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Desgarré cada hoja de la libreta en la que escribía hace menos de un segundo, con histeria y frustración. No puedo controlarme, no quiero controlarme.
Me levanté del escritorio y empujé la silla con tal fuerza que se rompió y al mismo tiempo rompió el sepulcral silencio de la habitación.
Respiré agitadamente mirando nada en específico.
Maldita.
Nuevamente tomé los papeles que estaba rompiendo para destruirlos por completo, dejando el piso de la habitación cubierto por él mientras lágrimas inconscientes rodaban desde mis párpados hasta mi mentón.
—¡Maldita, estúpida!— Grité lo más alto que pude, para tal vez así lográr llenar el vacío que has dejado en mi corazón.
¿Alguna vez pensaste lo que me causarías?
No, claro que no lo pensaste, porque eres una egoísta de mierda.
Haz jugado con cada sentimiento que era por ti y para ti. Entraste a mi corazón, sanaste cada herida que la vida me había causado, esperaste a qué cicatrizaran para luego reabrirlas con unas insípidas y afiladas palabras.
—¡Desgraciada!
¿En serio fuí solo un proyecto para tí?
—¡Ojalá sintieras lo que yo!
¿Algo, siquiera una palabra de todo lo que me dijiste fue genuino?
—¡Te odio!
Casi desgarro mi garganta al gritar eso con tanta fuerza, tratando de convencerme a mí mismo de aquella mentira.
¿Porque eres tan imposible de olvidar?
—Te necesito...
Susurré cayendo en la realidad y en el suelo de mi habitación arrodillado, entre papeles de cartas destruidas, cientos de fotos tuyas pegadas a las paredes de ambos con sonrisas que alguna vez consideré sinceras.
Soy emocionalmente dependiente de ti, y lo odio, odio necesitarte, odio haber creído estar locamente enamorado de ti. Mi error fue confundir el amor con dependencia que ahora son cadenas que podrían arrastrarme a la muerte.
Un día, que antes había considerado el mejor de mí vida, llegaste sin avisar, le diste un giro radical a mi mundo, al sentido que no tenía, convirtiéndote en ese salvavidas que me mantenía a flote entre este mar de desgracias que los ilusos llaman vida, o al menos eso creía.
Nunca debí dejar que me salvaras.
Sí, “me salvaste” ese día que te conocí, estaba a nada de cortar mis venas con una afilada tijera antes de que te diera por aparecer frente al callejón del centro comercial, impidiendo mi objetivo.
“Vales la pena”.
“No sé por lo que has pasado, pero sé que podemos superarlo juntos”.
“Eres importante, permíteme demostrártelo”.
“No dejes a lo que sea que te atormente ganar la batalla”.
Fuí iluso al creer en tus palabras.
Me dijiste que te agradaba, me hiciste creer que era alguien especial para ti y para los demás, en pocos meses tus amigos se volvieron los míos, mis sueños eran ayudarte a cumplir los tuyos, mi ser solo giraba en torno a tu existencia.
Alguna vez agradecí todo el apoyo que me brindaste, creí que el motivo de toda mi felicidad eras tú, ahora solo maldigo el día en que apareciste en mi vida, creando esperanzas irreales, mintiendo cínicamente lo mucho que me querías. En media hora tiraste el telón que cubría tu verdadero ser.
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Alma inestable
Random¿Alguna vez te has atrevido a adentrarte en la mente de otra persona? Saber sus miedos, sus secretos más oscuros, anhelos y como estos pueden ser destruidos. A través de la literatura podemos dejar pequeñas pistas para comprender la complejidad de n...