Los Siete? Algo frustrado, fue al cuarto de baño a lavarse la cara procurando hacer el menor ruido posible, esperando que el agua pudiera apartar de su cabeza esas ideas tan peculiares.

En la habitación, Kazuha se despertó. Parpadeó un par de veces antes de abrir los ojos por completo, molestándole la claridad que se colaba por la persiana a medio abrir. Buscó con la mirada a Heizou, sin encontrarlo por ningún lado. Dedujo entonces que se había levantado ya y que estaría por la casa, así que Kazuha se irguió sobre el colchón, se estiró gruñendo y se puso de pie por fin. Salió de la habitación, andando despacio y con cara de recién levantado por el pasillo.

Cuando pasó por delante del cuarto de baño, descubrió que allí estaba su amigo, lavándose la cara con una expresión de circunstancias, como si hubiera algo que lo preocupara. Kazuha pensó que no era nada a lo que tuviera que darle importancia, que quizá Heizou seguía medio dormido y que tal vez por eso tenía esa cara.

—Buenos días —sonrió el peliblanco, apoyándose en el marco de la puerta del baño, sobresaltando a Heizou.

—Uh... —titubeó, acordándose del roce de sus manos, cosa que para Kazuha era prácticamente imposible de recordar—. Buenos días, Kazu. ¿Quieres que desayunemos ya?

—Está bien.

—¿Qué te apetece? —preguntó Heizou, secándose las manos.

—Lo que sea, tampoco te compliques —sonrió Kazuha—. Sea lo que sea, me gustará más que la comida del hostal.

A Heizou le pareció interesante eso, así que preguntó al respecto, incapaz de ignorar su curiosidad. Se dirigieron juntos a la cocina.

—¿Hostal? ¿Están de reformas en tu casa y por eso te alojas en uno? —se aventuró a decir.

Kazuha sonrió con amargura. La hipótesis de Heizou le pareció toda una utopía.

—No, no es nada de eso —contestó finalmente—. Pensé que ya lo sabías.

—No tenía ni idea. —Después de un silencio, añadió—: Y... ¿puedo saber un poco más sobre eso?

Kazuha se encogió de hombros.

—Claro, somos amigos. —Miró a Heizou—. ¿Sabes cuál es mi apellido?

Llegaron a la cocina. Heizou agarró dos tazas que llenó con leche y las metió en el microondas. Luego, poniendo unas rebanadas de pan en la tostadora, respondió:

—Hmm... ¿Tu apellido? Eh... —Se sintió muy mal consigo mismo al no tener ni idea de cuál era—. No lo sé, Kazu...

—Kaedehara.

Heizou tardó unos instantes en darse cuenta y, cuando lo hizo, se giró hacia su amigo con los ojos abiertos como platos.

—¿Kaedehara? —repitió.

—¿Te suena de algo? —sonrió Kazuha.

—¡Claro que sí! La familia Kaedehara tenía una empresa multimillonaria, pero se fue a pique de una forma tan estrepitosa que quedó en la ruina —dijo, dando la impresión de que estaba puesto al día al respecto—. Se vio sumergida en deudas y rodeada de problemas financieros y era prácticamente imposible que se salvara. El último heredero terminó de disolver la empresa y renunció a todo en vez de perder el tiempo intentando llevar la empresa Kaedehara a la gloria de nuevo. Todos sus bienes y propiedades pasaron a ser del Estado y la reputación de los Kaedehara se echó a perder a raíz de todo eso.

—Has acertado en todo. El último heredero Kaedehara te da la enhorabuena en persona —lo felicitó Kazuha—. Si sabes todo eso, supongo que ya puedes adivinar por qué vivo en un hostal, ¿no?

Heizou agachó la vista, apenado, pues intuía bien la respuesta.

—Porque no tienes un hogar.

—Hogar sí que tengo —repuso Kazuha—. Mi hogar es el mundo entero y las personas a las que aprecio. Tú... eres parte de mi hogar, por ejemplo —sonrió, sintiendo esa agradable calidez en el pecho—. Lo que no tengo es una vivienda en sí, como propiedad. Pero bueno, por ahora me va bien.

A Heizou lo emocionó el detalle de que lo considerara su hogar, pero Kazuha siguió hablando tan rápido que no le dejó tiempo ni para que le respondiera a ello. Su corazón volvió a acelerársele en el pecho, así que dirigió toda su atención a los panes en la tostadora para disimular.

—Creo que esta tarde iré a "mudarme" —añadió Kazuha—. No me gusta pasar demasiado tiempo en el mismo hostal... Soy como un ciudadano errante.

—¿Sabes adónde irás? —se preocupó Heizou.

—Una mujer que conocí mientras actuaba en una plaza me dijo un hostal que al parecer está bastante bien. Ese va a ser mi destino.

El de ojos verdes volvió a sentirse mal cuando de nuevo se dio cuenta de que había otra cosa que no sabía sobre Kazuha.

—¿Actuando... en una plaza? ¿Haces actuaciones callejeras?

—En efecto —sonrió—. No gano mucho, pero por ahora me da para sobrevivir.

Heizou se sentía fatal consigo mismo y tensó la mandíbula sin percatarse de ello. ¿Qué clase de amigo era, que no sabía ni su apellido, ni lo ocurrido con Tomo, ni la forma en la que Kazuha se ganaba la vida? Se sintió horrible. Kazuha había conseguido engañarlo por completo, había conseguido que Heizou se creyera esa sonrisa que esbozaba. Había conseguido que el detective en potencia no sospechara ni un solo momento lo dura y complicada que era su situación.

Lo miró de reojo un instante. Ahí seguía esa sonrisa, tan serena y dulce como siempre. Tan creíble... Heizou tuvo ganas de abrazar a Kazuha otra vez, igual que la noche anterior. Tenía la sensación de que necesitaba estrecharlo de nuevo. No que Kazuha necesitara otro abrazo, no; sino que Heizou necesitaba abrazarlo, siendo esta vez él quien buscaba consuelo. No iba a hacerlo, por supuesto que no, pero en ese momento se dio cuenta de que quería saberlo todo sobre Kazuha y conocerlo mejor que nadie.

Serendipia [Heikazu] (High School AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora