ELIZABETH AYDIN
La imagen de Ahmed tomando a nuestro hijo me llenó el corazón. Aun así, no podía darme el lujo de ilusionarme con un escenario más familiar porque él mismo me dijo que no los quería.
—¿Cómo estás? —preguntó algo tímido, aún con la mirada en su hija a la cual estaba cargando mal.
—La vas a botar, la estás tomando mal. —advertí.
—¡¿Cómo que se me va a caer?! A-ayudame —entró en pánico.
Dejé a mi bebé sobre mis piernas que formaban un “nido” y estiré mis manos para ayudarlo. Coloqué sus manos en los lugares correctos para que no botara a nuestra hija y cuando terminé, volví a tomar al mío.
—¿Ella es Beyham? —preguntó temeroso, pero con una sonrisa en sus rostro.
—Si.
—Se parece a tí, es tan hermosa que podría darle el mundo si me lo pidiera ahora.
No sabía si eran las hormonas o el simple hecho de que la escena que siempre me imaginé estuviera pasando en realidad, que me hizo llorar. No podía parar de hacerlo aun cuando Cihan, a quien tenía en brazos, comenzó a llorar también.
—No-no llores cariño, es mi culpa —Ahmed trató de tranquilizarme, pero se notaba que estaba más preocupado de no hacerle daño a la bebé que tenía en brazos—. Perdóname, fuí, soy y siempre seré un idiota cobarde.
Me centro en mi hijo a quien sin pensarlo, le doy de mi seno para calmarlo. Ahmed me mira orgulloso y antes de que diga algo más, respondo:
—Si, lo eres Ahmed, eres un idiota —asiente algo triste—. Pero un idiota que amo y el padre de mis hijos.
Su cara se ilumina con mis últimas palabras. Pareciera que le hubiera dado la mejor noticia de todas.
Con cuidado deja a nuestra hija en la cuna y planta un beso en su frente antes de posar sus ojos en mí nuevamente.
—Quiero que me escuches Sultana, necesito que lo hagas para que entiendas un poco mi arrebato de estupidez.
Cuando le doy un asentimiento, él empieza. Me cuenta los temores que cruzaron por su mente, donde yo le faltaba y se quedaba solo. Me cuenta que incluso mientras esperaba noticias sobre mi, las ideas sobre acompañarme en el camino a la eternidad cruzaron por su mente. Me molesto un poco pues se supone que si algo me pasaba, él debía ser fuerte por nuestros hijos.
—Pero ellos se hubieran quedado solos Ahmed ¿No pensaste en eso?
—No lo hice, pero no porque no los quisiera —los mira con ternura—. Yo los amo Sultana, pero…
—¿Pero?
No deberían haber "peros"
—Te amo más a ti —lo dice sin titubear—. No sé si eso esté bien, pero no puedo mentirte. Si me hubieran dado a mi el poder de decidir, te hubiera escogido a ti, mil veces a ti.
Su confesión me deja sin palabras. No digo que no lo amo con la misma intensidad, pero yo siento que los amo a los tres por igual. Jamás podría poner en una balanza el amor que siento por ellos porque el resultado sería el mismo.
Aun así, su timidez y confesión me hacen dar cuenta que él solo estaba asustado de que yo no regresara a él. Pero él los ama, ama a nuestros hijos.
—Y yo te amo a ti Ahmed —dejo a Cihan quien ya se durmió, en la otra cuna—. Los amo a los tres con todo mi ser.
Alcanzo una de sus manos y lo acerco a mi.
—¿Me perdonas por ser un idiota cobarde?
—Claro que te perdono —me pongo más seria—. Solo espero que no vuelva a suceder algo como esto, porque de ser así, me iré con mis hijos y…
—Y no hará falta esa amenaza, porque de ahora en adelante viviré por y para ustedes.
Me preocupa un poco su dependencia hacia mi. No quisiera que cuando algo me pase, él termine con su vida como lo tenía planeado hacer. Me pongo un recordatorio mental para convencerlo de ir a terapia, pues estoy segura que como a mi, el psicólogo lo podrá ayudar con su dependencia.
Con un beso lleno de varias emociones, cerramos ese pequeño capítulo que espero jamás contarle a mis hijos, pues no quisiera que vivieran pensando que su padre no los amó desde el minuto uno de su nacimiento.
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Hacerte Sentir Mi Amor
Romance2DO LIBRO La vida de Elizabeth ha cambiado drásticamente y todo por culpa de un hombre que ahora dice quererla pero que le ha hecho tanto daño. Ahora se debe enfrentar a los nuevos retos que implican vivir en Turquía, junto al hombre que la ha salv...