Capítulo 2

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-¡¿Sola Marie?!

Ese fue exacto el grito que dio mi madre cuando les conté la gran noticia de irme a vivir sola delante de mis tías, un domingo al medio día. Sabía muy bien que estando sola con ella no me atrevería.

Creo que la entendía. Siempre habíamos estado juntas, nosotras dos ante el mundo.

De repente, cayó en una depresión al darse cuenta que su pequeña tenía 24 años y que vivir con sus tres tías ya era un tanto estresante.

Hubo tres semanas sin cruzar una palabra, luego nuestro vocabulario se limitó a un "si o no". Ya cuando pudo comprender mi situación, fue ella quien me ayudó con la mudanza.

Mi tía Constanza me lo dijo desde el primer día, pero yo jamás le había creído nada sobre su "oficio". Ella se hacía llamar vidente o médium, pero más de una vez, veíamos como su pronóstico era errado.

-¿y les gusta? Lo conseguí a un precio muy bajo y la zona está cerca del trabajo.

-No, la zona es un basurero y...-dudo unos segundos mi tía- hay algo raro Marie, yo...

-yo lo sé, lo sentí en los huesos, etcétera etcétera ¿no?-me burle.

-muy chistosa pequeña ingrata, ya- me miró serio- se siente pesado el ambiente y quiero o creo que ante cualquier cosa vas a recurrir a mí.

-si...tía-puse los ojos en blanco pero ella me agarró del brazo.

-te estoy hablando en serio Marie, si me ignoras, puedo jurar que las energías se van a unir para que cuando algo te ocurra, yo no pueda creerte.

Me soltó y mostró una sonrisa a medias. Me dejó confusa y tuve que admitir que ellas sabían mi problema, creo que por ahí venía su preocupación.

Constanza y Mónica, ambas tías mías, fueron las únicas personas que me creyeron cuando una noche padecí una parálisis de sueño.

Recuerdo que traspiraba, deseaba girarme en la cama, pero las sábanas eran pesadas, de hecho, todo mi cuerpo era pesado. Sentí un aire en mi nuca, fue entonces que me tense. Algo caminaba sobre mí y ese calor se acercaba lentamente a mi rostro.

Comencé a gritar pero la voz no me salía, pero mi tía apareció de inmediato y prendió la luz de la habitación. Según ella sentía un aire muy pesado.

Tuve miedo y sólo ellas me ayudaron, pues mi mamá no creía en mis palabras ya que tenía 9 años y para ella eran sólo pesadillas.

Y así siguieron por un tiempo. De hecho, cuando cumplí mis 15 años dejaron de ser pesadillas y se transformaron en un problema. Comencé a tener ataques de pánico, según decían era por miedo a que ocurriese algo.

También decían que debían parar en algún momento y no ocurrió. Así que comencé a dejarme llevar, comencé a salir, drogarme y beber hasta quedar inconciente, al menos así podía dormir de corrido y olvidarme de todas mis porquerías.

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