Capítulo 30

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SEUNGMIN. 

Sentándome frente a la mesa de la cocina, miré distraidamente hacia donde Changbin estaba. El pelinegro estaba girando alrededor de mi cocina en busca de las cosas necesarias para hacer el desayuno mientras Jeongin estaba ojeando un libro que tenía la impresión de que había robado de mi biblioteca. Ambos seguían sin camiseta pero al menos habían tenido la decencia de conservar sus pantalones, yo por mi parte había cubierto totalmente mi cuerpo en un intento de no desentonar.

Tenía grandes problemas con mi autoestima que no estaba dispuesto a tratar en ese momento.

Estaba aburrido, lo aceptaba e iba a usar eso para excusarme por el hecho de estar mirando el trasero de Changbin. Jeongin me miró con una ceja alzada sobre el borde del libro y sentí mi rostro colorearse. Bajé mi mirada hacia mi taza de cafe, escuchándolo reir. Un beso cayo en mi mejilla y levanté la vista, encontrándome con sus ojos. Sonrió.

—Ten cuidado con eso, podría ponerme celoso. —susurró antes de inclinarse y dejar otro ligero beso en mis labios.

Abrí la boca para preguntarle por qué rayos estaría celoso pero el sonido del timbre me interrumpió. Lo miré un momento hasta que me hizo un gesto afirmativo y se alejo. Un último vistazo y me apresuré hacia el intercomunicador, apretando el botón para poder hablar con quien fuera la molesta persona que habia llegado a mi casa a molestarme. 

—¿Quien molesta? —gruñí.

—¿Esa es la forma de hablarle a tu madre, niño irrespetuoso? —salté, literalmente, hacia atrás antes de caer de culo al suelo.

¡Joder! ¿Mi madre estaba aquí, que rayos hacia aquí la mujer? Se suponia que debia estar en Seúl, bien lejos de toda mi mierda y de mi en general. No me malinterpreten, amo a mi madre pero ella puede ser un poco... pesada a veces.

Arrastrandome hacia la pared, me levante y volví a presionar el botón, dude un momento—. ¿Eunchae?

—¿Que otra madre tienes? —bufó—. ¿Me abres la puerta? Eunnie tiene sed.

—Y tu padre esta cansado pero eso no le importa a nadie.

—¿Papá? —oh dios, el día comenzaba a ponerse mejor a cada momento, ¡Si!—. ¿Q-qué hacen aquí? ¿Por qué vinieron?

—¿Has visto lo mal educado que es este niño? Ni siquiera nos ha invitado a pasar porque parece que para él más importante saber porqué sus pobres padres han viajado kilometros para verlo. ¡Yo digo que deberíamos haberlo abandonado en un orfanato! Las monjas le hubiesen dado una zurra si les hubiese contestado de esa manera.

Si, allí iba la perorata sobre abandonarme en un orfanato que había escuchado desde que era un niño. Era extraño que no hubiese salido con un trauma tan grande que me hubiese impedido ser una persona normal, o al menos medianamente normal.

Rodando los ojos, aprete el botón para dejarlos pasar antes de arrepentirme. Ni siquiera dos minutos despues dos golpes cayeron sobre la puerta principal antes de que la misma fuera abierta sin esperar respuesta.

Si, amaba cuando mis padres venian de visita, era como tener al Los Animaniacs acampando en mi departamento.

—¿Minnie? —mamá llamo desde algun lugar cercano a la cocina.

Miles de luces rojas de advertencia se encendieron en mi mente al recordar a las personas en mi cocina. Bueno, mierda. Girando sobre mis talones, corrí por el pasillo de nuevo a la cocina, chocando con la espalda de mis padres quienes miraban a Jeongin y Changbin como si fuesen aliens.

—¿Min, bebé, por que hay dos hombres semidesnudos en tu cocina? —mamá hablo por el borde de la boca.

—Bueno... ellos... ellos son... —tartamudeé patéticamente. 

—¿Si?

—Deja al chico en paz, mujer —papá pidió—. Yo a su edad salia con tantas chicas que no podría recordarlas a todas, cuando venían en par solo era mejor.

—¿Perdón? —parpadeo hacia él.

El hombre sonrió con dulzura—. Pero nadie mejor que tu, amor, tu fuiste mi mejor apuesta, jamás me arrepentiría de ello.

—El que quiera un cerdo que te compre. —masculló, acercandose a los dos chicos que los miraban entre divertidos y confundidos.

Observé con horror como mi madre extendía la mano hacia Jeongin—. Soy Jay, la madre de Seungmin, ¿y ustedes son...?

—Yang Jeongin.

—Seo Changbin.

Ambos susurraron su nombre mientras estrechaban su mano, como si no supieran exactamente lo que debían decir ante ella. No todos los dias se veía a una mujer con un vestido floreado, sombrero de ala ancha y un perro verde bajo el brazo. Había que darles un punto por no haber salido corriendo ante la menor oportunidad. Yo tenía ganas de correr tan lejos como mis pies pudiesen llevarme y había vivido con ella por dieciocho años.

—Bien, ¿y ustedes que son de mi niño? —presionó.

—Ellos son... —me corté, dandoles mi mejor sonrisa en un intento de distraerla—. ¿Qué hacen aquí?

—Veníamos a visitarte pero creo que tu ya estas ocupado con tus amiguitos de juegos —mamá arrastró las palabras, dedicándome una extraña sonrisa burlona.

Mi rostro se incendió—. ¡Mamá!

—Vamos, Min, aquí todos somos grandes —aseguró—. Además, creo haber tenido la charla de sexo seguro contigo. Si, si la tuvimos, dos veces si mal no recuerdo. Fue interesante revivir todo eso para chicos gays. 

Bien, en ese punto no me diferenciaba en nada a una manzana. Recordaba la maldita charla bastante bien. Mamá me habia sentado en la mesa de la cocina con una copia del kamasutra gay y se había tomado su tiempo para explicarme cada posición, dos veces. Y no se había molestado en detenerse a pensar palabras bonitas, ella había sido directa en todo sentido con ello.

Les hice una seña a ambos chicos para que se largaran a vestirse mientras intentaba salvarme de un bochorno peor. Ambos se disculparon rápidamente, apresurándose hacia la puerta. Miré a mamá con el ceño fruncido, dándome cuenta de que estaba mirando con atención sus cuerpos—. ¡No los mires!

—Oh, bebé, no seas celoso —pellizcó mi mejilla—. Que yo ya estoy atada con la molestia con la que decidí casarme.

—Yo tambien te quiero, Chae. —papá murmuró antes de sentarse frente al desayunador.

Mamá dejo a Unnie en el suelo y me miró—. Bueno, supongo que tus novios se quedaran a desayunar con nosotros así que voy a hacer el desayuno.

—No son mis novios.

—Amantes, amigos con derechos, los que te meten mano —se encogió de hombros con naturalidad—. Como quieras decirles, tesoro, está bien por mi.

Miré hacia ella totalmente avergonzado antes de tomar mi teléfono y salir de la cocina, marcando rápidamente y llevándomelo al oido

—¡Necesito que vengas ahora! —chillé cuando contestaron—. Mis padres vinieron de visita.

—Tengo clases que dictar, Seungmin, no puedo simplemente dirigirme a tu casa y...

—¡Me importa una mierda, idiota! —chillé antes de bajar el tono a un ruego—. Necesito que vengas. Changbin y Jeongin estaban en la cocina y mamá los vio y... creo que si más sangre se acumula en mi rostro moriré pronto.

—No puede ser tan malo.

—¡Les estaba mirando el culo, Chan!

Hubo silencio por un momento antes de que una carcajada traspasara la linea—. Oh dios, amo a tu madre.

—Y yo te odio a ti. —mascullé—. Muévete antes de que comience a hablar sobre como me asusté cuando tuve mi primera erección.

—Adoro esa historia. —rio.

—¡Chan!

—Bien, no te alteres —pidió—. Daré una excusa y estaré allí pronto.

—Gracias —suspiré antes de que una idea se me ocurriera—. Trae a Hyunjin, mamá amará a ese chico y tal vez se olvide de que existo.

Antes de que pudiese contestarme, corté. Que dios me ayudara con esto porque seguro iba a arrancarme el pelo sino lo hacía. 

𝗜𝗻𝘁𝗼𝗰𝗮𝗯𝗹𝗲 | 𝑪𝑱 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora