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Steve inspiró todo el aire que pudo, intentando llevarse consigo alguna pizca de valor que parecía haberse esfumado de su cuerpo una vez se bajó de su vehículo

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Steve inspiró todo el aire que pudo, intentando llevarse consigo alguna pizca de valor que parecía haberse esfumado de su cuerpo una vez se bajó de su vehículo.

Se había pasado tres malditos días yendo de su casa al trabajo y viceversa, sumergido en sus pensamientos, comiéndose la cabeza, frustrado.
Ya había aclarado sus sentimientos, eso era un peso que se había quitado de encima. Pero aún le quedaba la incógnita de ¿Que haría ahora? ¿Vivir como si nada? ¿Afrontar la situación y expresarle sus sentimientos a Eddie a pesar de ser consciente del rechazo social que se les vendría encima? ¿A caso Eddie en verdad correspondía sus sentimientos? Lo de noches atrás podría haber sido por haber querido beber su sangre y molestarlo. No tenía por qué ser de otro modo.

Sin embargo, estaba frente a la autocaravana del metalero, lo mejor vestido que pudo sin llegar a parecer formal: Solamente un jersey amarillo cubierto por su bomber gris y unos jeans azules acompañados por sus características tenis blancas. Se mordía el labio inferior, con la inseguridad y nervios recorriendo su cuerpo, haciéndolo temblar.
Estiró su brazo hasta que sus nudillos tocaron el frío metal de la puerta, sin causar más que un roce.
Cerró los ojos, frunciendo el ceño. Suspiró derrotado, no era capaz.
Retiró su mano del metal y dió unos pasos atrás, dispuesto a girarse y volver a su hogar, que sin el de larga melena no se sentía uno.
Su corazón se encogió, asustado y arrepentido.

Dió un paso en falso y tropezó con una piedra tras él, cayendo de espaldas sobre el capó de su coche, haciendo un gran estruendo.
Entró en pánico al oír pisadas rápidas del interior de la caravana.

La puerta del remolque se abrió, dejando a la vista una criatura parecida a un murciélago, pero con un tamaño humano y cara demoníaca, la cual rugía.
Steve palideció, quedando estático.

¡¿E.eddie?! — exclamó asustado buscando la manilla de la puerta del auto, queriendo escapar.

La criatura cesó sus terroríficos gritos para cambiar su expresión demoníaca a una curiosa y en cierto modo, tierna, para después transformarse en el metalero, quien mostraba una gran sonrisa mostrando sus colmillos y su mirada roja iluminada cuales bombillas de color sangre.

¡Stevie! — saludó alegre.

El castaño pudo jurar que por poco se desmaya ante la imagen que tenía en frente: Eddie Munson con una camiseta de Iron Miden aproximadamente una o dos tallas más de la necesaria, unos shorts oscuros, zapatillas peludas con forma de pata de dragón rojas y su largo cabello recogido en un moño alto dejando unos mechones rebeldes caer a los lados de su cabeza.

¡Pasa, que no muerdo! — bromeó al ver al chico estático en su lugar, el cual tragó en seco.

El castaño se acercó a la caravana. Cuando llegó a los pequeños escalones frente a la entrada, fue agarrado por el cuello de su chaqueta gris y llevado al interior del remolque de un fuerte tirón que lo empujó hasta quedar sentado en el sofá del salón, anonadado.

SWEET BLOOD [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora