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AHMED ÜLKER

Estaba molesto, claro que lo estaba. Ese idiota trató de hacerme quedar en ridículo frente a mí esposa con su comentario sobre mis celos. Si, claro que estaba celoso y tampoco pensaba negarlo, lastimosamente mi Sultana me sacó de ahí como un niño pequeño regañado.

La opción de llevarla con otro doctor o doctora se me cruzó por la mente varias veces, pero sé que él es el mejor en Turquía y yo solo busco lo mejor de lo mejor para mí esposa.

—¿Ya no estás enojado? —dice despacio mientras pone una mano encima de la mía.

—No Sultana, ya no lo estoy. —entrelazo nuestras manos.

—¿Seguro? —no me cree— porque si él doctor no te agradó podría no ir y...

—Ni hablar, irás con él Sultana, ya me dijiste que te gustó hablar con él, así que por mí está bien, solo... —dudo antes de continuar—, espero que no te guste demasiado, porque bueno, no es que haya pensado mucho en eso, pero, si te llegas a enamorar de alguien más yo no sabría qué hacer y...

—Detente —me callo y tomo el aire que me estaba faltando por hablar rápido—. Escúchame bien, Ahmed —toma mi rostro entre sus manos haciéndome centrarme mi mirada en ella—, yo te quiero a ti, solo a ti ¿lo entendiste?

«Me quiere..., me quiere..., ¡Me quiere!»

Por su mirada, sé que espera una respuesta similar, pero no puedo decírselo, yo no la quiero. Yo la amo, la amo más que a mí mismo, incluso pienso que esa frase se queda corta para todo lo que siento por ella y me asusta, claro que me asusta un poco la idea de que, en algún punto, ella llegue a tener el poder de hacer y deshacer todo lo que quiera en mí.

—¿No vas a decir nada? —suena desilusionada.

—Está bien, ya no pensaré demasiado. —trato de desviar el tema.

Este no es el momento ni el lugar para gritar a los cuatro vientos que la amo y que ella es todo para mí. Porque si, pienso decírselo de una manera que jamás lo olvide y que no le quede duda alguna esta misma noche, en el lugar perfecto que preparé personalmente.

—Si..., ya no lo hagas —odio ver su expresión triste por mi culpa, pero esta vez debo soportarlo pues no planeo arruinar la sorpresa.

Apenas entramos a la casa de mi padre, escuchamos voces provenientes de la sala y le hago una señal para ir a ver quién está ahí. Mi Sultana me pide seguir primero pues quiere antes pasar un vaso de agua a la cocina.

Voy directo a la sala y cuando veo quienes están ahí, me arrepiento de haber venido temprano.

—¡Oh! Llegaron —se levanta Mariam, se ve muy contenta—. Ya era hora, ya me estaba preocupando.

En lo eufórica que está —lo cual es raro—, viene a mis brazos y se aferra con fuerza haciéndome sentir incómodo. Me suelto de inmediato de su abrazo y me alejo un poco.

—Ahmed ¿Qué hiciste? —se acerca mi abuelo enojado.

«¿Y ahora qué hice para que se enoje?»

—Hoy hice muchas cosas abuelo y no sé cuál de ellas te molestó. —digo sarcástico.

—Te llevaste a Elizabeth, eso hiciste —puedo ver la vena de su frente hincharse por el enojo—, ¿A dónde la llevaste? ¡Dime ahora! Tal vez esté a tiempo de ir por ella.

—¿De qué hablas abuelo yo...?

—Abuelo Ülker —interrumpe Mariam—, perdón que me meta en este asunto, pero, si Ahmed decidió sacar a esa mujer de su vida y de su casa creo que deberían respetarlo.

Hacerte Sentir Mi AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora