Amamantar

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➡︎ Personaje: Zushi

➡︎ Au normal

➡︎ Capítulo único

En medio de la fría noche, bajo la oscuridad en donde todos duermen, unos llantos hacen que los grandes ojos marrones de un hombre se abran por completo, obligándolo a levantarse y seguir al llamado de su naturaleza: la paternidad

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En medio de la fría noche, bajo la oscuridad en donde todos duermen, unos llantos hacen que los grandes ojos marrones de un hombre se abran por completo, obligándolo a levantarse y seguir al llamado de su naturaleza: la paternidad. Desliza velozmente sus pies en las cálidas pantuflas y deja su cama con las sábanas desordenadas, ya después volvería a dormir; primero era su deber como padre. 

Salió de su cuarto y abrió la puerta que estaba al frente, encontrándose con la alcoba de sus mellizos iluminada tenuemente con una lamparita para dormir. Prendió la luz y avanzó hacia la cuna, que contaba con el suficiente espacio para sus hijos, quienes lloraban con desesperación por alimento.

Zushi suspiró, bajando la barandilla deslizable de la cama para tener acceso a sus adorados bebés; los levantó con mucho cuidado, como si fueran lo más delicado que existe en el mundo, y los arrulló dulcemente mientras los veía jalar de su camiseta en medio de hipidos y gorgoteos.

—Ya, ya, papá está aquí, no lloren más —murmuró, tomando asiento en el único y cómodo sillón que había.

Descubrió su pecho y dirigió las llorosas cabecitas de sus pequeños a las dos prominencias que tenía, siendo estas atrapadas al instante por Ishiro y Shuji, ambos succionaron como habían aprendido desde que nacieron, hambrientos. El moreno esbozó una sonrisa cansada, notoria por sus marcadas ojeras, pero muy feliz por la calma que inundó la habitación al tener a sus hijos saciando su apetito. Palmeó suavemente las piernas de cada uno y soltó una risita al ver cómo los hermanos pataleaban en su regazo, sin dejar de comer; los ojos ambarinos iguales a los suyos lo miraron, y el adulto los vio también.

—Son unos niños preciosos, tranquilos como angelitos —dijo, abrazándolos amorosamente y suspirando con melancolía —. Son... lo único que tengo. Me recuerdan a su padre —confesó, arrugando sus gruesas cejas y hundiéndose en sus memorias.

Un sabor agridulce recorrió su boca y miró a su hijo menor por sólo unos minutos, repasando cada cabello de Shuji con la vista —. Te pareces mucho a él, creo que por eso elegí el nombre que tanto le gustaba. —Lo escuchaban con atención, tanta que a veces su progenitor se preguntaba si los mellizos lo entendían.

—¿Saben algo? —cuestionó, sin percatarse del brillo en su rostro —. Él los hubiera querido demasiado, sé que sí, incluso a pesar de todo... Los hubiera aceptado como sus hijos. —Los niños seguían bien despiertos, así que el mayor los meció y acarició para que sus pezones dejaran de ser bruscamente jalados. Decidió seguir hablando para distraerse —. Él es un hombre libre y gracioso, es maravilloso y admirable. Quizás yo soy alguien aburrido y común, tal vez no fui lo suficientemente bonito y valiente o... sólo... Se cansó de mí. —Negó cuando sintió sus ojos arder y una capa de lágrimas formarse en sus cuencas, a punto de caer con su corazón saliendo del pecho; más se obligó a ser fuerte cuando notó que sus mellizos se inquietaron por su cambio de ánimo. No permitiría que lo vieran llorar.

Mes de paternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora