Cojín de lactancia

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 Pareja: Hisoka e Illumi

 Au normal

 Capítulo único

Illumi estaba acostumbrado a entrenar diariamente, levantar y empujar cosas pesadas

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Illumi estaba acostumbrado a entrenar diariamente, levantar y empujar cosas pesadas. Desde niño tenía que lidiar con la pesada puerta de la casa de sus padres, cargar a sus hermanitos y enfrentarse a cualquier situación que necesitara fuerza. ¿Entonces por qué se cansaba tanto con una bebé? 

La pequeña Izumi era liviana a comparación de todo lo que sus brazos habían soportado por un instante. Pasaba largo tiempo sujetando el cuerpo chiquito de la niña mientras le daba de comer, más de tres veces al día terminaba de alimentarla para sentir un punzante dolor en los codos y hombros después. El Zoldyck se preguntaba la razón por la que se sentía tan cansado; y se planteaba diversas teorías, teniendo como primera posibilidad la de haber perdido sus fuerzas por dejar de hacer ejercicio, la cual era la más convincente. Volvió a entrenar pasadas las semanas de descanso, pero incluso así no era suficiente, el incómodo dolor en sus extremidades seguía.

Luego pensó que tal vez se trataría de su posición al darle el biberón, la cual consistía en sentarse en un mueble y quedarse ahí mientras la bebé comía. Estuvo un tiempo en la cama, recostado de lado, sosteniendo su cuerpo con un brazo y el biberón con el otro, teniendo así a la niña azabache echada sobre las sábanas y comiendo tranquila, causando alegría en su progenitor al no tener que cargarla y por haber terminado con ese problema.

Qué equivocado estaba.

Ahora el dolor era mayor en el brazo derecho, el cual soportaba su propio peso, y el cansancio en su brazo izquierdo continuaba por sujetar un biberón en el aire. Comenzó a desesperarle. Sentía que su hija crecía cada vez más, volviéndose más difícil para sus brazos cargar con ella, especialmente al momento de alimentarla.

Los afilados ojos del más alto nunca pasaron por desapercibido las mínimas muecas de molestia del menor, su querido y escalofriante esposo; del cual estaba seguro que nunca le contaría el motivo de sus labios fruncidos. Hisoka, como buen detective, no necesitaba preguntarle ya que lo había estado analizando en cada momento: cuando interactuaba con él y con su adorada criatura, cuando iban a dormir y cuando despertaban, cuando el de cabellera negra se iba a bañar o se cambiaba de ropa, cuando comían y cuando atendía a Izumi. Lo último era a lo que más atención le daba, porque notó que era justo con ella cuando su rostro hacía sorprendentes y poco usuales expresiones.

El Morow investigó, leyó cada cosa que encontró en internet y también interrogó; podía ser un esposo preocupado. Al final, llegó a una conclusión de varias hipótesis en su cabeza. ¿Quién decía que ser padre y pareja era fácil?

Buscó en el mercado virtual, eligiendo entre tantas opciones la que más le gustó, dándole término al asunto. Porque a su manera amaba y protegía a los suyos, porque quizás lo que pensaba era cierto y su marido no lo quería dar a conocer, porque quería lo mejor para los que consideraba su familia, las personas a las cuales dedicaría su vida. La compra llegaría en dos días, por la tarde.

Y durante los dos días comprobó que sus sospechas podrían ser ciertas, al igual que su compra acertada, que se veía mejor de lo que lucía en la pantalla. Apretó la suave almohada sin presión, observándola con curiosidad y algo de envidia por lo bonita que estaba; era perfecta para su hija, aunque no combinaba mucho con el estilo de su misterioso consorte.

—Illumi querido —siseó ese mismo día, sabiendo que dentro de poco su linda primogénita despertaría, lo confirmaba por la hora y porque su amado se encaminaba por el extractor de leche. El contrario se detuvo y soltó un sonido de interrogación, haciendo al mayor sonreír con emoción —. Te tengo un regalo.

El menor aprovechó ese lapso para prepararse antes de enfrentar el dolor diario, arqueando una ceja con intriga ante la alegre mirada de su cónyuge —. ¿Un regalo? —repitió, y el de cabello rojizo le extendió una caja de considerable tamaño, que para sorpresa del más bajo, no era pesada.

El de ojos amarillos infló su pecho con orgullo —. Sé que te será útil. —Le aseguró, al mismo tiempo que el de larga cabellera abría la caja decorada y volvía a encorvar el entrecejo, sacando el suave objeto de su contenedor.

Lo examinó con duda —. ¿Una almohada? —pregunta, reconociendo las figuras coloridas en el cojín con forma de herradura, dibujos bonitos y animados con una almohadilla extra en la parte superior. Miró a su esposo, que asintió.

—Te he visto muy cansado, así que te compré esta preciosa almohada, que es especial para que Izumi pueda comer sin que tengas que usar mucha fuerza, elegí la que más me gustó y siento que la bebé estará muy cómoda al igual que tú —dijo, bajo la sorprendida mirada del menor, le invitó —: Vamos, úsala. —Y los llantos de la más pequeña de la familia llegó a sus oídos.

El Zoldyck vio los desagradables colores claros y las caritas horriblemente adorables de la almohada, notó de reojo la brillante e ilusionada mirada de Hisoka, haciendo que recordara sus día a día doloroso. Suspiró, llenando el biberón y dirigiéndose al cuarto de la cría con cojín y mamila en manos; su pareja lo siguió y sentó en el mismo sillón de siempre, acomodando la almohada en sus piernas y alcanzándole a la niña para colocarla encima. Illumi acercó el biberón a su rostro, siendo aceptado y sujetado por las manitas de la infante. 

El padre sintió sus manos libres, sus brazos descansando mientras sólo sus piernas y la almohada servían de soporte para la criatura. Sus ojos brillaron, admirando por primera vez a esa cosa fea que le compró su esposo, a la cual relacionaba mucho con los gustos de su hija.

El Morow sonrió lleno de dicha, viendo al otro adulto, quien le devolvió la mirada.

—Hisoka —pronunció Illumi, agachando la cabeza para ver a su descendiente y el regalo —. Gracias. 

Y la felicidad del mayor fue plena, satisfecho con su trabajo y decisión, lo vio con ternura y negó —. No fue nada, querido, todo por ustedes.

Porque Hisoka los amaba a su manera, un amor un tanto raro ante ojos ajenos, pero no para su familia.

Porque Hisoka los amaba a su manera, un amor un tanto raro ante ojos ajenos, pero no para su familia

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Día veinticuatro terminado, queda una semana <3

Ahora sí me gustó el capítulo de hoy :>

Mes de paternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora