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El castaño se mantenía sentado en su cama

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El castaño se mantenía sentado en su cama. La cámara instantánea reposaba en su escritorio. En sus manos, Harrington sostenía la pequeña fotografía que había hecho. La observaba atento, buscando algún detalle que se le hubiera pasado por alto las últimas siete veces que la había mirado. Pero siempre mostraba lo mismo, dos penetrantes ojos rojos que mostraban un destello de curiosidad.
No parecían ojos de animal y las criaturas del otro lado no tenían cara siquiera. Eran ojos humanos. Sin embargo, no había persona capaz de poseer tal brillante mirada como para parecer dos luces en medio de la oscura noche. Lo hacía algo sobrenatural.

Steve pasó su mano libre por su cara, frustrado. Quizás todo eso era paranoia respecto a su miedo de volver a vivir cosas referentes al otro lado y estaba exagerando las cosas.
Una idea fugaz pasó por su mente. Quizás era Eddie.
Se golpeó la frente, enfadado consigo mismo por pensar en esas cosas. Eddie estaba muerto, no podía regresar cual zombie.
Sin embargo, ese brillo curioso en los ojos de la foto era igual al brillo en los ojos oscuros del metalero.

Con el ceño fruncido cerró con fuerza sus párpados, intentando evitar que lágrimas cayeran.
Dejó a un lado la fotografía y agarró de la silla de su escritorio el chaleco del chico. Se recostó en la cama en posición fetal y abrazó la prenda de vestir, olfateándola, relajándose un poco.

Sabía que aquel aroma se iría algún día y eso le frustraba más de lo que él mismo creía. Si ese chaleco dejaba atrás el característico olor del de larga melena, Steve no tendría con qué calmar sus ligeros ataques de tristeza, pánico y enojo. Abrazar eso era como abrazar al chico. Nunca lo había hecho cuando este estaba con él y se arrepentía de ello.
Quería agradecerle por haber despejado sus malos pensamientos en esos días difíciles y hacerle sacar más de una sonrisa en aquellas situaciones.

La risa burlona que Eddie siempre le dedicaba se le hacía cada vez más difícil de recordar. No quería olvidarse de los pocos buenos recuerdos que tenía junto a él.

Harrington estaba tan metido en sus pensamientos que no se percataba de la roja mirada tras la ventana. Una mirada con un destello de felicidad y preocupación.

- Robin - llamó el chico una vez entró en el Family video Store llamado la atención de la mencionada quien estaba jugando con una pulsera en su muñeca - Necesito que me des tu opinión respecto a una cosa

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- Robin - llamó el chico una vez entró en el Family video Store llamado la atención de la mencionada quien estaba jugando con una pulsera en su muñeca - Necesito que me des tu opinión respecto a una cosa.

- Hola Steve, ¿Cómo estás esta mañana? - saludó con ironía la rubia mientras veía al castaño acercarse a ella tras el mostrador y notar como sacaba del bolsillo de sus jeans una fotografía.

- ¿Qué crees que puede ser? - preguntó colocándole el pequeño papel frente su rostro, demasiado cerca.

La chica apartó un poco el brazo de su amigo y observó la imagen con los ojos entrecerrados.

- Son frutas rojas del bosque, ¿no? - preguntó confusa.

- No, Robin. ¡Son ojos!

Buckley alzó una ceja y se cruzó de brazos, incrédula. Su amigo se había vuelto loco.

- ¿Cómo van a ser ojos, Steve? - preguntó obvia.

- ¡Yo qué sé! ¡Pero son ojos! - insistió - ¡¿De qué pueden ser?! ¡Esa es mi pregunta!

Robin se preocupó al instante. Era otro ataque paranoico de su amigo.
Lo sujetó de los brazos con firmeza, deteniendo un pequeño temblor que estaba comenzando a desarrollar el chico.

- Está bien, son ojos - respondió en un tono suave para no alterar más a su amigo - Ahora dime, ¿de donde has sacado esa foto? - preguntó soltando al chico.

- La hice ayer por la noche, es lo que se veía a través de la ventana de mi salón.

- ¿Y por qué no vas a preguntarle a alguno de los niños? Ellos tienen más cerebro que yo para pensar - comentó divertida.

En verdad quería sacarse ese peso de encima. Steve podía ser muy persistente si se lo proponía. Le sabía mal no poder ayudar a su amigo. Sus ataques debían terminar solos, como les pasó a los demás.

- ¿Y a qué niño podría ir? ¡Lucas siempre está en el hospital y solo piensa en Max, El y Will están en puto California, Mike no me ayudará ni de broma y Dustin puede que esté hasta peor que yo!

Un cliente entró a la tienda.

- Lo hablamos después, ¿si? - suspiró la rubia - Ahora ponte el uniforme.

Steve, resentido, se dirige al almacén donde se coloca el chaleco verde de uniforme manteniendo un ceño fruncido en el proceso. Sabía que su amiga no le creía y que le tomaba por un loco pues Robin no sabía mentir.

Al salir, se encontró a Dustin siendo recibido amablemente por su compañera mientras pasaban a través de los estantes con películas. El de gorra pareció notar la presencia del castaño y corrió hacia él para abrazarlo con fuerza.
Steve no correspondió al abrazo, se había quedado paralizado. El pecho le dolía y se le había formado un nudo en su garganta. Quería llorar. El menor llevaba puesta la camiseta del Hellfier club, lo que inmediatamente hizo aparecer una imagen de Eddie en su mente.

Notó como el niño elevaba la cabeza, mirándolo con tristeza. Harrington recordó que no era el único que sufría y inmediatamente correspondió el abrazo relajando al de pocos dientes quien suspiró aliviado.

Todo esto fue visto desde la lejanía tanto por su amiga Robin, quien miraba curiosa la reacción de Harrington. Era raro que se quedará paralizado por ver a Dustin. Parecía que hubiera visto un fantasma. Y por otro lado, ciertos ojos rojos que con la luz del día no brillaban, también los observaban, a los tres.

Steve notó esa mirada miró a un lado, donde las ventanas del local, encontrando la calle vacía.
Buckley también se percató de esto pero un nuevo cliente llamó su atención y tuvo que dejar a un lado esos pensamientos.

Buckley también se percató de esto pero un nuevo cliente llamó su atención y tuvo que dejar a un lado esos pensamientos

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SWEET BLOOD [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora