06. Los inversionistas🤝

603 33 0
                                    

Capítulo seis.

Fernando.

Miedo.

Es lo único que describe el sentimiento que no he podido parar de sentir últimamente.

A veces me dan ganas de decir a Lea lo que ocurrió.

Pero tengo tanto miedo de perderla, que de mi boca no sale palabra alguna.

Lo más frustrante de todo esto, es que no recuerdo nada, sólo a Ana encima de mí en aquella cama, y todo moviéndose y viéndose muy borroso.

El sonido de la puerta abriéndose, me saca de mis pensamientos.

Ana entra a mi oficina, logrando sacarme de mis pensamientos.

Camina hacia mí, como siempre con una mini falda adornando su cuerpo, y un movimiento de caderas "sensual", mientras camina.

Suspiro.

—¿Sabes que no puedes entrar a mi oficina sin tocar, o tengo que despedirte para que lo puedas entender?— le pregunto con irritación.

Ésta me dedica una sonrisa amarga, que rápidamente se reemplaza por una maliciosa. —Perdón— se sienta en mi mesa. —Pensé que después de lo qué pasó entre nosotros— la interrumpo.

—Dos cosas: Uno: No te sientes en mi mesa de esa manera, ya te lo he dicho un millón de veces, no te sientes en mi mesa— deletreo para que entienda.

—¿Qué?— se levanta, y empieza a "acomodar" su falda. —¿Te parece muy provocativa la manera en la que me siento?— suelto un bufido ante sus palabras.

—Dos: Entre nosotros no pasó nada, ni siquiera recuerdo nada.

—Pero yo sí, recuerdo con mucha rabia y excitación— acerca su rostro al mío.

—¿Qué?— pregunto con una mirada helada.

—Me excita tanto recordar que te tenía dentro de mí, pero me enoja tanto recordar que mientras lo hacías, gemías su nombre— exclama lo último con amargura.

Eso no puede ser verdad.

—Escúchame bien— le pido con palabras frías. —Tengo una esposa maravillosa, unos hijos maravillosos, una vida perfecta, me siento seguro en mi hogar, mi esposa es mi lugar de paz, y adivina, no pretender perder la vida que tengo ahora por una aventura de una hora de sexo— exclamo con firmeza, mientras le dedico una sonrisa amarga. —Y si tú tratas de hacer algo para que mi matrimonio se termine, entonces te sacaré de mi camino, y sí, te estoy despidiendo.

—No tienes ningún motivo para despedirme— dice, mientras empieza a alejarse de mí.

—Claro que sí lo tengo: Acoso laboral— respondo con despreocupación, mientras arreglo mi traje.

—¿Qué?— pregunta indignada.

—¿Qué? Te la pasas acosándome, ¿O miento?— le pregunto con una sonrisa de "Me deshice de ti".

—Haz lo que quiera— exclama cabizbaja. —Solo te advierto que no podría evitar ponerme lo suficientemente triste como para ir a quejarme con— levanta la cabeza y me mira con malicia. —Tu esposa.

Le dedico una mirada fulminante. —¿Para qué viniste?.

—Los futuros inversionistas, realmente están tan interesados en hacer tratos con usted, que lo acaban de invitar a su gala para que hagan un par de tratos en medio de la fiesta— me informa, mientras se sienta frente a mí.

Así debería sentarse siempre.

—¿Cuándo es la gala?— le pregunto.

—Es esta noche— no pudo evitar que una tos exagerada empiece a atacarme.

Un complicado Matrimonio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora