CAPÍTULO 39

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HALLEY

No pude dormir toda la noche pensando en las palabras de Chad.

«Vine a recuperarte»

Estaba mal de la cabeza si creyó que podía aparecer de la nada y regresar a mi vida como si fuera el maldito dueño.

En esos momentos no tenía tiempo ni ganas para lidiar con él. Llevaba cuatro días sin saber nada de Kale y faltaban dos para su partida.

Tenía que hacer algo ya.

Después de la visita no grata de mi ex, decidí que lo mejor era idear un plan para recuperar a mi novio mientras me alejo del anterior. Así que frustrada y decepcionada subí los peldaños de la casa hasta mi habitación para descansar un poco.

Cosa que no pude hacer.

Gracias al maquillaje y una mascarilla para las ojeras, me veía decente a comparación de unas horas atrás. Al menos Alan no se dio cuenta de lo que pasó en nuestro patio.

Debo agradecérselo a Rose.

Después de desayunar y arreglarme — un poco más de lo normal — salí de casa para poner en marcha el plan: RECONCILIACIÓN.

En estos momentos me encontraba frente a su departamento. Lista para interceptarlo.

Con manos temblorosas toqué el timbre dos veces para asegurarme que escuchara. Esperé impaciente hasta que la puerta se abrió. Solo que no imaginé la escena frente a mis ojos.

Miles de escenarios — donde todo salía mal — pasaron por mi cabeza. Menos eso.

Kale venía saliendo de la ducha, su cuerpo brillaba por las gotas de agua que bajaban desde su sexy rostro hasta su ardiente torso.

Con su cabello negro azabache pegado a su frente por la humedad, ligeramente despeinado. Aún así se veía guapísimo.

Su mandíbula bien afeitada, ese cuello donde recuerdo haber dejado una marca tiempo atrás, su trabajado abdomen que ha servido de almohada, mesa y otras cosas más que no diré por la salud mental de todas.

Casi se me revienta el útero al verlo como papi Diosito lo trajo al mundo.

¡Porque lo tuvo que hacer tan delicioso!

De no ser por la toalla alrededor de su cintura que permitía ver la parte baja de su abdomen. Juro por lo que sea allá arriba o abajo que me lanzo sobre él, le pongo una mordaza en la boca para luego atarlo a su cama y ser yo quien lo tome.

La sola idea hizo que mi entrepierna comenzara a lubricar.

Maldito demonio moja bragas.

La pequeña Lizzi emitió un ladrido causando que diera un respingo para luego lanzarse a lamer mis piernas.

Una suave risa escapó de sus labios. Me había atrapado.

— ¿Satisfecha? — preguntó intentando ponerme nerviosa, pero esta vez me sentía con más valor.

—Lo estaré si me dejas pasar y te quitas eso — señalé su toalla con una sonrisa coqueta.

Se hizo a un lado, mordiéndose el labio para no sonreír, no tardé en adentrarme hasta la cocina. Nuestra cachorra regresó al sofá a seguir mordiendo un lindo peluche con forma de pato que le compramos días atrás como si fuera su mayor enemigo.

Atravesé la enorme sala, conocía cada centímetro de la casa a la perfección. Escuché sus pasos tras de mí a lo que giré una vez puse las cosas en la enorme isla que nos separaba.

Mi universo en la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora