Contracciones

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Pareja: Ging y Kite

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➡︎ Capítulo único y corto

Ging había sido un idiota, Kite lo decía con todo el derecho del mundo

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Ging había sido un idiota, Kite lo decía con todo el derecho del mundo. ¿Pero cómo negarse ante el hombre que ama, viniendo a él tan arrepentido y dispuesto a quedarse a su lado? El joven albino lo entendía, ser padre no había estado en sus planes. Como pareja de adultos jóvenes, ambos sólo estaban explorando su relación más a fondo y descubriendo qué tan lejos podían llegar; nunca imaginaron que la cigüeña vendría tan pronto a sus vidas. 

¿Abortar? Esa era la solución del Freecss a corto plazo cuando se enteró, envuelto en desesperación y pánico por la noticia que le dio el más alto. Este se sintió mal, pues aceptó a la criatura en camino en el mismo instante en que supo de su existencia, ya que por sus principios no le era agradable el simple hecho de deshacerse de un humano como si nada, menos si se trataba de su hijo, ¿es que acaso el mayor no consideraba sus sentimientos? Kite ya amaba a su bebé porque Ging era el padre, y ese amor algún día sería recompensado. ¿Cómo podría ser Gon un desvío?

Ese día, cuando el azabache se fue prometiéndole una respuesta, el menor quedó desolado. Las palabras del más bajo sonaban vacías y su rostro confundido. Ambos valoraban la vida, las suyas y las ajenas, por amor a un ser vivo se conocieron y enamoraron, como héroes a varios perros de la perrera salvaron en la flor de su juventud; eran sólo ellos dos, juntos y felices en su nido temporal lleno de sueños.

Se había propuesto buscarlo un mes después, ya cansado de esperar; el niño no podría vivir a base de su sueldo de ambientalista, próximamente reducido por su obligatorio descanso. Guardando el dolor en lo más profundo de sí, le echaría en cara al hombre todo lo que pensaba de él, sin atreverse a imaginar lo difícil que sería para él estar solo.

No fue necesario, justo al abrir la puerta encontró esos grandes ojos marrones cruzándose con las aceitunas poco vistosas que eran sus pupilas, enterrando sus reclamos en un sepulcral silencio producto del fuego en esa mirada. Kite admitía amargamente lo pequeño que se sentía con él a pesar de su estatura, sólo el albino podía admirarlo más que cualquier otra persona, era el único capaz de seguirlo.

¿Puedo pasar? —Esa apariencia tan poco formal, la voz seria e inusual en él tenían sentido, todo de Ging seguía igual, pero el menor podía notar algo distinto —. Ya tengo mi respuesta, Kite. —Sus cosas seguían en su lugar, al fin y al cabo, era el departamento de ambos. Sea la respuesta que fuera, el más alto no podía negarle al contrario entrar.

Se hizo a un lado, abriendo la puerta por completo —. Adelante —pronunció, todavía asustado por la inesperada visita. ¿Ya había él mencionado antes lo tímido que podía ser con el Freecss? Las caricias en su pequeño vientre demostraban la ansiedad que sentía. Ging ingresó y no volvió a salir por el resto del día. Seres amartelados no podían separarse, mucho menos por un hijo.

Con el pasar de los meses el bebé iba creciendo, fuerte y sano como estaba en la sangre de los Freecss y en la del hombre de origen incierto, sobrellevando su situación económica y dejando que las cosas sigan con esfuerzo y suerte. 

Hubieron momentos llenos de dicha y otros de dificultades, hubo dolor, como ahora, a pocas semanas del nacimiento de Gon. Sus pertenencias estaban empacadas, sabiendo que no vivían en un lugar adecuado para el crío; se mudarían de su pequeño apartamento con sus pocas ropas a Isla Ballena después del parto. Estarían un corto tiempo en la casa de Abe y Mito hasta que el Freecss consiguiera un hogar para ellos.

En la sala sólo quedaba un sillón, el favorito de Kite para descansar, más al tener la barriga tan pesada por tanto tiempo de embarazo. Las patadas eran enérgicas y el espacio para la criatura se hacía cada vez más apretado, pues ya estaba en posición para nacer.

—¿Estás bien? —Le preguntaba el mayor, viendo las expresiones de sufrimiento del albino.

Siempre amable y buscando no preocuparlo, el gestante asintió —. Es un dolor en el abdomen, pasa seguido. —Acarició su vientre, que debajo ocultaba notorias estrías. Su piel pálida como el papel se tiñó de rosa ante el tacto de su ahora esposo.

—Estás haciendo sufrir a papá, Gon. ¿Me escuchas? —Le regañó —. Debes nacer pronto, porque una vez nos conozcamos iremos juntos a visitar a tu tía y tu abuela. ¿Cuántas semanas ya llevas dentro? —Trató de recordar, causando risa en el contrario.

—Treinta y nueve —contestó, dando un respingo al sentir otra contracción dolorosa.

—Bueno, creo que ya son suficientes semanas, aunque me gustaba usar tu barriga como almohada —confesó Ging cuando vio el martirio que vivía su amado. Se compadeció de él y lo abrazó con cuidado, suspirando —. Eres muy fuerte, Kite, y más que no tener almohada prefiero que tu panza ya no me empuje fuera de la cama cuando dormimos.

—¿Qué? —exhaló el de largo cabello con su respiración agitada.

—¡Te mueves mucho cuando duermes! —exclamó —. ¡Si quieres te cuento cómo una vez-!

—¡Espera Ging! —Le interrumpe el menor, abrazando su barriga. El Freecss calló y enarcó una ceja, mirando a su marido con sudor en la frente y la cara más rojiza.

—¿Estás bien? —Volvió a cuestionar, intentando tocar el vientre del más alto, este se lo impidió.

—No me toques, me duele. —Las contracciones eran más fuertes y continuas, la respiración errática hizo que Kite tomara aire hondamente —. Creo que ya va a nacer... ¡Ging! ¡Está doliendo mucho!

Y el corazón del moreno se detuvo un instante, sin recordar lo que ocurrió segundos después debido a un golpe en su cabeza. Cuando tomó consciencia, el albino seguía ahí, inhalando y exhalando rápidamente; que lo viera con enojo lo hizo reaccionar. Levantó su mano desde el suelo.

—Llama a los bomberos.

Kite bufó, levantándose para patear al hombre de negro cabello, quien se puso de pie y por fin dejó de dramatizar la situación, acudiendo con su esposo al hospital más cercano.

Kite bufó, levantándose para patear al hombre de negro cabello, quien se puso de pie y por fin dejó de dramatizar la situación, acudiendo con su esposo al hospital más cercano

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Día trece terminado, no puedo Martha.

Mes de paternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora