Mes de paternidad

Patadas

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➡︎ Capítulo único

Querido Ikalgo

Lamento irme sin avisar, no pude despertarte por lo lindo que te veías durmiendo.

Fui a visitar a mi hermano y a mi bonito sobrinito, luego iré a mi trabajo y no volveré hasta la noche, no te preocupes cariño, sí llegaré para preparar la cena, dime si quieres que te compre algo.

También te dejé el desayuno en la cocina, no vayas a comer muchas golosinas porque le puede hacer daño a la bebé.

Ten un lindo día y cuídate mucho por favor <3

Con amor, Alluka

El pelirrojo leyó la nota que su amada esposa había dejado pegada en la nevera con adorables imanes de frutas y suspiró aburrido, ¿qué haría ahora? La casa estaba en total silencio y eso le molestaba. Como la azabache indicó en su carta, la comida se veía deliciosa y tibia aún; su estómago gruñó, así que devoró todo en un santiamén. Ya no tenía nada más que hacer.

Caminó por su hogar, abrazando su pesado vientre mientras observaba algunas fotografías en las paredes y en los estantes; sonrió al encontrar la foto de su matrimonio, importante e inolvidable evento ocurrido hace poco más de un año. La mayoría de sus amigos comentaron con risas que la pareja no perdió el tiempo al enterarse del embarazo de Ikalgo. En esa foto estaban todos sus amigos, los más cercanos e incluso algunos que vivían lejos, su familia y compañeros de trabajo; a su boda sólo faltó uno.

—¿Qué será de él? —Se preguntó, sacando su teléfono para buscar más fotografías. Había pasado más de cinco años desde que lo vio por última vez, antes solía enviarle mensajes, siendo la invitación a su casamiento el último correo que le mandó. Zushi no asistió al mejor día de su vida ni respondió a la tarjeta tan bonita que le había enviado, eso lo entristeció un poco, ¿no que eran amigos?

Después de ese lejano día el moreno desapareció sin dejar rastro, preocupando en demasía al de ojos negros durante un largo tiempo hasta que al fin el hombre bajito se dignó a responder uno de sus mensajes, confirmando que estaba bien y le mandaba saludos; un mensaje corto que lo había sorprendido tanto como su embarazo, puesto que ya eran muchos años sin comunicación.

Prefirió dejar de pensar tanto en su amigo de ojos marrones, subiendo a su habitación para cambiarse y salir a pasear por el centro comercial de la ciudad, quizás le compraría algo de ropa a su primogénita y un postre para satisfacer sus antojos. Se colocó unos guantes blancos a juego con su gorra y una bufanda del color de su cabello para abrigarse del frío otoño, viéndose en el espejo antes de salir. «Sí, incluso estando panzón soy hermoso». Pensó sonriente y salió a la calle.