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Pocas cosas llegaban a irritar tanto a Sakura Haruno cómo Sasuke Uchiha.
Desde el día que se conocieron dejaron en claro que nunca se caerían bien; Sakura vivía con una alcohólica madre, sin un padre en la foto familiar, así que en cuanto tuvo dieciséis años su madre la puso un Uber y la mandó a miles de kilómetros lejos de ella. El instituto konoha era un lugar donde los adultos ponían a sus problemáticos hijos durante años, sin la necesidad su supervisión, lógicamente su madre no perdió la oportunidad
Sakura fingió estar bien, no importaba. Tsunade ni siquiera recordaba que tenía una hija a la que debía tratar bien, por lo que llegó cabizbaja al instituto Konoha sin conocer un alma y a mitad del primer año y Sasuke fue la primera persona que conoció; problemático como el infierno, jugador del equipo de fútbol americano, la gloria del instituto y un culo total. Lo detestaba con el alma.
Cuando conoces a una persona no se supone que accidentalmente te golpee con un balón de fútbol en la nariz mientras tú primera amiga te daba un recorrido por el campus, no se supone que trate de disculparse con ese tono altivo y sin importancia y luego te diga "calamardo" porque tú nariz se hinchó cómo un pez globo, arruinando consigo un maquillaje que le costó mucho poner en su cara. Quizá no debió darle un bofetón con las uñas algo largas que tenía, provocando que se molestará y no debió hacer chistes al respecto sobre su hermano en prisión.
Pero así era la supervivencia en el instituto Konoha. No se caían bien, no iba a pasar, punto.
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Tiene que ser una broma.
Sakura sostuvo el papel entre sus manos, sorprendida mientras su mejor amiga Ino leía en voz baja lo que decía. Ese papel sería su ruina.
El auditorio estaba lleno de estudiantes, algunos en pijamas, pantalones rasgados, emos y toda una urbe estudiantil entre los catorce y dieciocho años de edad y ninguno estaba feliz con la noticia: el viejo director de la academia, Hiruzen Sarutobi había muerto mientras dormía por un ataque cardíaco a sus setenta y cinco años de edad, una noticia que los tomó desprevenidos a todos por el especial cariño que tomaron del hombre, uno anticuado cuyas aventuras les narraba con filas de estudiantes sentados en las escaleras mientras él alzaba su voz con una sonrisa que estaba quedándose sin dientes. Historias donde hablaba sobre el gran incidente del ochenta y cinco, cuando los bohemios estudiantes de la época casi destruyen la escuela en una de sus fiestas y casi fue destituido de su puesto, pero los alumnos hicieron una marcha y finalmente la junta no pudo hacer nada.
